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La democracia parlamentaria

Durante su etapa de despegue político, el Gobierno ha utilizado generosamente el decreto-ley. El engrase de precios, circunstancialmente congelados por el Gabinete anterior, exigía decisiones rápidas y no debates parlamentarios. Ello ha dado en algún momento la impresión de que el Congreso funciona ahora a bajo rendimiento, lo que no es cierto a la luz de las iniciativas legislativas que anuncian y representan los grupos parlamentarios. Tanto Alianza Popular como la minoría catalana elaboran proyectos, interpelaciones y preguntas a un ritmo uniformemente acelerado, mientras el Gobierno parece adoptar la actitud filipina de legislar sin pausas y sin prisas. Tiene una legislatura por delante. Y una serie de proyectos a gran escala, como la reforma del Código Penal, despenalización del aborto incluida.Hasta que no llegue al Congreso el proyecto para despenalizar el aborto, posiblemente no se encienda el interés ciudadano por el juego político. De momento, no hay ambiente emocional, y tal vez no logren crearlo ni las votaciones para elegir a los nuevos consejeros de RTVE ni a los nuevos miembros del Tribunal Constitucional, dos asuntos en los primeros lugares de la lista de espera parlamentaria. Posiblemente se inflamen los ánimos más nobles de la sufrida burguesía ante el proyecto aliancista de reformar la ley de Arrendamientos Urbanos, lo que corregirá ciertas situaciones asfixiantes en el gremio de caseros. Pero lo importante de aquí al verano, si exceptuamos las elecciones municipales, será el tema del aborto, sobre el que inciden factores de contundencia dramática, como el lamento de la Magistratura por una carencia de regulación legal o la amenaza de excomuniones que lanza el código vaticano.

Habrá pronto, eso sí, escenas parlamentarias que propiciarán el humor de los cronistas.

21 de enero

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