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Tribuna:
Tribuna
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El cambio en las asociaciones de vecinos

Es evidente que las circunstancias políticas han cambiado, que muchos de los que hoy son frailes, antes han sido cocineros, y que sus intereses coinciden con las aspiraciones populares, pero aún sentimos en nuestros cuerpos asociativos aquella mal entendida tregua que las asociaciones dimos a los ayuntamientos democráticos y que tan cara costó al movimiento vecinal y a los propios ayuntamientos.No vamos a pretender que la solución a nuestros barrios y pueblos se haga en dos días, pero sí vamos a mantener al movimiento en tensión para exigir al Gobierno socialista la solución a las demandas vecinales.

El movimiento ciudadano, que en la actualidad demanda del Gobierno un reconocimiento político y jurídico que se le negó en etapas anteriores, se hará mayor de edad en la medida en que se demuestre su independencia ante las presiones, sugerencias y recomendaciones que vinieren de los diversos poderes institucionales e influencias de partido. Situación que parece superada. Pero debemos estar alerta ante posibles fiebres ya padecidas.

Hay quien alegremente, en esr tos momentos, quiere negar a las asociaciones el pan y la sal, porque argumentan que son entidades casi incompatibles con ayuntamientos y partidos. Y es precisamente ahora cuando el tejido social es más necesario.

Como nos dijo el presidente Felipe González en la entrevista mantenida con él, "sin la participación del pueblo organizado, el cambio sería imposible".

Y es que la dura realidad de nuestros barrios no ha cambiado: la falta de viviendas, la mala urbanización, la inexistencia de equipamientos sociales, la carencia de una cultura al servicio del pueblo, por citar algunos ejemplos, siguen siendo los problemas que hoy sufrimos, en nuestros lugares de residencia.

Este panorama debe ser contrarrestado por unos vecinos organizados en unas asociaciones que de no existir habría que fundarlas, para que trabajen en base a unos presupuestos que cuestionen el actual modelo de ciudad y contrarresten las actuaciones de los monopolios en las diversas áreas.

Y en esta línea hemos elaborado el programa reivindicativo de las asociaciones de vecinos, que, pese a sus limitaciones, representa un programa alternativo para cambiar la ciudad, transformar los consumos y adecuar la oferta a la demanda social.

Las nuevas funciones

Y partiendo de ese binomio diálogo-reivindicación ante la Administración que las circunstancias políticas demandan hoy, y que nosotros siempre deseamos, aunque a veces, por actitudes antidemocráticas de anteriores ejecutivos (centrales y locales), no lo consiguiéramos, el movimiento ciudadano es consciente de la necesidad de transformarse, de abarcar una amplia gama de tareas que haga posible la solución de ese cambio que todos deseamos y entre todos hemos de conseguir.

Lo primordial que hay que conseguir es la ampliación de nuestras propias bases, que las asociaciones seamos capaces de extendernos por aquellos lugares a donde aún no llegamos, que la organización de los ciudadanos aumente y que desde nuestro trabajo podamos ilusionarnos para buscar, con esa influencia conseguida, la fijación de una nueva oferta de ciudad.

Es en este sentido en el que las asociaciones de vecinos somos un cauce válido, porque disponemos de una base organizativa extendida por todo el Estado y que ha revalidado su capacidad reivindicativa eficazmente, y porque desde hace años hemos abordado posicionamientos claros frente a la ciudad de los monopolios, lo que nos lleva a poder perfilar un programa capaz de hacer una ciudad nueva.

Hoy podemos afirmar que las asociaciones de vecinos configuramos la parte más sólida del movimiento ciudadano. Un movimiento de amplia base popular, al que en los últimos años le ha faltado una perspectiva política clara, lo que ha favorecido la dispersión y la espontaneidad en los temas globales, supeditados en ocasiones a la influencia partidista.

Este es el problema que debe resolverse en el próximo encuentro.

Las reivindicaciones

Se trata, en definitiva, de impulsar no sólo una conciencia de barrio, sino de ocupación de espacios que nos llevan a nuevas formas de vida cotidiana, de reivindicaciones y de actividades socioculturales. El consumo, la ecología, el deporte, la paz y el desarme son algunos de los temas que deben ser tratados.

Y todas ellas, junto a las viejas peticiones, en el marco de una amplia participación ciudadana en la vida pública, en sus tres niveles (local, autonómico y central).

Si el Gobierno socialista puede condicionar la realización de algunos proyectos a la situación económica, no estará nunca justificado que haga lo mismo con la política de ampliación de la participación del ciudadano en la vida política.

Es hora de hablar del Gobierno, y no esperemos a la próxima semana gobernadores, directores provinciales..., informen de sus tareas, proyectos y problemas, escuchen a los ciudadanos y soliciten su colaboración; nuestras asociaciones están dispuestas a organizar esos encuentros.

Y junto a ello, seguiremos reivindicando una nueva ley de régimen local u otra donde pueda .regularse esa participación y donde se premie esa labor de ciudadano organizado, declarando las asociaciones de vecinos como entidades de interés público y dando facilidades a aquellas personas que pusieron su actividad al servicio de la comunidad. Es el momento de reivindicar las horas vecinales. En definitiva, las asociaciones reclamamos ese espacio político que como movimiento social hemos conquistado en nuestra ya dilatada existencia.,

Pero que nadie se duerma: a las asociaciones poco nos han regalado; es necesário que la lucha siga en el barrio, y si es preciso, con fuertes movilizaciones, y a nivel de ciudad, en el pueblo y en la coordinación estatal. No vamos a burocratizar el movimiento, sino a pedir todas las asociaciones unidas y organizadamente el peso político que nos corresponde.

Y así hasta lograr un nuevo modelo de vida, mediante un programa reivindicativo ecologista, no consumista, comunitario, democrálico, a favor de la paz y la distensión, desarrollando un proyecto cultural vinculado al modelo de ciudad que proponemos, donde se primen las relaciones colectivas y solidarias de los vecinos.

Fernando Martos es presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid.

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