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El diálogo Moscú-Pekín

La intervención vietnamita en Camboya, principal contencioso chino-soviético

Tres son las reivindicaciones formuladas por China para aceptar mejorar sus relaciones con la Unión Soviética: la disminución de la presión militar soviética en la frontera norte de la República Popular, la renuncia a la intervención de las fuerzas armadas de la URSS en Afganistán y la retirada del apoyo de Moscú a la ocupación vietnamita de Camboya.

El ministro chino de Exteriores Huang Hua dijo ayer en Pekin, a su regreso de Moscú, que era optimista a propósito de las conversaciones entre China y la Unión Soviética. Hua se entrevistó durante una hora en la capital soviética con su homólogo Adrei Gromiko.La cuestión de la presión militar soviética en las fronteras de China ha sido planteada hace largo tiempo. Recientemente, por ejemplo, los dirigentes de Pekín dejaron, sin embargo, de exigir la evacuación por las fuerzas soviéticas de la República de Mongolia, como lo pidió Zhou Enlai en 1973 ante la tribuna del décimo congreso del partido comunista.

Durante las reuniones chino-soviéticas de 1979, los chinos parecen haberse limitado a pedir una reducción de las fuerzas de la URSS al nivel, en efectivos y en potencia de fuego, que tenían en los tiempos de Jruschov. Aunque no ha sido rechazada de entrada esta reivindicación, es tanto más difícil de satisfacer para los soviéticos, pues es imposible llevar a cabo una disminución recíproca" y sobre todo "equilibrada" de las fuerzas chinas a causa de su relativa debilidad.

Una evolución positiva parece, sin embargo, iniciarse. De forma esquemática, la solución consistiría en reestructurar el dispositivo soviético operando un desliz parcial de las fuerzas concentradas durante años a lo largo de la frontera china -un millón de hombres, según se asegura en Pekín- hacia el sector meridional de la URSS, más cerca de Afganistán e Irán, y hacia la región del Pacífico, esencialmente hacia el mar de Ojotsk.

Informaciones fidedignas indican que se han efectuado algunos movimientos en la primera dirección, pero no para satisfacer a los chinos, sino a causa de las crecientes tensiones en la región. En la segunda dirección, fuentes japonesas y norteamericanas anuncian un fortalecimiento constante, pero acelerado, de las presencias naval y aérea soviéticas con la creación de una nueva base en Simouchir, en el centro del archipiélago de las Kuriles, prácticamente a medio camino de la península de Kamtchatka y de la isla de Sajalin, donde ya existen otras instalaciones militares más antiguas.

¿Un acuerdo sobre Afganistán?

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En opinión de los observadores, parecen existir también posibilidades de acuerdo a propósito de Afganistán. El hecho de que Yuri Andropov, secretario general del PCUS, haya optado, el día del entierro de Leónidas Breznev, por entrevistarse de forma prioritaria con Babrak Karmal y los países de la región directamente afectados -India y Pakistán- constituye una prueba de la voluntad de los soviéticos de no quedarse empantanados en aquella zona.

Pekín considera el asunto afgano como una cuestión de principios, pero no un casus belli. Más allá de la retórica oficial, es útil recordar cómo el desembarco de las tropas soviéticas en Kabul fue valorado en privado en la capital china en enero de 1980. Primero, los chinos no consideraron que el Afganistán dirigido por Karmal les sería menos hostil ni menos prosoviético que el de Amin. En segundo lugar, opinaban que su seguridad estuviese realmente amenazada por la intervención soviética. Es un asunto, decía entonces Deng Xiaoping al embajador de Japón, que concierne mucho más a los occidentales que a nosotros, sobre todo a Estados Unidos.

El primer ministro chino, Zhao Ziyang, afirmaba en octubre en Pekín que no había "ninguna contradicción" entre el apoyo a la resistencia afgana y "los esfuerzos realizados para llegar a una solución política". En claro, esto significa que si China sigue exigiendo la retirada de las fuerzas soviéticas de Afganistán, admite que ésta pueda ser acompañada de una negociación que concluya con la instauración en Kabul de un régimen aceptable para Moscú. Esta postura supone una evolución apreciable con respecto a la época en la que Pekín pretendía que cualquier compromiso sólo podría ser una prima a la agresión, y cabe preguntarse si cualquiera de las posturas china e india son muy diferentes sobre este problema.

El 'impasse' camboyano

Las perspectivas están mucho menos claras a propósito del tercer problema, el de Camboya, que conviene plantearse como el de Vietnam, ya que abarca las relaciones entre Moscú, Hanoi y Pekín. Los mínimos exigidos por China fueron explicados por Li Xiannian, vicepresidente del partido comunista y también viceprimer ministro, ante algunos embajadores de países amigos recibidos separadamente la misma noche del 17 de febrero de 1979 en que el Ejército chino penetró en territorio vietnamita. Vietnam, afirmaba Li Xiannian, es obviamente libre de tener la política exterior que desee, y puede, por tanto, aliarse con la URSS -el 3 de noviembre de 1978 Hanoi y Moscú habían firmado un tratado de amistad y cooperación-, pero "no hasta el punto de ignorar completamente a China". Li Xiannian añadía con una fórmula muy china: "Se puede tolerar que Vietnam esté en un 70% bajo influencia soviética a condición que el 30% restante esté bajo influencia china".

Esta extraña aritmética no ha isdo rechazada por Moscú, y en el mismo Pnom-Penh el embajador de la URSS se permitió sugerir a los países de Indochina -Vietnam, Laos, y Camboyaque mejorasen sus relaciones con China concluyendo "tratados bilaterales y multilaterales".

Además del valor estratégico que la URSS otorga a las facilidades de las que dispone en Vietnam, la actitud nada conciliadora de las autoridades de Hanoi, que quedó puesta de relieve cuando se esforzaron por torpedear el diálogo directo que algunos de sus protegidos en Pnom-Penh intentaron establecer con Moscú. Pero aquí tampoco las puertas parecen definitivamente cerradas, a juzgar por los planteamientos que formulan en privado algunas personalidades políticas vietnamitas, que conceden un cierto protagonismo político no sólo al príncipe Sihanuk, sino a algunos miembros de su coalición. Es, sin embargo, sobre este importante capítulo del contencioso indochino que se tardará más tiempo en solucionar las divergencias chino- soviéticas. También es significativo que altas fuentes en Pekín subrayen que China no confía en un arreglo simultaneo y global de sus contenciosos con la URSS, y espera que éstos puedan ser arreglados uno a uno.

Es precisamente en este sentido en el que debe ser interpretada la esperanza expresada por el ministro chino de Asuntos Exteriores, Huang Hua.

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