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Reportaje:

Los pueblos inundados de Valencia celebraron la Nochebuena sin signos externos y con escasos medios

En las comarcas de la ribera del río Júcar, en Valencia, afectadas por la inundación ¿el 20 de octubre, también se comió turrón y se bebió vino y un poco de champaña la Nochebuena, aunque el aspecto externo de los pueblos, sin luz eléctrica ni rasgo extraordinario alguno, no revelara que habían llegado las fiestas. Muchos habitantes de la zona se encontraban sin casa, porque se la llevó la riada hace poco más de dos meses. Sin luz eléctrica ni símbolos como árboles de Navidad, las calles no dieron ningún aspecto navideño. Ellos tuvieron que celebrarlo en locales habilitados para comedores por el Ejército, como Benegida, donde los soldados intentaron imitar las serpentinas y los adornos navideños con rollos de papel higiénico o bolsas vacías. Quienes conservan algún techo dieron a las fiestas un carácter más íntimo, aunque acorde con los escasos medios que han tenido para la celebración.

La noche del 24 de diciembre es la cita anual para el encuentro de la familia y de los amigos más próximos. Además. de la fiebre consumista, la fecha llama a una celebración solidaria prolongada hasta la madrugada del siguiente día con villancicos y fiesta. En los pueblos del Júcar, situados aguas abajo de la presa de Tous, se oyeron cantos y se rió, aunque se conservó una profunda pena por todo lo recientemente perdido.Dar una vuelta, en fiestas navideñas, por estas comarcas que llevan dos meses largos rehaciendo su vida cotidiana y su economía es un eficaz sondeo de psicología colectiva. La energía social de los ribereños del Júcar para rehacerse acredita la teoría de que frente a las grandes tragedias surgen las grandes respuestas. La Navidad de 1982 no está siendo para estas gentes un paréntesis en sus economías precarias, sino que forma parte del impulso de superación que practican desde que el río se llevó lo que tenían.

Benegida, pueblo de seiscientos habitantes, que va a ser construido de nuevo en terreno más seguro, preparaba la tarde del día 24 una cena animada para la noche. Durante dos meses, sus antiguos moradores se encuentran para las tres comidas del día en un almacén de maduración de coloración de naranja, habilitado como comedor. Una unidad del Ejército mantiene la cocina y transforma el local en un rancho de bullicio y conversación. Sólo han vuelto a vivir al pueblo cinco familias. El resto, la mayoría, se ha distribuido por los pueblos próximos en casas, con familiares y amigos que han cedido su hogar para mantener a los damnificados. Benegida, a excepción de su comedor, está deshabitada, muerta y destruida. Los viejos se calientan junto a la carretera en un fuego de leños rescata dos del barro.

"La Nochebuena es una fiesta para estar cada uno en su casa, pero este año lo mejor que podemos hacer es celebrarla juntos", comentan los vecinos que proyectan el desarrollo de la velada. No se avienen a aceptar como definitiva una vida compartida y colectivizada como la que practican des de la riada. Por ello, señalan con nostalgia la cena que prepararon hace exactamente un año con la cocina de gas de su casa, con el calor de su estufa y la despensa llena "Va a ser una noche de alegría y también de pena. Estamos todos vivos, pero no tenemos nada. Las casas están vacías y si queda algo es basura".

Obsequio de champaña

El menú consistió en un trozo de carne, asado por los reclutas, y mucho vino. El alcalde dirigió telegramas a, algunas marcas de champaña para que enviaran un obsequio de botellas para esta celebración, pero no llegaron. Los turrores no faltaron, gracias a la Cruz Roja Española. Los soldados decoraron el almacén con motivos navideños de elaboración rudimentaria. Echando mano del almacén de intendencia, la mostaza se convirtió en eficaz rotulador, que felicita las fiestas a los vecinos. Las bolsas de sopa vacías cuelgan de un árbol navideño blanqueado con abundante harina. El papel higiénico de colores imita las serpentinas.Luego, la fiesta transcurrió como estaba previsto, con la asistencia de medio pueblo. Primero, luna misa en el improvisado altar del comedor, porque el de siempre quedó sepultado bajo siete metros de agua. A medianoche, después de la cena, baile, canciones y la vi sita inesperada del nuevo gobernador civil, Eugenio Burriel, quien, con su esposa y su hijo mayor, se unió a la jarana. "Pienso que éste es un día de estar cada uno en su casa", les dijo. "Aquí, en Benegida, la única casa de todos es ésta" agregó un viejo agricultor.

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La improvisación festiva de los pequeños pueblos que han optado por la fiesta solidaria de la vecindad mostró otro rostro distinto en las mayores poblaciones de la ribera, donde la pérdida de viviendas no ha sido significativa y la gente, por tanto, podía disponer p . ara la celebración de la Nochebuena de los enseres domésticos que le acompañan cada año. La nota más destacada de núcleos urbanos como Alzira y Carcagente era la carencia de elementos externos que acreditaran la fiesta. En la calle se palpaba el apretó, de cinturón que todos se han aplicado para reducir los gastos expléndidos que conlleva la Navidad. No resulta extraño encontrar en esa calle una persona que lleva bajo el brazo la almohada y otros elementos del hogar, adquiridos minutos antes en un reabierto comercio, en vez de la cesta de Navidad y los regalos típicos de la celebración.

Navidad en casa

Los signos externos que han desaparecido, guirnaldas de luces de colores, árboles adornados, escaparates tentadores, no deslucieron, sin embargo, la cena en el interior de la casa. Sobre la mesa aparecieron los ingredientes gastronómicos habituales para estas fechas, si bien claramente recortados en su cantidad. Quien más quien menos ha tenido graves deterioros en su coche, por citar un ejemplo de daño menor, según comentaba un alcireño, veinte años emigrante en Suiza, que ha perdido con la riada la planta baja de su vivienda, situada junto al hospital: "No es lo mismo la miseria que la pobreza.En este comedor han desaparecido todos los muebles, pero lo que hay está limpio y lo ofrezco al que venga". Si el pasado año compró cuatro botellas de champaña, éste ha comprado una. Los polvorones los ha recibido de las monjitas que hicieron reparto desde la parroquia a los vecinos del barrio, sin pasar por el avituallamiento municipal.

La tradición valenciana de estrenar también ha quedado recortada para otros años más boyantes. Padre y abuelos no entregaron billetes y monedas nuevos de dinero a su descendencia, como marca la tradición, al calor del portal de Belén, porque sus economía disminuidas dependen de la ayuda a fondo perdido del cuarto de millón de pesetas que el Gobierno está entregando. Todavía las listas del reparto de ayudas económicas se exponen en los Ayuntamientos para saber cada uno cuándo le toca el turno.

De la misma forma, el Ayuntamiento de Alzira ha organizado una venta de cocinas y estufas a precios módicos para incrementar esta ayuda. Los vecinos de Benegida decidieron, a excepción de cuatro o cinco de ellos, hacer un fondo común con las ayudas económicas del Gobierno y entregar a cada caso, por ahora, 160.000 pesetas.

"Quien marca el consumo es la clase trabajadora y ésta actualmente está en paro, consumiendo sus reservas", expresa el economista Xavier Sierra, presidente de Afiva (Asociación de Afectados de las Inundaciones de Valencia). El consumo se ha reducido drásticamente en las poblaciones que sufrieron la riada, mientras se reconstruyen las industrias. Para el trabajador del campo, la recuperación es más difícil.

Larga recuperación

La inversión de un esfuerzo en la industria y en el sector servicios encuentra una rentabilidad más inmediata que si se dirige a la agricultura, donde su recuperación requiere largo tiempo de cuidados. Contrastan los comercios que han reabierto sus puertas para la Navidad, trabajando los días laborables y festivos, con la paralización total de los campos de cultivo que rodean la ciudad.Los escombros y capas de barro endurecido se amontonan entre los naranjos. Los huertos de hortalizas se borraron de la geografía física.

Las iniciativas para endulzar durante la Navidad este panorama está partiendo de diversas instancias. El presidente de la Generalitat, Joan Lerma, ha anunciado que la institución repartirá 6.000 juguetes a los niños de la ribera. Los Reyes han deseado enviar también a la zona de inundaciones el millar de juguetes que todos los años les regala la Feria Internacional del Juguete de Valencia. El próximo jueves, una caravana de autobuses recogerá a 3.500 niños de estas comarcas par trasladarlos al circo Kron, instalado en la plaza de toros de Valencia, con motivo de un festival montado exclusivamente para ellos.

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