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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La propuesta de Andropov

LA PROPUESTA de Andropov para un desarme simultáneo de armas nucleares hasta reducirlas en un 20% o un 25% -según los cálculos de potencia- de su capacidad actual ha recibido de inmediato la respuesta habitual, casi estereotipada, de "gesto de propaganda". Andropov tiene la intención de mostrar que algo ha cambiado -o podría cambiar- tras la muerte de Breznev, y no quiere perder la iniciativa propagandística con respecto a los movimientos pacifistas europeos, dejando a Estados Unidos el papel de intransigentes. La intransigencia tiene también no obstante sus razones. La inaceptabilidad de la propuesta soviética la centra Washington en su doctrina sabida: no hay reducción simultánea posible mientras la URSS siga teniendo una superioridad de armas en Europa, y nada es válido si no se llega a una "opción cero", es decir, a Ias cifras de armas nucleares que Estados Unidos creen que serían equivalentes, y que suponen un desarme ruso mucho más numeroso que el occidental.Aún teniendo en cuenta el caracter propagandístico de la oferta de Andropov, no debe ser tan rápida y sumariamente desechada. Europa, el mundo, están enfermos de rearme. Y esta enfermedad está cambiando algunas de las estructuras políticas y sociales del continente, y probablemente están modificando el suelo bajo Reagan más de lo que él mismo cree: la negación de la Cámara de Representantes a la instalación de nuevos misiles, la oposición de la Junta Episcopal (católica) a la nuclearización, el crecimiento de los movimientos pacifistas, el resultado de las elecciones a medio término, son movimientos indicativos de una nueva moral en este terreno, cuando sólo faltan dos años para la nueva elección presidencial, es decir, uno sólo para el principio de las elecciones previas en los partidos, las convenciones y la campaña. Esta enfermedad nace de un sentimiento cada vez más agudo de que la guerra es ya posible, y de que una serie de escaladas en la actual situación mundial podrían aproximarla mucho. Hay un crecimiento del miedo.

Probablemente, el miedo mayor está viniendo de la URS S. Puede ocurrir también que se esté subestimando el pánico y la reacción soviéticas a la instalación de los 550 euromisiles que pueden estar dispuestos a finales del año próximo. En la URSS hay una psicosis de guerra posible, que sólo puede ser comparable a la que hubo en China (frente a la URSS) en los últimos años de Mao y aún en los primeros de la sucegión; esa certidumbre de guerra inevitable es la que llevó a China a los grandes cambios actuales. Esperar que la URSS pueda cambiar en ese mismo sentido es sin embargo utópico, y quizá sea esa utopía el último pensamiento de Reagan. La petición, el pasado viernes, del ministro soviético de Asuntos Exteriores, Andrei Grorniko, al embajador norteamericano en Moscú, Arthur Hartman, para que Washington examine seriamente las propuestas formuladas por Andropov, indica la importancia que concede el Kremhn Al tema. El miedo, la contracción y la sensación de cerco que experimentan en estos momentos los-dirigentes soviéticos es muy considerable, y la contradicción que hay entre este miedo y la posesión de un arsenal sencillamente monstruoso, debe producir toda clase de preocupaciones.

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