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Entrevista:

"No existe ningún elemento nuevo en la actitud de Marruecos hacia Ceuta y Melilla", declara Mohamed Bucetta

Pregunta. Los socialistas han ganado en España, ya están en el poder y han iniciado su acción de gobierno. ¿Cuáles son las primeras impresiones marroquíes al respecto?Respuesta. Lo ocurrido en España es una consecuencia del juego normal de la democracia. Hubo unas elecciones democráticas y libres que han permitido que una corriente y un grupo accedan a la responsabilidad del Gobierno español. Eso es un asunto interno español. Para nosotros constituye un punto importante seguir la evolución de España; pero, al mismo tiempo, ello nos obliga a no inmiscuirnos en los asuntos internos españoles. Lo que nos importa constatar en este momento es que entre Marruecos y España, cualquiera que sea su Gobierno, existen intereses nacionales que cada cual tiene que defender -valores morales, democracia, libertad individual y de pensamiento- e ideales comunes de progreso y desarrollo del hombre. Con España tenemos que luchar, sobre todo, contra las corrientes de destrucción, subversión, terrorismo y secesión. Somos vecinos inmediatos al sur, frente a las islas Canarias, y al norte, a través del estrecho de Gibraltar, que queremos convertir en un enlace fijo entre Europa y Africa y un puente de amistad y cooperación.

P. ¿Cómo espera usted que sean las futuras relaciones?

R. Hemos tenido buenas relaciones con el Gobierno anterior y yo personalmente las tuve excelentes con mi colega Pérez Llorca con quien traté numerosos problemas, incluidos los más espinosos con claridad y firmeza. Espero conocer muy pronto al nuevo jefe de la diplomacia española, con el cual ya he intercambiado mensajes de amistad, y sólo puedo felicitarme del contenido y del tono de estos intercambios. Nuestra guía será el interés superior de nuestros dos países y las relaciones fraternas y de alto aprecio recíproco que unen a nuestros dos soberanos.

La continuidad del Estado y los compromisos contraídos son elementos que los responsables han de tomar en consideración. Sobre esa base espero entrevistarme pronto con Fernando Morán y discutir con él, en un primer contacto los grandes problemas que tenemos por delante y ver de qué manera proseguimos y desarrollamos nuestras buenas relaciones.

P. Existe también el problema de la cooperación global, y la pesca en particular, cuyo acuerdo provisional expira el próximo 31 de diciembre, y para el cual el Gobierno español ha solicitado una prórroga. ¿Qué hay al respecto?

R. Efectivamente, están también las relaciones económicas, el problema de los transportes a través de España, el de la cooperación cultural y muchas otras cuestiones; pero quiero aprovechar la oportunidad para repetir que nuestras relaciones no deben estar siempre marcadas por el problema de la pesca. Ciertamente, éste es un aspecto importante, muy importante incluso, pero no es el único. Actualmente estamos a punto de preparar un gran acuerdo global a ese respecto, que debió ser retrasado precisamente a causa de las elecciones en España. Se trata de un gran acuerdo que interesa a los dos países y que debe solucionarse teniendo en cuenta los intereses recíprocos, para que no sea un acuerdo desequilibrado o con cláusulas leoninas que perjudique el interés de uno u otro país. No sé si será posible discutirlo y negociarlo antes del 31 de diciembre, que era la fecha fijada en la última prórroga; pero, en cualquier caso, si se plantea que se necesita una prórroga de varias semanas más, no habrá dificultad para ello.

P. La Prensa habla en las últimas semanas de Ceuta y Melilla, y en España se sugiere que puede existir un cambio de actitud marroquí, al menos en lo que se refiere al ritmo de esa reivindicación. ¿Qué hay de cierto en ello?

R. Yo no veo que exista ningún elemento nuevo que permita decir que ha cambiado la posición de Marruecos en torno a esa cuestión. Quiero, sin embargo, ratificar que el problema de Ceuta y Melilla ha sido siempre para nosotros una cuestión de fondo, porque esos territorios son, han sido y para nosotros serán siempre de soberanía marroquí. Quiero recordar ahora lo que he dicho otras veces: que deseamos y estamos interesados en ver que la España del siglo XIX y la de fines del siglo XX no son las mismas, y que es necesario desprenderse de ciertas nociones caducas de puestos comerciales o plazas de soberanía para vivir en el siglo XX. España es una nación europea importante que, como otras, tuvo su época colonial, con inmensos imperios esparcidos por el globo, a los que ya se ha renunciado por la evolución normal de las cosas. Nosotros veremos con mucho agrado una España que se haya desprendido totalmente de esas nociones caducas.

En el caso de Ceuta y Melilla deseamos, a pesar de todo y de acuerdo con el método seguido por Marruecos desde que fue derogado en 1956 el tratado del protectorado con Francia y España, seguir la vía de la negociación para resolver nuestros problemas. Esperamos que cuando llegue el momento de discutir de Ceuta y Melilla se haga en el marco de amistad y buen entendimiento y mediante negociaciones, salvaguardando naturalmente los intereses primeros de los unos y los otros, pero siempre sobre ese fondo de claridad de que Ceuta y Melilla, para los marroquíes, son territorios de su soberanía.

P. Es evidente que los socialistas españoles y los marroquíes, en general, se conocen muy poco. ¿Cómo se puede subsanar esta deficiencia?

R. En primer lugar es necesario que las personas se conozcan, que sean conocidos sus programas respectivos, que sepamos los valores que defendemos los unos y los otros. Estoy convencido de que, en lo que respecta al pueblo marroquí o a las fuerzas políticas marroquíes en general, no encontramos grandes diferencias sobre las ideas que defendemos sobre libertades individuales y colectivas, sobre la necesidad de profundizar la democracia. La monarquía marroquí ha demostrado en el Tercer Mundo que en ese plano puede dar ejernplo. Nos enorgullecemos de que, a pesar de la coyuntura que atraviesa el Tercer Mundo hoy, hemos intentado no ya construir el régimen ideal, pero sí el más próximo de la representación popular, y de que el pueblo esté representado en los órganos del Estado.

Decimos a España, como hemos dicho a Francia y Alemania Occidental, que situar a la gente a la izquierda o a la derecha, como en Europa, no es posible hacerlo en el Tercer Mundo, porque los elementos de comparación no son los mismos. Pero estoy convencido de que la experiencia que España va a vivir ahora puede ser tal que las relaciones se desarrollen con nuestro país en armonía y en defensa de los intereses comunes.

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