Los zoilos
Con todo mi respeto para quienes llevan ese nombre y, por supuesto, para el santo que les cobija y justifica, hay que decir que, por extensión de uno de ellos, don Zoilo Mateos, que como persona me es igualmente respetable, en nuestro costumbrismo de salón se va extendiendo la moda o uso de llamar zoilos a todos los ricos protegidos del cuarentañismo.El zoilo es todo lo contrario de un capitalista, de un banquero, de un empresario, de un profesional del dinero. Hemos hablado en esta columna de los grandes banqueros profesionales, históricos y como genealógicos, ya, de Madrid. Eran y son los más indignados (lamento repetirme, pero la vida se repite y me repite) con el mercantilismo naïf de los zoilos, que ni viene de Florencia ni de la letra de cambio ni de san Carlos Borromeo, ni de aquellos judíos navegantes que fueron los fenicios. Otra cosa es que la nariz recta de Ulises diese que hablar en Itaca, como nariz poco o nada judeofenicia (quizá por eso el tron se echó a navegar). Pero Ulises no era un zoilo. Zoilo era el Polifemo, como zoilo era Goliat, con respecto de David: quiere decirse que hay cosas que vienen de antes de Franco, aunque parezca mentira, y que zoilos son los aquejados de gigantismo o elefantiasis, de modo y manera que su propia morfología creciente no les deja ver el bosque. En el santoral carcomido de mi abuela Luisa venía muy bien explicado san Zoilo, como todos los santos. Si ahora pudiera yo echar mano de aquellos doce tomos en el castellano de fray Bernardino de Sahagún, algún ejemplo encontraría con que corroborar la teoría de los zoilos. Pero aquel santoral se lo llevará la Revolución, que tantas cosas se ha llevado en España (hasta las torres de Jeriñac/Colón). Ezra Pound, en sus heráldicas del dinero, explica muy bien, en verso/prosa, lo que es un mercader ilustrado y liberal, aunque lo maldiga en nombre de Mussolini. Franco no era Mussolini, claro, y en vez de mercaderes ilustrados tenía zoilos (el último acaba de arrojar sus papeles secretos, en pedacitos, como palomas florentinas, sí, desde la ventana más alta de Rumasa/Rumasina). El conservatismo a tope no quiere que se hable de "los males heredados", porque eso les parece revanchismo. A uno le parece que, para revanchismo, lo del millón de muertos, y si no que le pregunten al señor Gironella, que los contó. Gironella, como todo catalán converso/reconverso en cortesano (ahora anda otro mareando mucho, en bien de Rumasa/Rumasina), acabó por salirnos flojón, como pasa siempre. (Suelen ser pocos, por fortuna para Catalunya.) Las torres de Jeriñac/Colón no las habrían tolerado en Florencia ni en Venecia, o sea, que está como claro que don Zoilo no es mercader veneciano. Ni el moro venecíano, aunque sea sureño, que aquí tenemos el Santoral de ¡ni abuela (por algún sitio andará, digo yo), Camino, de Escrivá, y otros textos para bautizar morismas. Sociólogo peatonal, como es uno, me ha flipado a mí estos días, tron, elucidar cuáles puedan ser las morfologías de los zoilos, de que tanto se habla, despectivamente, en los saraos financieros. Los zoilos son ya, en macho, una cosa tan popular, dentro de la restringida popularidad bursátil, como en su día lo fueron las matildes. A la luz de Roland Barthes, Ensayos críticos (Seix/Barral) y La escritura misma, de Susan Sontag, lúcida, lesbiana y cancerosa (libro que acaba de llegarme), llego al corolario según el cual el zoilo es el naïf del banquero, el zoilo es a Aguirre/Banesto lo que el Aduanero a Cézanne. Es lo que Barreiros era a Henry Ford I, romántico del Romanticismo industrial, que murió tísico dibujando cigüeñales.
Era otro siglo, el XIX/XX. Con Franco, pero otro siglo. (Franco ha habido siempre, lo tengo muy escrito.) El zoilo es a Escámez lo que Banús era a Gropious y la Bauhaus, que por algo les metió vara Hitler y tuvieron que abrirse para USA, donde les esperaba Tom Wolfe, blanco y radiante, para seguir faltando. Las viñetas que he puesto, si bien culteranas, me parecen expresivas de lo que es un zoilo, aunque el experto en zoilos es Arthur Andersen.
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