_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un ladrillo en el muro

El arquítecto finés Alvar Aalto, el más joven de los maestros constructores que protagonizaron el movimiento moderno en la arquitectura, empeñó su trabajo en la incorporación de su país a las nuevas corrientes de la modernidad arquitectónica, junto a una delícada y precisa revisión del pensamiento funcionalista. Esta actitud de pionero consciente de su época le sitúa, en el panorama de la arquitectura contemporánea como un eslabón, sin duda el de mayor dimensión poética, entre el acecho tecnológico y el reposo del hombre moderno.Aalto nace en el cliina de la ortodoxia racionalista; testimonios elocuentes serán sus primeras obras: Biblioteca de Viipuri, 1927-1935; Sanatorio Antituber culoso de Paimio, 1929-1933. En ellas dejará patente el valor de la forma como recinto del espacio de la arquitectura. "La forma es un misterio", señala en Viena en 1955, "que elude la definición, pero que hace sentirse bien al hombre, a diferencia de la mera ayuda social". La obra de Aalto se inscribe desde siis primeros intentos en evidenciar los peli gros de un falso modemismo o la opresión de una tecnología indeterminista; sus recelos no se centran tanto en desvirtuar la carga estilística y formal del pasado, sino en hacer patente la mentira de los falsos estetas y los demiurgos de la cosmética arquitectónica.

Desde los limitados esquemas del lenguaje racionalista a las ricas sugerencias del expresionismo, Aalto lo mismo que Háering o Duiker, intenta describir la habitación del hombre con una espacialídad más abierta, haciendo de la forma un recurso ambiental donde pueda tener lugar tanto la estricta función como la demanda psicológica, con un alfabeto de signos de singular belleza plástica. El dentro y fuera, vacío y lleno de artificio y naturaleza, para Aalto no deja de ser una poléniica fragmentaria, porque su obra nace de una reflexión coherente, que hace del proyecto de la arquitectura un gesto unitarío, donde materia y forma reproducen el encuentro con la naturaleza.

El hombre y su entornoAlvar Aalto, al modo de los grandes artesanos, no enfatiza sus deseos por crear y recrearse en la belleza, sus obras desean dejar atente una morada digna para evespíritu que los ha de habitar, de ahí el alto grado de comunicación que la arquitectura de Aalto despierta, su realidad espacial está materializando los vínculos del hombre con su entorno de vida: afectos o deserciones, vínculos o frustraciones. Se ha señalado por St. John Wilson -con imagen muy adecuadaque Aalto, a diferencia de los grandes protagonistas de la moderna arquitectura, "explora la noción de la experiencia arquitectónica como un código entrelazado (semejante al DNA), en el cual las hebras de la profundidad psicológica, convención cultural y modelo funcional estrechamente tejidas, formalizando una arquitectura para ensalzar la vida del hombre común, en lugar de potenciar los intereses de una arquitectura autónoma".

Su modernidad reside en la capacidad de síntesis entre los diferentes elementos que lleva implícitos la espacialidad contemporánea. Recursos: clásicos y románticos, abstractos y surrealistas, funcionales y simbólicos; efectos: de orden y sorpresa, de razón y lógica, de consciencia y subconsciencia. Aalto supo relegar y supeditar la función estética de la arquitectura al valor significante de la matería, su código interpretativo, lo mismo que sus edificios, se manifiestan como una obra abierta, expresan el sentido de la vida y estimulan el espacio como un lugar donde habitar.

La revisión del pensamiento funcionalista iniciada por Aalto, en pleno triunfo del movimiento moderno, no viene guiado por un enfrentamiento ideológico o una mirada romántica hacia la historia, sino por un deseo implícito de centrar el espacio de la arquitectura en la atención sobre el hombre, consciente de que ni el robot ni el autómata pueden ganar a la vida.

De ahí que su acercamiento a la naturaleza no sea un gesto sentimental o una actitud reductora de los valores positivos de la técnica, sino ¡ajusta localización del poder técnico, instrumento mediador al servicio del progreso humano.

Antonio Fernández Alba es catedráfico en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_