Guía para desarmar Europa
¿Cruzarán el Atlántico durante 1983 los misiles balísticos Pershing II y los de crucero Tomahawk, con destino a la RFA, Holanda, Gran Bretaña, Bélgica e Italia? Washington así lo desea, Moscú hará todo lo posible por impedirlo -ya que en territorio soviético estarán sus posibles objetivos- y los aliados europeos simplemente lo dudan y, algunos, abogan claramente por un despliegue limitado de la nueva generación de euromisiles.La opción cero relanzada por Ronald Reagan el pasado 18 de noviembre -acogida con una mezcla de escepticismo y esperanza por la mayoría de los europeos- ha demostrado ser más bien un muro infranqueable frente al que se topa cualquier intento negociador. "Que nadie espere un desarme unilateral por parte de la URSS", advierte repetidamente el nuevo líder soviético, Yuri Andropov. "No somos tan ingenuos", agrega.
La opción cero -que también en su origen fue una idea europea- obligaría a los soviéticos a desmantelar los misiles que apuntan hacia Europa (333 SS-20 o Pionero según la denominación soviética y 280 SS-4 y SS-5, todos ellos en territorio de la URSS) a cambio de que los nuevos euromisiles jamás crucen el océano y, por tanto, jamás puedan alcanzar al potencial enemigo. El vicepresidente norteamericano, George Bush, viene manteniendo, la cantinela de la opción cero en su actual gira por aquellos países que en principio se habían comprometido a acoger misiles Pershing y Townhawk.
Moscú, por la congelación
Los soviéticos también han lanzado su propia propuesta cero, que mereció no hace mucho un comentario un tanto irónico por parte de Reagan: "Pretenden que tan sólo nosotros nos quedemos a cero". El plan de la URSS consiste en congelar en su actual nivel el armamento nuclear de alcance medio (entre mil y 1.500 kilómetros). Para 1985, dejarlo reducido a seiscientos misiles (de los mil aproximadamente que cada bloque posee actualmente), y rebajar esta cifra a tan sólo trescientas unidades por cabeza para 1990.
Ahora bien, según la propuesta soviética, de los trescientos misiles instalados en Europa Occidental, tan sólo cincuenta serían norteamericanos. Los 250 restantes incluyen los arsenales nucleares privados de Gran Bretaña y Francia. La propuesta, huelga la explicación, es tan inaceptable para la Alianza Atlántica como la opción cero lo es para el Pacto de Varsovia.
Frente a estos dos extremos, quedan tres posibles salidas: la negativa por parte de uno o varios países a instalar los euromisiles (esto podría ocurrir en la República Federal Alemana si los socialdemócratas ganan las elecciones el 6 de marzo, o en Holanda, donde los movimientos pacifistas constituyen de hecho una fuerza viva); retrasar el despliegue de los Pershing II y Tomahawks en tanto los negociadores norteamericano, Paul Nitze, y soviético, Yuli Kvitsinsky, siguen paseando por los bosques de Ginebra y almorzando en restaurantes de las afueras, es decir, mientras prosiguen las negociaciones INF (Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio); o, por último, llegar a un acuerdo que permita un despliegue reducido de euromisiles a cambio de que la URSS destruya parte del arsenal con que actualmente apunta a Europa Occidental.
Fue precisamente en un acogedor restaurante de Saint-Cergue localidad desde la que se divisa Ginebra al borde del lago Leman donde Nitze y Kvitsinsky creyeron, por un momento, haber roto el nudo gordiano de las negociaciones de Ginebra (en palabras de Nitze).
Sus respectivos gobiernos se en cargaron de demostrarles que ambos se habían excedido en sus prerrogativas negociadoras. No obstante, el acuerdo de principio podría muy bien convertirse en un punto de partida para cualquier acuerdo al que pueda llegarse antes de finalizar el año, antes de que los euromisiles comiencen su travesía transatlántica.
El primer sacrificado, según este plan, iba a ser el Pershing II, niño mimado del Ejército de Tierra norteamericano y el más temido de todos los euromisiles: aunque desde la RFA no podría alcanzar la capital soviética, sí podría llegar a cualquier objetivo cercano en tan sólo nueve minutos, y su potencia es quince veces superior a la de la bomba lanzada contra Hiroshima nada menos que de 250 kilotones. Según el proyecto de acuerdo Nitze-Kvitsinsky, Estados Unidos desplegaría 75 misiles de crucero (con un total de trescientas cabezas nucleares, cuatro por cada plataforma de lanzamiento) y la Unión Soviética dejaría reducido su arsenal europeo a 75 misiles SS-20 (con un total de 225 cabezas, tres por cohete). Los SS-20 que apuntan hacia China y Japón quedarían congelados en noventa unidades, y los misiles y bombarderos de Francia y Gran Bretaña no entrarían en la negociación.
Conversaciones en paralelo
En el mismo escenario en que se desarrollan estas negociaciones, en la Villa Rosa situada en los terrenos de la embajada soviética en Ginebra, Estados Unidos y la Umión Soviética prosiguen sus conversaciones para intentar reducir también sus arsenales atómicos estratégicos, dentro del marco de las START (Strategic Arms Reduction Talks), en cierto modo continuación de las SALT (StrategicArnis Limitation Talks), con la salvedad de que ambos gobiernos prefileren ahora hablar de reducción y no de limitación.
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