Nunca hay motivos contra la vida
Todo ser humano comienza su existencia con la fecundación, mecanismo que se da en todos los animales sexuados, y que va unida naturalmente a la atracción y unión sexual normales. La nueva célula resultante de esa fecundación presenta un dinamismo biológico asombroso: enseguida, por un rápido proceso de segmentación, se forman gran cantidad de células hijas, unidas y trabadas entre sí, y los procesos biológicos que acontecen se suceden a una velocidad y con una delicadeza mayores que en el adulto. Es como si este nuevo ser tuviese más vida que el adulto. Pero, además de ser un ser vivo, es un ser individual, pues tiene en sí mismo la capacidad de seguir viviendo por su cuenta, tomando del medio en que se encuentra lo que necesita e incluso, en muchos casos, aun cuando la madre esté desnutrida o enferma. Y, como todo ser humano, tiene 46 cromosomas en sus células, gracias a los cuales no sólo sigue un patrón general en su desarrollo, común a todos los seres humanos, sino, además, va a seguir un a modo de guía que le presta la carga genética aportada por los padres, lo que determinará el color del pelo, la tonalidad de la voz y hasta la estructura de los órganos internos y determinadas disposiciones para enfermar.A la semana aproximadamente se implanta en la propia pared uterina materna, gracias a lo cual recibe nutrición más directamente de la madre, lo que hace que empiece a crecer con rapidez. Al mes ya mide unos cuatro milímetros y medio, su esbozo cardiaco ya presentaba contracciones desde hace una semana, y sus miembros y cabeza ya son perceptibles. Pero tanto desde la fecundación hasta el nacimiento y aún más, hasta la senectud, los procesos biológicos no se interrumpen, se pasa de unos a otros períodos insensiblemente, e incluso se puede decir que la intensidad en los mecanismos de esos procesos biológicos va disminuyendo con el tiempo. Para definir, pues, a un hombre no podemos basarnos en el grado de maduración (física o psíquica), sino en algo más profundo, pues un hombre o una mujer es y permanece siendo tal durante toda su vida, sea la forma corporal que sea, tanto si tiene la forma de una simple célula como la de un anciano achacoso, que aparentemente no rinde ningún servicio a la sociedad. Por ello, si se acepta el aborto considerando que el nuevo ser no es plenamente un hombre, tampoco podríamos aceptar que lo sea plenamente un subnormal, un enfermo,. un anciano, o todo individuo que, por cualquier motivo, no presente una maduración determinada, y todo ello, en relación a algo tan subjetivo como determinar qué se entiende por madurez y quién tiene que determinar tal concepto. Si las razones para el aborto son otras es que no queremos ver la realidad: desde los comienzos (y al margen de toda idea confesional o de partido), en el vientre de una madre hay un ser humano.
Todo esto, que es tan claro, o no quiere verse tal cual es o se silencia o se tergiversa. No es extrar-lo que el Pleno del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos declarase el 7 de enero de 1982: "Nos oponemos con toda energía a los abortos llamados terapéuticos o eugenésicos, porque son un flagrante ataque a la vida de un ser humano, que, como científicos, sabemos que se inicia en el primer instante de la concepción, al unirse, formando un ser distinto, las células reproductoras de los progenitores." Y añade: "Como sanitarios, rechazamos su despenalización, que convierte en lícito el ataque a la vida del niño, precisamente el ser más indefenso de la humanidad en su estado intrauterino, en el lugar en que más confiadamente protegido le ha situado la naturaleza. Consideramos peligrosísímo ese desvío que se pretende de las profesiones sanitarias, haciéndolas servir, no a la salud ni a la vida, sino a intereses egoístas de adultos que llegan a justificar un homicidio con onsideracíones sanitarias". Y es que, por muy molesto que sea un embarazo, no hay nunca motivos ni razones suficientes para cortar una vida humana.
No es honesto invocar los sentimientos de la gente para crear un clima de apoyo a algo monstruoso. Ni tampoco se puede, farisaicamente, invocar el argumento de pretendidos moralistas que intentan inmiscuirse en el terreno de la ciencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.