La OUA, en la cuerda floja
Los problemas del Sahara y de Chad y la división de opiniones en torno al líder libio Muamar el Gadafi emergen como escollos casi insalvables en el intento de evitar que naufrague la unidad africana
El Sahara, primero, y Chad, después, y por encima de ellos la firme oposición de varios países a que el jefe de la Yamahiria libia, coronel Muamar el Gadafi, pudiera asumir la presidencia de la Organización y hablar en nombre de todos los africanos, fueron los motivos in mediatos de esta ruptura, probablemente temporal.
La OUA es el único instrumento para hacer frente colectivamente a un mundo desarrollado cada vez más egoísta, sumergido en sus propias crisis y desinteresado por la suerte de otro mundo que cada vez se ve más arrinconado en el papel de suministrador de materias primas sin voz ni voto. Con la OUA desaparecería el único paraguas protector de un continente de más de cuatrocientos millones de seres.
Apenas sí se puede afirmar que Seku Turé, el último de aquellos grandes panafricanistas que fueron Kuame Nekruma, Modibo Keita y Julius Nyerere, podrá organizar al año próximo en Conakry, como le corresponde, la cumbre de la Organización para la Unidad Africana, que coincide con el 20º aniversario de su fundación.
Querellas interárabes
Las infinitas querellas interárabes, que también lo son africanas, por supuesto, que surgen y desaparecen como las cabezas renovables de las hidras, y la personalidad caprichosa e imprevisible de un hombre como Muamar el Gadafi, que con unas ideas muy simples y esquemáticas -cuya validez para los libios nadie niega- quiere influir en el mundo entero, fueron el estimulante del acto final de Trípoli.Pero el mal que aqueja a la OUA es mucho más profundo que este problema contingente de personalidades.
La ideologización y polarización en torno a los dos grandes bloques que padecen todas las grandes instituciones internacionales acaban con la capacidad de imaginación que se requiere para acometer los enormes problemas del subdesarrollo y la crisis económica.
La OUA padece además males propios, como el del respeto de las fronteras heredadas de la colonización, interpretado de manera diferente según se trate del Sahara o de Eritrea.
Bien es verdad que a nadie se le ocurre en la actualidad poner en tela de juicio ese principio, en aras de la estabilidad del continente; pero es igualmente cierto que las fronteras actuales de Africa son las mismas que trazaron las potencias coloniales en Berlín en 1885 y que ratificó el Tratado de Versalles en 1919.
Minorías ignoradas
En ellas se ignora a minorías importantes, como los negros del Sudán meridional, la Berbería de Marruecos y Argelia; se agrupan a pueblos que no tienen nada de común entre ellos, como los musulmanes pastores del norte de Chad y los agricultores cristianos del Sur, o que los separan, como es el caso del pueblo de toda la costa somalí, y otros muchos.El respeto de aquellas fronteras políticas no ha servido ni sirve para solucionar el problema de las otras fronteras humanas, y los conflictos se multiplican.
La fragilidad de la mayoría de los Estados africanos, sometidos a la embestida del islamismo integrista en dirección Norte-Sur y del empuje de Suráfrica en sentido inverso, y el escaso desarrollo económico, político y cultural impiden, por el momento, imaginar una salida real para todos esos pueblos.
Las alternativas coyunturales y perogrullescas que los jefes de Estado actuales han ideado, como ignorar totalmente el problema de Eritrea, que mantiene, sin embargo, en Africa a más de 20.000 soldados rusos y cubanos; reconocer la existencia de la República Arabe Saharaui Democrática (RASD), pero suspender su participación en la OUA; admitir la legitimidad del Gobierno de Hissene Habré, pero pedirle que se abstenga voluntariamente de ejercer esa legitimidad participando en la cumbre africana, no son más que algunas de las inconsistencias de una política que parece someter los problemas única y exclusivamente a la erosión del tiempo.
La OUA, sin embargo, no puede perecer. Pasado este inciso que concierne a Muamar el Gadafi y a Libia deberá renacer para restablecer la cooperación entre africanos, aunque sea sólo frente a terceros.
'Cumbre' extraordinaria
Apenas sí se han apagado los ecos del fracaso de la decimonovena cumbre de Trípoli se habla ya de una cumbre extraordinaria que tendría lugar en Addis Abeba, en donde nació con toda solemnidad hace veinte años la OUA, para dar un repaso a este período, adaptar las estructuras de la Organización al mundo contemporáneo y seguir adelante.
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