He leído, como muchos

otros españoles, la exposición de Enrique Miret, en EL PAIS del pasado 16 de febrero, sobre la justificación del aborto según la moral tradicionaI católica. Sus observaciones están reforzadas por sus títulos (teólogo) y su cargo (presidente de Protección de Menores). Mi único título para hablar de este tema es el de hija de la Iglesia católica, en cuya fe quiero vivir y espero morir, y mi cargo, madre, en ejercicio, de familia numerosa de ocho hijos.Mis saberes universitarios se han ido decantando en el quehacer cotidiano de transmitir a mis hijos conocimientos y vivencias. Y así, al enseñarles el credo o símbolo de Nicea (s. IV), después de reflexionar sobre la persona de Dios Padre, infinitamente bueno y sabio; de Jesús, infinito amor a nosotros los hombres, encuentro el enunciado "creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida", y les digo: "¿Lo entendéis bien, hijos? Toda vida viene de Dios y tiene sentido por imperfecta o inoportuna que nos pueda parecer a los hombres, seres pequeños y limitados".

Partiendo de esta premisa, opino que sus citas escogidas demuestran lo siguiente:

1. En toda sociedad humana, como la Iglesia (sociedad humana, aunque de fundación divina), es posible la divergencia de criterios y la existencia de opiniones discordantes (como la suya propia) con el magisterio del Papa y de la jerarquía, que, asistidos por la gracia del Espíritu Santo, representan la enseñanza aceptable y la línea de conducta a seguir para el pueblo llano católico.

2. Toda cita es tergiversable, como ocurre con las empleadas por usted del moralista P. Ferreres, SS Pío XII y otros.

El sentido común simplemente justifica que en casos de peligro inminente de muerte de la madre (lo que supondría el mismo destino para su hijo, casi seguramente) es lícita una operación intentando salvar a ambos, aunque pueda suceder lo contrario para uno de ellos o los dos.

Utilizar a san Alfonso María de Ligorio (q.e.p.d.) como abortista cuando opina que puede extirparse el feto "que no sea capaz de animación", es decir, muerto, me parece inexacto e inmoral.

3. Su interpretación de la actuación de los obispos franceses de acogida a las mujeres avocadas al aborto por presión psicosocial resulta totalmente errónea. Usted considera que permiten el aborto al no condenar a las madres abortistas.

Creo que la postura de los obispos es totalmente evangélica. Jesús estuvo al lado de la mujer adúltera, de las prostitutas, de los funcionarios venales; pero ningún teólogo puede interpretar que por ello defendió el adulterio, la prostitución o la corrupción administrativa.

Jesús vino a salvar a los hombres de cualquier situación que los esclavizara.

Siento mucho, de verdad, señor Miret, su papel de falso maestro que emplea su cultura y su sabiduría en enturbiar de algún modo lo que es principio de moral natural escrito en todo ser humano: "No matarás". / Margarita Fraga Iribarne.