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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Rey pide solidaridad

EL ACOSTUMBRADO mensaje que el Rey suele dirigir a la sociedad española en las vísperas de Navidad ha subrayado, en esta ocasión, el llamamiento a la solidaridad y a la esperanza para hacer frente a "los problemas y las dificultades que, como a otras naciones, nos aprietan y a veces nos angustian". Los sentimientos de solidaridad y esperanza, ha dicho don Juan Carlos, están interrelacionados y han sido forjados "día tras día, año tras año, esfuerzo tras esfuerzo, en nuestra biografía reciente como pueblo". Es evidente que únicamente la solidaridad entre los empleados y los parados, las regiones desarrolladas y las atrasadas, los instalados y los marginados, el sector público y la iniciativa privada, podrá facilitar la búsqueda de una salida a largo plazo a la crisis económica y el hallazgo de los medios imprescindibles para paliar, entre tanto, sus devastadores efectos sobre las zonas más desprotegidas de la población. Las coincidentes exhortaciones morales de don Juan Carlos y del Presidente del Gobierno a la solidaridad constituyen, de esta forma, el fundamento legitimador orientado a conseguir que los que más tienen acepten las cargas necesarias para financiar esa tarea de redistribución fiscal de la renta, a través de las prestaciones sociales, capaz de materializar en cifras y en servicios el apoyo a los que tienen menos o nada tienen. En esta misma perspectiva, la esperanza debe significar, en la práctica, la articulación de expectativas sociales alejadas del pesimismo que hagan factible los proyectos privados de inversión creadores de empleo, concedan al Gobierno y a la mayoría parlamentaria el margen de confianza suficiente para llevar adelante sus estrategias de reforma y mantengan un mínimo de entendimiento y voluntad de diálogo entre los diversos componentes de nuestro pluralista entramado social.

El Rey ha mencionado la riqueza de acontecimientos del año a punto de concluir, oblicua referencia a los espectaculares cambios producidos en la esfera política, ha calificado como ejemplar el sistema de "generosa convivencia en libertad" que encuadra nuestra vida pública y ha ratificado, una vez más, su convicción de que "nos encontramos en el camino adecuado" y su confianza "en la bondad y eficacia de las instituciones". Don Juan Carlos también ha invitado a la tolerancia entre los españoles y a la comprensión respecto a los sectores emocionalmente distanciados del sistema constitucional, al recordar que "la fuerza moral de nuestra situación" consiste precisamente en impedir que nadie imponga su voluntad a los demás y en conceder a todo el mundo "la oportunidad de trabajar a nuestro lado en el mismo proyecto común". Asimismo, el mensaje real ha mencionado la deuda de agradecimiento "de cuantos aman el orden y la libertad" hacía las víctimas del terrorismo que ofrecieron su vida "en el cumplimiento del deber para conservar esta paz y estas posibilidades de futuro que nos ilusionan".

La necesidad de respetar la dialéctica entre unidad y diversidad, entre la defensa del interés general y la protección de los intereses particulares, entre la continuidad histórica y la "conflictiva sucesión de las generaciones", es una de las lecciones aprendidas "con dolorosas experencias" a lo largo de los últimos años. La metáfora de España como "una gran familia, en la que sus miembros pueden tener sus particularidades, sus especiales maneras de ser o sus costumbres diferentes, pero siempre unidas por lazos indisolubles y coincidentes todos" tal vez refleje de manera excesivamente reducionista una realidad social mucho más compleja, pero sirve para transmitir eficazmente la idea de que las diferencias constituyen el tejido mismo de la convivencia colectiva. En esa misma dirección camina la imagen del discurso que invita a los españoles "unos con otros, repartiendo las responsabilidades como se hace en la actividad laboral de cada empresa" a participar en "el sostenimiento de un quehacer constante, armónico y coherente como corresponde a la gran empresa que es una nación viva y moderna". Porque, en última instancia, la consolidación de la paz y la prosperidad material es una tarea que sólo puede descansar "en el trabajo y en la propia responsabilidad" de los españoles.

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