Veinte mil médicos en paro
Mejorar la asistencia médica de la Seguridad Social es una de las prioridades nacionales; hay un extenso clamor ciudadano, y a su paso ha querido salir, con sus primeras medidas, el nuevo ministro de Sanidad. Lograr, por otra parte, empleo a los más de 20.000 médicos jóvenes que todavía no lo tienen es también finalidad urgente del nuevo Gobierno. Pero hay que advertir desde ahora que cualquiera de estos dos objetivos no pueden alcanzarse, sin que resulten contraproducentes, con aplicación de medidas que deterioren la confianza del enfermo en el tratamiento que recibe.Cuando el enfermo acude al médico le hace depositario de una confianza que permite el desarrollo de una relación entre ambos sobre la cual se basarán, en gran parte, los efectos curativos que se logren. Para que esta confianza surja, el enfermo tiene que suponer en el médico prestigio, experiencia, honradez profesional y búsqueda apremiante de curación. Pero si por un mal planteamiento de las disposiciones administrativas no nace la confianza del enfermo y pierde el médico la base de su prestigio, se produce un fenómeno que a todos, la sociedad y el Gobierno, la Seguridad Social y los enfermos, interesa evitar e impedir: el médico queda convertido en una especie de burócrata recetador.
Las instrucciones del Ministerio de Sanidad para que se apliquen con el debido rigor los decretos, normas y acuerdos que regulan la actuación de los médicos en las instituciones de la Seguridad Social parecen de mero sentido común.(...)
También hay, quizá, una dosis de demagogia en la divulgación de la posibilidad de crear más de 20.000 puestos de trabajo para los médicos jóvenes con solamente hacer cumplir los horarios de permanencia y establecer drásticas incompatibilidades. La gravedad del problema es evidente. Con la vida y la salud de los hombres no es lícito hacer experimentos. La solución del paro profesional de miles de licenciados en Medicina no puede buscarse prescindiendo del derecho prevalente de los enfermos.
12 de diciembre
