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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un cierto amor

Valentín, de Juan Gil-AIbert.Adaptación teatral de Juan Luis Iborra, con escenas de Shakespeare traducidas por José María Valverde. Intérpretes: Manuel Angel Egea, Manuel Tiedra, Pilar Marco, Juan Luis Iborra, Daniel Moreno, José Luis Serrano, Francisco Minondo, Luis San Narciso, Armando Rúa. Escenografía y vestuarios: Margen. Dirección: Pedro Carvajal.

Estreno, Sala Olimpia, 17 de febrero de 1983.

Valentín es un relato de amor homosexual escrito por Gil Albert en 1964; Iborra ha hecho una breve adaptación teatral (unos 40 minutos). Como en Un drama nuevo, de Tamayo y Baus (1867), un actor mata a otro en escena, por celos durante una representación de Shakespeare. En este caso, Richard representa Otelo y mata en la realidad, al mismo tiempo que en la ficción, a Desdémona; pero Desdémona es un muchacho, según la costumbre del teatro isabelino. La dramatización del relato consiste en una narración en primera persona que hace al acto culpable, Richard (Manuel Angel Egea), ilustrada por abundantes escenas de Shakespeare (según la traducción de José María Valverde) y una de Marlowe, y por algunas escenas mudas y algunas otras complementarias. Se supone que la ambigüedad debe darse en el doble fondo de las escenas de Shakespeare vistas a través de la homosexualidad, atribuida una vez más a Shakespeare y fomentada a lo largo del tiempo por las numerosas interpretaciones de sus realmente ambiguos sonetos (especialmente el famoso soneto XX), aunque no haya faltado tampoco la interpretación de que su clandestinidad, su clave, su misterio, es que estaban dedicados al amor por la reina Isabel (La dama morena de los sonetos, Bernard Shaw). La aportación de Gil Albert es en esta escenificación la de la idea básica y algunos minutos de texto apasionado a lo largo de la corta obra.

La escenografía es simple. La interpretación está profesionalizada por Egea, con dicción y actitud de romanticismo moderado, contenido, en el papel de Richard, con vigor en las escenas de Shakespeare; se pierde en los demás. El director, Pedro Carvajal, se ha dejado llevar más por la expresión corporal, la gimnástica, que por el cuidado de voces, prosodia, entonación. Es un vicio contemporáneo habitual, que puede dar resultado en espectáculos donde el texto tenga menor importancia. El exceso de homosexualidad en el acento y el gesto de los actores hace perder la condición de ambigüedad que hubiera podido ser el mayor atractivo del juego.

Hubo aplausos; salió a recogerlos Gil Albert y se redoblaron, probablemente más como homenaje a una vida de literatura y exilio que por el resultado de esta pieza.

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