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Ventaja de la oposición en las primeras elecciones brasileñas desde hace 18 años

La impresión dominante en Brasil, veinticuatro horas después de cerrarse los colegios electorales y con la salvedad de que se apoya en muestreos y, no en el recuento, todavía poco significativo, es que la oposición superará al Gobierno en número de votos y escaños del Congreso Federal, pero el Partido Democrático y Social (PDS), oficialista, seguirá controlando el Senado, mantendrá en su poder más administraciones estatales y, lo que es más importante, dispondrá de mayoría absoluta en el colegio electoral que deberá elegir al próximo presidente, en 1984.

En Río de Janeiro apenas habían sido escrutados 100.000 votos sobre un censo que supera los seis millones. Los muestreos realizados ante las urnas permiten a los periódicos anticipar, sin embargo, Ia victoria del opositor Leonel Brizola, líder del Partido Democrático Laborista (PDT). Otro tanto ocurre en Sâo Paulo, donde el democristiano Franco Montoro surge como gobernador electo.Fuentes, del Gobierno federal aseguran en Brasilia que la situación está claramente definida en catorce Estados: ocho para el oficialista PDS y seis para la oposición. La elección de los ocho gobernadores restantes se presenta Io suficientemente apretada como para mantener la incógnita hasta que el escrutinio llegue al final, entre el jueves y el viernes.

De ahí que Luiz Ignacio da Silva, Lula, líder del Partido de los Trabajadores (PT), haya declara(lo que ahora empieza la lucha por la elección directa del presidente de la República.

Esto no entra de momento en los cálculos del Gobierno, ya que un candidato único de la oposición (algo que, por otra parte, no es tan fácil de lograr ahora mismo) tendría muchas posibilidades de derrotar al suyo. Y no parece que los propósitos democratizadores de Joâo Figueiredo lleguen aún hasta el punto de arriesgar la continuidad del sistema inaugurado en 1,964 mediante un golpe militar.

Un dato importante a tener en cuenta es la tranquilidad con la que el país, incluidos sus gobernantes, ha. aceptado el avance de la oposición. Inclus,o los ministros militares se han apresurado a declarar que no habría problemas en la relación del Gobierno federal con los Gobiernos estatales de oposición. Claro, que este talante deberá ser medido en los próximos meses, cuando el vencedor moral de estas elecciones,, que no parece ser otro que la oposición, trate de traducir su mayoría de votos en una cuota proporcional al poder.

Apertura controlada

La apertura brasileña no pasa de ser una apertura controlada, que al abrir algunas puertas a la oposición pretende básicamente que el poder siga en las mismas manos. Por eso la ley electoral ha sido cuidadosamente pensada para que el Gobierno pueda ganar casi en cualquier circunstancia. Es el fruto de la casuística, que aquí se ha hecho famosa no como una rama de la teología moral, sino como una ciencia eIectoral. Trata de cómo ganar unos comicios aun perdiéndolos.

Toda la normativa fue pensada para que el Gobierno pudiera mantener la mayoría en el colegio que debe elegir al próximo presidente. Este colegio estará formado por todos los diputados federales, los senadores y seis representantes de cada Estado. Pero estos representantes estatales pertenecerán en su totalidd a las respectivas mayorías. Esta cláusula permitirá al Gobierno una cómoda mayoría, ya que tiene más Estados bajo su control, aunque éstos tengan poblaciones que apenas superan el millón de habitantes, frente a núcleos opositores tan densamente poblados como el de Sáo Paulo, que tiene veinticinco millones de habitantes, o Río de Janeiro, con trece.

Pero las matemáticas electorales a menudo no bastan para eternizarse en el poder. Si fuera una cuestión de números, tampoco se hubiera aprobado la amnistía hace tres años. Una oposición unida en torno al eslogan de la elección directa del presidente puede cambiar muchas cosas en los dos años que aún le quedan de mandato a Figueiredo, aunque el Gobierno es consciente de que ese sería el entierro definitivo del sistema que da en llamar revolucionario.

Las primeras declaraciones de los líderes de la oposición son tranquilizadoras. Brizola dice en Río que está dispuesto a gobernar con quienes perdieron. Pero las palabras de Lula no hacen sino anticipar algo que está en el ánimo de toda la oposición: comienza la batalla por la presidencia.

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