Los reptiles
Eduardo Sotillos me dijo el otro día que iba a acabar con el fondo de reptiles ( o pan de los hijos de tantos periodistas) y luego he visto en una entrevista que ya lo ha hecho. Creerá que es una gracia. Mira, Eduardo, amor, en la Facultad esa de Ciencias de la cosa se ve que nunca os han enseñado la asignatura más hermosa, tradicional y benéfica del periodismo, o sea lo del fondo de reptiles, del que han vivido honestamente periodistas y escritores ya históricos y legendarios, como Manuel Bueno o Alejandro Sawa. (El fondo de reptiles, curioso lector, es o era ese dinerillo siempre disponible en los despachos oficiales para acallar almas hambrientas de periodistas, de informador político, de director de periódico, incluso, unas provisiones para el camino, un viático: viático, naturalmente, viene de vía.) La otra noche me lo decía un joven poeta yonqui (que se pincha caballo), homosexual y vago:-El veintisiete, y dale con el veintisiete; tenían que estar ya muertos todos los del veintisiete. Es un escándalo que todavía anden vivos.
Así sois los novísimos, Sotillos, aunque a ti no te adornen las virtudes de mi joven amigo. Iconoclastas con los nombres y con las instituciones, porque el fondo de reptiles era una institución, Eduardo, y una vez subió Manuel Bueno a Gobernación, en Sol, a ver cómo se explicaba el ministro, y bajó diciéndole a su compañero de letras que el ministro no le había dado nada, pero el compañero de letras le dijo que se quitase una bota, y en la bota había un amadeo. ¿Acaso sabe el marcianito Atex que nos hace aquí el periódico, el extraterrestre de la peli, lo que era un amadeo? Cela, en su Primer viaje andaluz, vivió varias jornadas de vagabundaje sólo de enseñar un amadeo que llevaba en el bolsillo. Ni siquiera necesitaba gastarlo. Le bastaba con enseñarlo para que le echasen vino. 0 sea que tampoco me voy tan atrás, Eduardo, amor, que la picaresca es la primera asignatura de este oficio y no os la han enseñado en la Facul. Todo lo más, un poco del Lazarillo, para engañar a los ceguerones de la política. Escribir en Madrid es llorar, que lo dijo Larra (dijo en Madrid, no en España), y el fondo de reptiles con que la Restauración/Regencia, y todo lo de antes y después, atendían las conciencias caedizas de los periodistas y escritores de periódico, venía a ser como el Seguro cuando no había Seguro, el Montepío antes de los Montepíos, la Asociación de la Prensa de Ansón antes de que hubiese Asociación de la Prensa e incluso antes de que hubiese Ansón, que se diría que parece como si Ansón hubiera habido siempre. Luego está lo del Ecuador, que lo contaba muy bien César, o sea un articulista que hizo toda una campaña espontánea en favor del Ecuador, y cuando se pasó por la Embajada le dijeron que muchas gracias, pero que para estos casos no había ni un duro previsto, y se despidió diciendo que el Ecuador era una mierda. Qué más le da al periodista decir una cosa que otra, Sotillos, tío. Me lo dijo Miguel Mibura, cojeante ya hasta de la pierna buena, cuando yo le visitaba en General Pardiñas.
-Mira, Umbral, en periodismo, unas veces toca defender la siderurgia contra la metalurgia, y otras, la metalurgia contra la siderurgia.
Llevo veinticinco años escribiendo en los periódicos y no tengo seguro ni nómina ni asociación ni montepío ni ostraspedrín, Sotillos, y ahora que voy para viejo, venís vosotros, los regeneracionistas, o sea en plan decente, y quitáis el fondo de reptiles, hale, que tantas conciencias y plumas había sobornado dulcemente, encanallado, putrefaccionado, adquirido en almoneda para el Poder, que siempre es el mismo, salvo cuando venís los regeneracionistas, oyes, de Cellorigo hasta tú, imponiendo la decencia. A ver si vuelve la derecha, hombre, que es más humanitaria.
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