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Reportaje:

El regreso de las 'enfermedades malditas'

Las infecciones venéreas crecen alarmantemente en las sociedades desarrolladas

Según Eduardo Fonseca, médico adjunto del servicio de dermatología de La Paz y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, "de este aumento se viene hablando en los países occidentales desde el final de los años sesenta. En nuestro país llevamos un poco de retraso con respecto a Europa, y ha sido en los últimos cinco a siete años cuando hemos notado este boom".Si se insiste tanto en este aumento es porque antes las enfermedades venéreas, o de transmisión sexual, como prefieren llamarlas los médicos, habían disminuido: tras la segunda guerra mundial, con la toma de medidas sanitarias, la mayor higiene y, sobre todo, gracias a los antibióticos, las enfermedades venéreas se habían convertido casi en una rareza, hasta el punto de que algunas llegaron a desaparecer, como la sífilis connatal o la sarna. "Hay muchos médicos", afirma el doctor Fonseca, "que no saben diagnosticar una sarna porque es una enfermedad que no han conocido, y, sin embargo, ahora hay una incidencia de sarna muy alta, que, aunque no es sólo de transmisión sexual se puede decir que su aumento viene por esa vía".

Más que la reaparición de la sarna, que es, en definitiva, una infección poco grave, preocupa a los médicos el incremento de la sífilis, que, aunque no es la enfermedad venérea más frecuente, es la más grave y de las que más están au mentando en nuestro país. "Ya en una consulta como la nuestra", sígue el doctor Fonseca, "es raro pa sar un día sin ver por lo menos una sífilis, y hay días en que tenemos cuatro o cinco casos nuevos".

La gravedad de la sífilis no reside en que sea difícil curarla, que no lo es; la sífilis responde perfectamente al tratamiento con anti bióticos, pero si no es tratada se convierte en crónica y provoca a la larga -puede ser cuatro o cinco años tras el contagio- lesiones irreversibles en el corazón, el sistema nervioso central, "e incluso prevemos que vuelvan a darse ca sos de parálisis general progresiva porque estamos descubriendo accidentalmente personas con sífilis crónica bastante avanzada, que sin duda, evolucionarían hacia la parálisis, y es de suponer que no descubrimos todos los casos".

Los niños sifilíticos

Con el aumento de la sífilis ha reaparecido una de sus consecuencias más dramáticas: los niños que nacen muertos o con graves afectaciones del sistema nervioso central, de los huesos, o ciegos; todos ellos, en gran medida irrecuperables. "Lo lamentable de que nazca un niño así es que se podría haber evitado haciendo una serología de sífilis a su madre en el tercer y quinto mes del embarazo, ya que la sífilis se transmite de madre a hijo por vía trasplacentaria a partir del quinto mes. Si entonces se trata a la madre, hay garantía plena de que el niño nazca sano".

Otra enfermedad venérea que también puede acarrear secuelas graves a los nacidos de madre afecta es el herpes simple genital, una infección por virus que aumenta espectacularmente: "El contagio de la madre al niño se produce en el momento del parto", dice el doctor Fonseca, "y puede provocar en el recién nacido desde la muerte hasta una meningitis o una encefalitis. Por ello, si el ginecólogo ve que hay una infección por herpes siple en la embarazada debe hacer una cesárea para evitar ese contacto genital de la madre con el niño".

El herpes simple es la única enfermedad venérea, unida quizá a las hepatitis crónicas -que también pueden ser de transmisión sexual-, que no tiene un tratamiento eficaz, porque no es de origen bacteriano, sino vírico. Es corriente que se produzcan brotes intermitentes durante años, aunque en algunos casos puede llegar a curarse espontáneamente.

La promiscuidad sexual

Al analizar las causas de este importante aumento de las enfermedades venéreas, no hay ninguna duda al señalar al principal culpable: la llamada promiscuidad sexual. En esto, el doctor Fonseca es tajante: "Donde no hay promiscuidad sexual no hay enfermedades venéreas. En los últimos diez a quince años venimos asistiendo a un cambio de mentalidad y de moral; de manera que hoy el grupo que mantiene relaciones promiscuas es muy amplio, mientras que antes se ceñía prácticamente al círculo relacionado con la prostitución. Ha cambiado también el sistema de vida: el que una persona viajase era, veinte años atrás, un hecho extraordinario. Hoy, por el contrario, se viaja mucho, y este movimiento de la población facilita la extensión del contagio. El brote de sífilis, que antes se quedaba en la ciudad o el pueblo en que aparecía, puede hoy, en un fin de semana, viajar miles de kilómetros".

Señala también el doctor Fonseca la responsabilidad de los anticonceptivos, que, al haber permitido la disociación entre la función sexual y la reproductora, han quitado el miedo al embarazo, el cual suponía un cierto freno a las relaciones promiscuas. "Hay, por último, otra pequeña causa colaboradora en este aumento, y es que, si se produce un fracaso terapéutico, algunos gérmenes se vuelven resistentes a los tratamientos, y ello puede dar lugar a un foco dificil de erradicar. Pero esto es casi un hecho anecdótico, sin ninguna importancia estadística".

La necesidad de 'tirar del hilo'

El problema principal de todas estas enfermedades no es, como hace cincuenta años, la falta de tratamientos eficaces, sino su diagnóstico: entre el enfermo que no acude al médico por vergüenza y el que no se entera de que está enfermo constituyen un importante sector de no tratados: "Existen afecciones, como la sarna o los piojos del pubis (vulgarmente ladillas), que son muy molestas y acaban tratándose; pero otras, como la uretritis gonocócica (purgaciones) y la sífilis, pueden ser totalmente asintomáticas, en especial en las mujeres y los homosexuales, debido a que el chancro se localiza en el cuello del útero o en el recto, y los que las padecen pueden no enterarse".

Ante esta situación, lo que el médico debe hacer es tirar del hilo, preguntarle al enfermo que acuda a la consulta quién le ha contagiado. "Para llevar a cabo esta tarea nos encontramos con muchas dificultades. Muchas veces, el enfermo no sabe quién le ha transmitido la enfermedad o bien se niega a cooperar por tratarse de relaciones sexuales de tipo profesional. Esto es especialmente grave, porque, al no poder seguir la cadena epidemiológica, no llegamos a tratar muchas personas con una enfermedad asintomática y que, dedicadas, por ejemplo, a la prostitución, pueden provocar cientos de contagios durante muchos años".

Cuando se habla de enfermedades venéreas sale inevitablemente el tema de si se debería o no controlar la prostitución, un problema que va más allá del estrictamente médico. Para controlar la prostitución habría que reconocerla en primer lugar, cosa en la que no todo el mundo parece estar de acuerdo. "Médicamente", apunta el doctor Fonseca, "sería bueno poder llevar un control sanitario de la prostitución".

Las enfermedades venéreas no respetan clases sociales

Las personas, tanto mujeres como hombres, dedicadas a la prostitución son las más afectadas por las enfermedades venéreas; pero si una característica tiene el aumento de estas infecciones es, según el doctor Fonseca, que "no respetan clases sociales, aunque hay una incidencia mayor en determinados grupos, como marineros, viajantes, camioneros, personas relacionadas con la hostelería, los solteros de cierta edad, la población juvenil, los drogadictos y los homosexuales. Son, en definitiva, los grupos de población que tienen relaciones sexuales menos estables y condiciones de higiene más deficientes".

La higiene es quizá la única medida de prevención que se puede tomar ante las enfermedades venéreas: un simple lavado con agua y jabón puede evitar muchos contagios, aunque no es garantía absoluta. Si no hay suerte y el contagio se produce, sólo queda la consulta precoz al dermatólogo. "En España existe un organismo que se llama Lucha Nacional Antivenérea, que la mayoría de los dermatólogos consideramos obsoleto. Creemos necesario integrar esta asistencia en la red general de la Seguridad Social, tanto a nivel de ambulatorios como de hospitales. La razón está en que hay más medios y también en que es violento mandar, por ejemplo, a una embarazada con sífilis en una población pequeña a un centro antivenéreo".

Otra de las consecuencias del aumento de las venéreas es la aparición de venereofobias: personas que han sufrido una enfermedad de este tipo y que se imaginan que la siguen sufriendo, o en casos de homosexuales que no tienen totalmente asumida su condición de tales, padeciendo por ello un sentimiento de culpa que les hace también imaginar que padecen enfermedades venéreas.

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