Brahms como si fuera Berlioz
La Sinfonía número 82, en do mayor, de Haydn, y el Réquiem alemán, de Johannes Brahms, llenaban el programa dirigido a la Orquesta Sinfónica de RTVE por Miguel Angel Gómez-Martínez. Obras, ambas, que precisan de la seguridad, el dominio y la continuidad que el maestro granadino posee, pero también de un ahondar en los contenidos para, desde ellos, acertar con el estilo, que no se reveló en la audición del otro día.Una de las consecuciones de la música dieciochesca, como bien indica Marías en sus comentarios, fue "el nuevo y definitivo imperio de la dinárnica". Sin una buena organización dinámica, los demás valores palidecen a la hora de interpretar una sinfonía como la 82 de Haydn.
Obras de Haydn y Brahms
Orquesta Sinfónica y Coro de R TVE. Director: M. A. Gómez-Martínez. Teatro Real. 22 y 23 de enero.
El caso del Réquiem brahmsiano es todavía más problemático. Siempre quedará desnaturalizado si se enfoca como una pieza de bravura, como una feria de fortísimos, con todo el sentido del texto oculto en el gritar a voz en cuello de los coros. Tal interpretación no es asunto personal, no es cuestión de puntos de vista, sino contradicción sustancial con la misma entraña de una partitura cuya mayor belleza reside en la infinita intimidad.
La formidable memoria de Gómez-Martínez, la claridad de las líneas, pierde valor en el Réquiem ante el afán de desmedida brillantez. Ni los fuertes más acusados pueden ser idénticos en Brahms que en el Réquiem de Berlioz, y ya es grave que tengamos que citar pentagramas tan alejados del Réquiem brahmsiano. Por los valores antedichos y por esa brillantez que, aún inadecuada, tira de grandes sectores de público, Gómez-Martínez, Coro y Orquesta fueron largamente aplaudidos.
Babelia
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