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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Violadores nocturnos

Los violadores nocturnos parece que han venido con la democracia, como el fichar a las nueve y la generación del 27 (Dámaso, Gerardo, Alberti, Guilién, Aleixandre, que a los neonovísimos les tiene cabreados -algunos- porque fue un siglo de oro irrepetible, y ellos están en la plata Meneses).Con Franco, claro, no había violadores nocturnos, sino que todos eran diurnos. Hasta yo escribí un libro titulado Los amores diurnos, ya que las violaciones, entonces, eran por la tarde. Creo, por otra parte, que hay cosas -escribir, amar- que se hacen mejor durante el día, con la cabeza clara y el cuerpo entero, contra el tópico romántico. (Lo que pasa es que uno es un romántico como un poco de derechas, a lo mejor.)

Cuando antiguamente, o sea el cuarentañismo, los violadores eran diurnos porque el señor violaba a la cocinera o el ama de llaves (Berlanga, como tengo escrito, vuelve sobre el tema en su último filme), el estudiante violaba a la modistilla, a media tarde, en la pradera del Santo, y el presidente de consejo de administración violaba a la masajista de cinco a siete (le sobraba mucho tiempo, claro, para hacerse las uñas, ver la televisión y llamar por teléfono a Castellana, 3), porque a las siete y cuarto tenía que estar con su santa esposa en la cola del teatro, a ver una de Alfonso Paso, que era el que funcionaba entonces. De los violadores diurnos no se hablaba, pues que eran muy principales personas, tomaban chocolate en El Pardo una vez al año (con su santa, no con la masajista) y hacían cola asimismo para el besapié de Medinaceli, procurando coincidir con el día en que iba doña Carmen.

Los violadores diurnos de antaño, carrozas hogaño, ya están diciendo de los psocialistas que son "una ucedé con barba". Pero ni Felipe ni Guerra van barbados ni barbudos. Silva Muñoz disuelve su partido de ultranza, quizá ante la plaga de violadores nocturnos. Violadores nocturnos hay en todas las grandes -y pequeñas- ciudades del mundo, por las represiones/insatisfaccions que crea la sociedad postindustrial avanzada, "contradicciones internas del capitalismo", con perdón. Como hay parados, macarras, choricillas y mecheras: mechera viene de la que escondía el robo en el sexo, dejando fuera, inevitablemente, una mecha.

Los violadores diurnos de toda la vida, en cambio, están en los clásicos y los costumbristas, por no hablar de la violación nocturna/diurna mediante matrimonio de conveniencia: El sí de las niñas, Moratín, un tema recurrente en el teatro español y del mundo. El príncipe de los violadores nocturnos, naturalmente, es el Calixto de Fernando de Rojas, que entra en el huerto de Melibea con el dulce consentimiento de ésta: Melibea: voz de miel.

Hace poco han sacado la violación por la tele. Cuando la violada es menor de dieciséis, tiene detrás la Junta de Protección de Menores, los Tribunales de Menores y otras altas instancias que la protegen y, generalmente, la depositan en un correccional de mujeres, donde se encuentra a salvo de los hombres, pero de donde suele salir bollaca (ver mi Diccionario cheli, imposible de ver porque aún no se ha publicado).

Lo que tiene la violación nocturna, como todo desencadenamiento de realidad, es que los integristas se plantean mucha empanada con el posible aborto posterior. ¿Debe la pequeñita abortar del fruto no deseado, siendo el aborto cosa criminal, o debe aceptar para siempre el niño de un particular verriondillo que andaba loco por los solares?

Los violadores diurno/integristas, pues, eran una cosa mucho más aseada, discreta y con caché. Y encima hacían correr la peseta, que ahora es que no corre nada, o corre devaluadísima, lo cual cabrea a la masajista y le quita vocación. Cada país tiene su manera de pecar y nosotros éramos cuarentañistas. Por qué cambiar ahora, tan mayores.

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