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La saga-fuga de capitales

Evasores y especuladores de divisas se han confabulado para beneficiarse de la peseta

Por varios canales, los banqueros recibieron recomendaciones ante el 28-O para controlar la salida de divisas y denunciar presuntas anormalidades, así como disponer en el interior de liquidez suficiente para impedir que alguna carencia, ante la mayor retirada o conversión del dinero en depósito propia de fechas históricas, tradujera el eventual nerviosismo de la clientela en pánico generalizado.Los tesoreros de las entidades de crédito y ahorro cumplieron celosamente el mandato. Pero cuando el Banco de España echó cuentas comprobó que, sin salirse excesivamente de las previsiones, el dinero efectivo en manos del público creció en octubre a una tasa mensual elevada a anual del 49,7%, porcentaje que no tiene relación con la demanda de la economía, se registra en muy contadas ocasiones, y contrasta con el del mes anterior (23,2%), así como con la evolución total de las disponibilidades líquidas (21,1% en septiembre y 17% en octubre). Los depósitos, el otro capítulo de las disponibilidades junto al efectivo, bajaron su tasa del 21,4% al 14,3% (12% en bancos y 18,8% en cajas).

La reducción de depósitos seguramente estuvo muy influenciada por el fuerte volumen de deuda pública (la emisión de entonces llegó a 80.000 millones), pero también por los temores ante la fecha. Parte de ese dinero puede recuperarse después y otro quizá no, en parte porque haya ido al extranjero.

Entre la maleta y Suiza

El quizá en este terreno de las fugas de capitales es obligado para no equivocarse. En efecto, el único indicador fehaciente, que refleja muy poco -está influido por la intensidad de la represión y el dinero del maletín es como el chocolate del loro- es que las aprehensiones de divisas en aduanas llevan camino de triplicarse este año sobre los 538 millones de pesetas de 1981. Entre lo que de estas cifras anuales consiga llegar a Suiza y los billones de pesetas acumulados en la Confederación Helvética, si se aceptaran las estimaciones del diputado socialista suizo Jean Ziegler -para Francia ha dicho 8,5 billones-, hay un campo inmenso que se presta a todo tipo de cábalas. Mucho más grande si se tiene en cuenta que el dinero evadido sin intenciones de volver suele ser anticipo de posteriores jubilaciones de españoles que, para cumplir, no acostumbran a hablar otra lengua que la común con países como Chile, Argentina, Paraguay, México, etcétera. Así lo entendieron las autoridades que enviaron inspectores recientemente a Latinoamérica, desde donde éstos les dijeron que las inversiones más recientes financiadas con recursos de dudosa llegada, casi todas anteriores a 1977, estaban en tierras, inmuebles y empresas comerciales.De poner fronteras a los capitales cuando los límites de la naturaleza empezaron a ser abatidos por la revolución industrial se han encargado las leyes de control de cambios, engordadas tras las dos guerras mundiales para que las fugas de divisas no impidieran la reconstrucción. Aquí ha estado vigente hasta hace tres años la Ley Penal y Procesal de Delitos Monetarios de 1938, concebida para prohibir todo, excepto lo que se autorizara con carácter genérico o singular, que, de hecho, instauró la discrecionalidad en el acceso al negocio fácil, casi siempre con cargo al Estado, pero no cerró paso al fín, a las corrientes de liberalización. La nueva Ley de Control de Cambios de finales de 1979 permite todo excepto lo que pueda prohibirse o someterse a autorización, precio o reglamento. Al final los expertos dicen que los dos sistemas han confluido en algo parecido, entre otras razones porque la libertad total se considera suicida y controlar la sofisticación de las operaciones internacionales exige un Estado policíaco.

Tras los dos gruesos tomos que desarrollan la vigente Ley de Control de Cambios y permiten distinguir entre evasión y especulación, represores y especialistas consultados han dirigido la conversación hacia la internacionalización del capital y la idea de que las posibilidades ofrecidas por el mundo de los negocios para sacar dinero de España o de cualquier otro país son infinitas". Pero cuando expresan sus sospechas, que se extienden por lo general a todas y cada una de las partidas de la balanza de pagos, piden que no se citen sus nombres. "De los 100.000 millones de dólares que se mueven al año entre España y el exterior para ingresos y pagos", afirma uno de ellos, "no hay forma humana de controlar al menos un 5%, es decir, en torno al medio billón de pesetas. Pero no sabría precisar, creo que nadie lo haría, si sale el 5%, el 10% o el 2%".

El monto de los capitales que flotan en el mundo parece aproximarse a los dos billones de dólares, cifra engrosada en cada uno de los últimos años por más de 50.000 millones procedentes de los países exportadores de petróleo. Tales componentes están siendo destinados recientemente en inversiones a largo plazo (17,4 millones en 1979 y 50,7 en 1981), sobre todo en los países industrializados. Para los especialistas bancarios consultados, los capitales salidos de España buscan destinos líquidos. Ello configuraría una doble situación: inversiones a largo para la evasión ilegal y liquidez de las fugas especulatorias.

Así lo indican también los canales de salida, indentificados principalmente por todos en las compensaciones bancarias y los juegos del comercio exterior: adelanto en el pago de importaciones ante la previsión de una caída del precio de la peseta y retraso en el pago de exportaciones. Se trata de sistemas legales que suelen ser agravados y crecidos con otros ilegales, como la carencia de contrapartida por los pagos o los acuerdos para situar fuera eventuales sobreprecios.

El principal indicio de la fuga a través del comercio de mercancías lo proporcionan las desviaciones entre los datos mensuales de paso por aduanas y del registro de caja del Banco de España sobre ingresos y pagos, conocidas por los técnicos como leads y lags. Tras la muerte de Franco, el saldo positivo de ambos movimientos descendió a la mitad en 1977 -a pesar de la recuperación de dinero especulativo que suscitó la devaluación de junio: las reservas en divisas convertibles aumentaron ese mismo año unos 1.200 millones de dólares-, se duplicó en exceso el año siguiente (hasta 127.000 millones de pesetas), cambió a signo negativo en 1979, volvió al positivo en los dos siguientes, y desde 1980 ha resultado negativo en la mayoría de los meses.

Indicios recientes

Los indicios se acentuaron después del verano pasado. Aunque en la primera mitad del año la peseta había caído más del 10% frente al dólar, el propio Ministerio de Economía reconocía en junio que los dos tipos de argumentos fundamentales en la "discusión reciente" sobre el tipo de cambio consideraban el precio de la peseta "inadecuado para la economía española", unos, y "adecuado para una parte del sector exterior, pero no para otra", los segundos. Las exportaciones habían marchado bien y empezaron a flojear mucho más de lo previsto a partir de agosto.Afloró entonces otra vez la sospecha ante dos fenómenos clarísimos que empeoraban la balanza comercial: fuerte aumento de importaciones, injustificado por la vuelta a la depresión de la actividad tras un primer semestre algo favorable; el citado gran descenso de las exportaciones, pese a que el volumen se mantiene; y, en tercer lugar, fuertes discrepancias entre datos de aduanas y registro de caja. En total, bastante por encima de los mil millones de dólares, cifra que sería prolijo explicar.

Pero la balanza de mercancías, aun con suscitar las mayores sorpresas -especialmente para las autoridades en materia de control de cambio, que estiman en menor medida la evasión y especulación dentro de los apartados de inversiones, créditos y capitales-, representa poco más de la mitad de todas las operaciones de la balanza. "Hay otras muchas formas de compensación", en palabras de uno de los máximos responsables de impedir las evasiones, "otras fuentes tan fáciles, importantes en cifras y difíciles de detectar como los pagos o cobros por mercancías".

Algunas de las citadas por esta fuente, incidiendo ahora más en el aspecto evasivo que en el especulativo, son la exportación de beneficios ocultos registrados en los miles de empresas extranjeras, ingresos que no envían a España los operadores turísticos, diversas operaciones posibles con las remesas de emigrantes (en total, unos 150.000 millones de pesetas al año), sociedades que están de hecho dominadas por extranjeros y construyen apartamentos para venderlos fuera de España ingresando aquí sólo una pequeña parte del precio, y otras operaciones ligadas con la liquidación de inversiones extranjeras en España o la realización de inversiones españolas en el exterior.

Si se profundiza más en el campo especulativo, se hallan también múltiples posibilidades: unas relacionadas con las anteriores (demora, por ejemplo, en la transferencia de remesas de emigrantes), otras nacidas de las numerosas y crecientes posibilidades de actuación de las entidades de crédito y ahorro.

Las entidades de crédito, muy extendidas por Latinoamérica, han visto acrecentadas sus posibilidades con la liberalización introducida en el control de cambios, que ha parecido insuficiente a la banca y algún que otro potente sector. Por ejemplo, disfrutan de cierta discrecionalidad en el empleo de las líneas de crédito permanentes con bancos extranjeros (la gran capacidad potencial de fugas queda reducida operativamente con la máxima posición en divisas que debe dar periódicamente al Banco de España, pero en la práctica hay muy pocas inspecciones y a veces vale la pena el riesgo), pueden demorar la imputación final de diversas operaciones hasta quince días, e incluso pueden jugar algo con la imputación en un concepto u otro, como suele darse el caso en el cambio de divisas a turistas.

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