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La ley electoral da el triunfo al partido del Gobierno en las elecciones brasileñas

La ley electoral brasileña, toda una muestra de alquimia política, ha hecho del partido gubernamental, Partido Democrático y Social (PDS), el ganador de las elecciones celebradas el 15 de noviembre, a pesar de que cosechó millón y medio de votos menos que su principal opositor, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), conglomerado centrista que cobija también a algunos políticos de izquierda.

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Aún sin terminar el escrutinio, que puede prolongarse otra semana más, ya se sabe que el PDS, con desventaja de votos y todo, a punto estuvo de reunir el póquer de ases: tiene doce de los veintidós gobernadores electos, aunque perdió dos a última hora; ocupa casi dos tercios del senado, y se ha asegurado la mayoría absoluta de los grandes electores, que el 15 de enero de 1985 designarán al próximo presidente, a menos que cambie la Constitución.Sólo en la Cámara de Diputados quedó en minoría, aunque con cerca de 225 escaños sobre un total de 479. No le será difícil negociar alianzas ocasionales que le permitan superar cualquier votación.

A la vista de los números se diría que todo queda como antes de las elecciones. Los comentaristas coinciden justamente en lo contrario: nada será igual a partir de ahora. Joáo Figueiredo no podrá gobernar más en solitario desde su palacio de Planalto, en Brasilia, a base de decretos o leyes que sólo iban a las Cámaras a obtener la disciplinada aprobación de la bancada gubernamental.

El artífice de la transición brasileña, general Golbery do Couto e Silva, opina que "comienza ahora un período que exigirá participación. Terminaron los tiempos en que media, docena de personas pintaban paneles monumentales, como los muralistas mexicanos, pero sin ayuda de escaleras ni de nada".

Al margen de la buena voluntad que pueda tener el Gobierno para compartir el poder, la oposición apoya esta exigencia en la fuerza de sus propios números: tiene seis millones de votos más que el PDS, ocupa la mayoría de la Cámara de Diputados (unos 205 escaños el PMDB y poco más de cuarenta para los tres partidos restantes), ha ganado en todas las capitales del país, excepto en una, y entre los diez Estados que va a gobernar están los más ricos y poblados del país. En ellos vive el 70%, de la población y el Tesoro recauda tres cuartas partes de los impuestos.

A título indicativo, basta mencionar que sólo Sáo Paulo, donde el PMDB duplicó los votos del PDS, tiene más electores que diez de los doce Estados en que ganó el partido oficial. Con un ejército de 400.000 funcionarios, el gobernador Franco Montoro administrará un presupuesto superior al billón de pesetas.

La aritmética electoral, como se ve, no en todo favorece al partido oficial. Por eso Pancredo Neves, gobernador electo de Minas Gerais y quizá el líder más sólido del PMDB, junto con Franco Montero, ha planteado ya la necesidad de abrir una negociación global con el Gobierno para la definitiva implantación de la democracia.

Tono moderado

Todas las declaraciones, del Gobierno o de la oposición, tienen estos días un tono moderado. La búsqueda de un consenso nacional que permita reformar a fondo la Constitución o redactar una nueva, es un tema que emerge cada vez con más fuerza en el escenario poselectoral. El Gobierno tiene en cartera sus propias reformas constitucionales, pero para llevarlas a cabo tiene que entenderse con el PMDB para alcanzar la mayoría de dos tercios en el Parlamento.El principal partido de la oposición no se cierra a eventuales acuerdos con el Gobierno, siempre que éste acepte a cambio algunas de sus propuestas, entre ellas, la elección directa del presidente de la República.

De este clima de consenso, que tiene no pocos paralelismos con la transición española, como recuerdan a menudo los propios brasileños, no se han excluido los militares, salvo algunas excepciones. Bastó que el gobernador electo de Río de Janeiro, Leonel Brizola, dijera en rueda de Prensa que sólo el fraude podía evitar su triunfo para que el ministro de la Fuerza Aérea, general Delio Jardím de Matos, le acusase de incendiario.

El comandante de la región amazónica, general Euclides Figueiredo, hermano del presidente, fue más lejos al decir respecto a la elección de Brizola que "es necesario tragar algunos sapos". La brutalidad expresiva del general parece reflejar fielmente el disgusto causado en el alto mando por la elección de Brizola en el Estado que cuenta con la mayor guarnición militar del país, pero el ministro de Marina, almirante Maximiano de Fonseca, empleó un tono más conciliador: "No creo que Brizola haga un Gobierno, pero si lo hiciera, y como fluminense así lo deseo, le aplaudiría".

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