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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La chapuza de Sharon

LAS NEGOCIACIONES de paz que iniciaron ayer los delegados de Israel con los de Líbano son, naturalmente, incompletas, desde el momento en que Líbano está escasamente representado por los falangistas cristianos, y la paz posible que salga de estas conversaciones sólo puede estar presidida y sostenida por la fuerza de las armas y sobre el terreno movedizo de un país asolado, ocupado, asesinado. No será fácil que, como consecuencia de estas negociaciones, los soldados de Sharon abandonen definitivamente el país y lo confíen a sus aliados en esta operación: son, a pesar de la sangría, demasiado débiles para contener la ola de odios, venganzas y restituciones. Se habla ya de la posibilidad de unas bases permanentes de Israel en territorio libanés, aparte de la continua presencia de sus blindados en una frontera absolutamente permeable.Desde un punto de vista diplomático y desde el realismo más estricto, la mejor calificación que se podría dar a esta paz de hecho, si llega a formalizarse, es la de chapuza. Pero toda la operación de Sharon, desde que invadió el Líbano, está basada en esto que sumariamente llamamos chapuza: la colocación en Beirut de un presidente fantoche y, una vez asesinado (en circunstancias notablemente oscuras), la sustitución por su hermano, la evacuación de los palestinos supervivientes, las matanzas en los campos de refugiados, que distan mucho de ser solamente pasionales o casuales (forman parte de un terror deliberado para dominar a la población musulmana), tienen escasamente que ver con un plan político y no escapan en ningún momento a la simpleza de la brutalidad. Sharon, junto a quien el otras veces dominante, duro y soberbio primer ministro Begin, no es más ya que un párvulo inválido y estupefacto, ha manejado una vez más la política del providencialismo armado y está tratando de convertir la situación en definitiva con un documento propio que se presentará, si es posible llegar al final, como resultado de un acuerdo mutuo. El silencio general árabe -o, más que el silencio, la inactividad-, el lavado de manos de. una Unión Soviética demasiado atribulada con sus problemas en Europa y en Asia, y la ayuda más o menos matizada de palabras contradictorias, pero eficaz y clara, de los Estados Unidos, pueden formalizar esta operación y convertir la chapuza en documento. A fin de cuentas, la historia está más o menos escrita por chapuzas de esta índole.

La otra cara de la situación estaría, momentáneamente, en las conversaciones de Palma de Mallorca entre Yasir Arafat y el canciller de Austria, Bruno Kreisky, cuya condición de neutralista y eurosocialista se ponen por encima de su condición dejudío, aunque le hagan a veces más propicio a los ataques de Sharon y su pottavoz Beguin. No olvidemos que Arafat fue recibido por el Papa apenas evacuado de Líbano, y que mantiene unas conversaciones y unas relaciones continuas con países occidentales; y es de justicia recordar que el primero de entre todos los políticos occidentales que le recibió fue Suárez. Se dijo entonces que el presidente del Gobierno español. tenía entonces la condición subterránea de mediador con los Estados Unidos; se vuelve a decir ahora de Kreisky. Las conversaciones de Mallorca pueden ir bastante más allá del simple hecho de una mediación humanitaria para el intercambio de prisioneros. Dentro del grupo occidental, y principalmente en Europa, no se puede creer fácilmente que la operación de Sharon vaya a terminar tan rápidamente, tan cómodamente; ni que la situación de Líbano esté decidida, ni muchos menos, la del pueblo palestino. En el propio Israel no ha cesado la incomodidad, la protesta y la reacción contra Sharon; incluso el temor de que esté convirtiendo poco a poco el país en una dictadura personal.

Todo el complejo del Próximo Oriente está en el aire; la ficción de las negociaciones puede dar la sensación de una operación terminada, pero está lejos de representar el verdadero plan de paz definitiva para la gran región. Este plan de paz ha de pasar forzosamente por una estabilidad mucho mayor que no solamente asegure la existencia y la solidez del estado de Israel y elimine, al mismo tiempo, la actual agresividad de sus dirigentes; también ha de evitar, sobre todo, la sensación de víctimas humilladas y borradas del campo de la historia a los pueblos islámicos y, en primer lugar, al pueblo palestíno. El deslumbramiento de'una operación militar rápida y eficaz no puede ocultar esta realidad más profunda, más histórica, más palpable. En el Estado de Israel se siente claramente que la supuesta operación de seguridad es más para el día que para el futuro, y crea más riesgos que solidez.

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