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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La Reina y los humanoides

La visita de la reina doña Sofía a Henry Moore, en Inglaterra, ha producido una viñeta como de cuento, esa reina perdida entre inmensos humanoides, las creaciones del más grande escultor del siglo, que ha diseñado a lo largo de su vida y su obra una humanidad montuosa y feliz donde una maternidad tiene el vago y sereno perfil de una cordillera.Pablo Picasso y Henry Moore, los dos grandes creadores del siglo, los que más inequívocamente hacen siglo XX, son, además, artistas felices, y nos dejan una obra sin angustia (salvo el Guernica y otros momentos de crispación histórica). Esta felicidad no se debe a inconsciencia, claro, ni a prosperity, como la superficialidad del yanqui Lichtenstein, que la otra tarde nos ha hablado en la March, presentando su obra. Picasso / Moore son felices (hablo siempre de la obra que es, como diría Jung, el "acontecimiento" del artista), porque, lejos de ignorar las guerras del siglo, están diseñando una humanidad futura, pagana y eterna, más hedonista en el español, más aplaciente en el anglosajón. Henry Moore, "vencido de la edad", que diría Quevedo, trabaja ahora en materias leves, como el cartón piedra, pero su diseño, su imaginación, la majestad de sus humanoides -superhombres nada nietzscheanos- es la misma de los buenos y grandes tiempos. Mi querido maestro Francisco Indurain me tiene recordado que el sufijo men significa conjunto, y en este sentido yo diría que toda la obra de Moore está hecha en men, que una madre de Moore son todas las madres.

Esto que digo de Moore no es una teoría estética, sino que, traducido a lo social y político, significa que Moore ha hecho siempre socialismo. Esas humanidades unipersonales y orográficas de HM no pueden ser sino la humanidad. Mientras el realismo socialista o estatalista acumula obreros, aduna metalúrgicos o espigadoras para redimir en muralismo el mundo del trabajo, Henry Moore (precisamente por el tiempo de las Trade Unions británicas) resume la humanidad laboriosa y fecundante en una maternidad de acero y paciencia. Por este paisaje grandioso, colectivo, unánime, se ha paseado nuestra Reina, y sus ojos gris /gamuza, gris /cierva, gris / guante, no habrán dejado de percibir el retrato al minuto del siglo XX, el retrato al siglo del minuto actual, en la obra de su escultor amigo. España, como si dijéramos. Nuestros grandes escultores -Oteiza, Chillida, Pablo Serrano- también han esbozado grandiosidades semejantes, porque lo decimonónico era el unipersonalismo de Rodin/Rilke, y lo irónico /alimenticio es la hamburguesería imaginativa y neoyorquizante de Lichtenstein. La rebelión de las masas, por decirlo con fórmula consagrada que ni siquiera hace falta entrecomillar, como la apacibilidad de las masas, la gobernabilidad de las masas y la unanimidad rubendariana de las masas es lo que vive hoy España, tras las últimas elecciones: diez millones de votos para Felipe González, diez millones de madres en una madre enorme y delicada de Henry Moore.

Motín de paz, hombre recrecido y futuro, la imagen creada por HM es la maqueta de una humanidad creciente, común y venidera. Estilizada por exageración (el XIX estilizaba por minimización), la gente de Moore es la gente del siglo, que ha tomado figura, perfil y asiento en todas las democracias modernas. Por eso decía uno al principio que Moore, como Picasso, hace siglo XX.

De nuestra Reina tengo comprobado protocolariamente que sabe mirar. De modo que, sin duda, también sabe ver. En el taller y el jardín de Moore ha visto el fotomatón monumental del siglo, la socialidad. La mejor instantánea de nuestra sociedad se la ha dado un inglés. Alicia en el país de las multitudes. Sofía en el país de las maravillas.

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