Guatemala, El Salvador y Honduras quieren coordinar sus ejércitos en la lucha antiguerrillera
Coordinar la acción de sus ejércitos en la lucha antiguerrillera es el objetivo de la anunciada reunión de presidentes de Guatemala, El Salvador y Honduras. Sería este el primer resultado del reciente viaje de Ronald Reagan a Centroamérica, donde la Administración de EE UU parece cada vez más decidida a imponer por la fuerza una paz americana, en la que no caben concesiones a la izquierda.
Una cierta complicidad militar entre los ejércitos de Honduras y El Salvador ya se ha puesto en práctica en varias ocasiones para reprimir a la insurgencia salvadoreña, sin que se hiciera público ningún acuerdo previo a nivel gubernamental.La colaboración se extiende ahora a la dictadura guatemalteca y puede adquirir el máximo rango con la firma de los tres presidentes. El Gobierno hondureño del liberal Roberto Suazo, que ha venido jugando el papel de nuevo gendarme norteamericano en la zona, al mismo tiempo que su diplomacía presentaba ofertas globales de paz, parece quitarse así todos sus disfraces. La guerra se convierte así en la única receta para hacer frente a los movimientos insurgentes.
Esta probable alianza militar se anuncia apenas dos días después de que la tercera comisión de Naciones Unidas aprobase por 74 votos a favor, dieciséis en contra y 45 abstenciones una nueva condena del régimen guatemalteco por su constante violación de los derechos humanos.
En esta ocasión, el foro internacional ha pedido también a las naciones signatarias de la carta de la ONU que se abstengan de enviar armas a este país. Justamente ahora la Administración Reagan empieza a dar muestras de que se dispone a levantar el embargo decretado por Carter en 1977. Para el Gobierno norteamericano, también en Guatemala hay síntomas de mejoría en el respeto de los derechos humanos, argumento ya empleado para mantener e impulsar la asistencia militar a El Salvador, cuyo Gobierno también ha sido censurado en Naciones Unidas.
La cooperación militar entre Honduras, Guatemala y El Salvador se basa en los principios constitutivos de la comunidad democrática centroamericana, a la que también pertenece Costa Rica, nación que carece de fuerzas armadas.
De esta manera se confirma la sospecha de que esta comunidad, que en sus orígenes se planteó como una plataforma de apoyo a los regímenes democráticos, era en realidad sólo un pretexto para una alianza militar entre los regímenes más duros y pronorteamericanos de la región. Ya es sospechoso que un organismo que se dice democrático acoja a una dictadura militar como la guatemalteca, que se ha revelado tan sangrienta como los anteriores Gobiernos.
La creciente militarización del área centroamericana aumenta, por lo demás, la tentación de emplear este potencial, bélico conjunto contra Nicaragua, con el consiguiente riesgo de una internacionalización de los actuales conflictos.
Un augurio de lo que se está tramando es el hecho de que las fuerzas antisandinistas, que combaten en el interior de Nicaragua hayan pasado del empleo de comandos a unidades militares de hasta cuatrocientos hombres.
Una fuerza combatiente de estas proporciones lucha ya contra el Ejército sandinista en el departamento norteño de Jinotega. El episodio más sangriento de esta guerra no declarada es el accidente de un helicóptero MI-8, de fabricación soviética, que se desplomó cuando trataba de evacuar a un grupo de niños de las zonas de combate. Fallecieron 75 niños y nueve adultos.
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