Paco Rabal
Ya viene Antoñete Gálvez - 1819/ 98-, murciano, huertano, concejal, guerrillero, diputado, conspirador, progresista, miliciano, federalista, caudillo romántico contra la Historia, mítico, revolucionario permanente. Después de Antoñete Gálvez, y con perdón de lo presente, se acabaron los murcianos que iban por el monte solos. Antoñete Gálvez tenía y tiene la cara de Paco Rabal, nariz partida de bandido, generoso que lleva veinte años quitándome las novias. El Consejo Regional de Murcia, que el año pasado me llevó a hablar de Juan Ramón Jiménez (y qué abrazo me pegó la cosa fáctica cuando canté el español de España por boca y verso de Juan Ramón), quiere hacer una peli, o sea, un flin, con la vida de aquel hombre, que tenía que haberla metido don Ramón del Valle-Inclán en "El Ruedo Ibérico". (Lo cual que el hijo mayor de Valle, actual marqués de Bradomín, le ha puesto un telegrama a Senillosa, firmándose como tal, a raíz de mi definición de Senillosa como "un Bradomín pensado por Lorenzo Villalonga"). Catalanes, gallegos, marqueses anarquistas como don Ramón, rojos murcianos como Paco Rabal, revolucionarios románticos como Antoflete Gálvez, nacionalistas y nacionalidades: esto de los cien-años-de-honradez no es un soserío/ rojerío, sino que está lleno de historias por dentro de la Historia. Es lo primero que le he dicho a Paco, con quien me une toda entrañabilidad:-Romántico, Paco, ese papel tienes que hacerlo romántico.
Y no sólo lo digo por el éxito de Paco Rabal, que lo tiene asegurado, sino por vieja convicción que está ya expresada en mi primer libro, que era uno sobre Larra, por cierto: hay en España y en Europa un romanticismo de izquierdas, que dura casi todo el XIX, y del que son herederos los del 98 (año de la muerte de Antoñete, que viene a ser así un murciano de la generación de Azorín), Giner, Besteiro y Felipe González o, con más fidelidad al figurín, Alfonso Guerra. Esto del PSOE es un neorromanticismo corregido de reformismo, es el primer Espronceda que escribe dejándose llevar la mano por Fernando Morán (acaban de llegarme dos novelas del ministro de Exteriores). La película de Antoñete Gálvez quizá la dirija Benito Rabal, con guión de Perico Beltrán, el golfo por libre de la izquierda del Gran Café de Gijón, hoy casado y con capa española, cuando le da por ahí. Paco puede dar muy bien un Antoñete de cincuenta años, la España de Pi y Margall, Salmerón y el Cantón de Cartagena. Pedro Guerrero, el consejero de Cultura de Murcia, está en el rollo y lo tiene claro. Lo que hay que explicar a la derecha tradicional es que también tenemos una tradición de izquierdas, que la izquierda, el laicismo, el europeísmo, el afrancesamiento, son la tradición otra de España. (Un día se pusieron a recontar afrancesados, los de La Clave, y entre Fernández de la Mora y otros crepusculares no les salía más que uno: parecían los concursantes de Mayra Gómez Kemp, que les dices el Tajo y ya no saben decir otro río). ¿Y el romanticismo/nacionalismo catalán, del Señor de Serraillonga a Vázquez Montalhán? ¿Y el romanticismo de un PSOE monárquico? Lo dice hoy la ciencia y me lo cuenta el doctor Sánchez-Villares: "El niño es una sustancia cósmica en el exilio". Suena al existencialismo/romanticismo de Albert Camus.
En Zamora (no sé si lo he contado ya), quieren que vaya a hablarles de cosas. Este dulce erizamiento, esta autorredención de las provincias, que hubiese dicho Ortega, también me parece puro romanticismo. (Ortega es un romántico que ha leído a los racionalistas). A Alacant, a Marbella, a Entrevías: hay que acudir a los penetrales del socialromanticismo. Y mayormente a Murcia, con Antoñete y Paco.
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