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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El repertorio semiolvidado de los programas electorales / y 3

En una línea de pensamiento de racionalismo humanista y ecológico, el autor se refiere al tema de la vivienda, subrayando la cruda realidad presente: la saturación del mercado, con una cifra por encima de 1,5 millones de viviendas sin ocupar. La experiencia del plan trienal 1981-1983 de 571.000 viviendas (con objetivos tan modestos como 181.000 para 1981 y 195.000 para 1982 y 1983) debería hacer reflexionar más, pues sus objetivos están muy lejosde haberse cumplido, no obstante los créditos al 11 % a quince años.

Junto a la saturación del mercado a niveles altos de precios, varios cientos de miles de familias sin vivienda propia, o en condiciones inadecuadas, no pueden adquirirlas -a pesar de los largos plazos y los bajos tipos de interés del plan trienal-, ya que habrían de dedicar entre el 25% y el 35% de los ingresos familiares a pagos mensuales. Simultáneamente a ello, y al margen de algunas operaciones más testimoniales que otra cosa, se agudiza el detérioro del parque de viviendas en uso, por la insuficiencia de recursos destinados a su rehabilitación.En suma, en vez del ver quién da más, lo necesario sería preguntarse cuántas viviendas se necesitan, a qué precio, con qué plazos, y en qué nivel de tipos de interés. Es preciso promover y financiar la adquisición o arrendamiento de las viviendas hoy desocupadas y sin vender, la rehabilitación de las deterioradas y la construcción de las nuevas en los lugares en que realmente se necesiten en esta España, en la que los movimientos migratorios internos se encuentran ya en declive, y donde la natalidad también va en rápido descenso.

Más desarrollo con menos crecimiento

A diferencia de los años sesenta y primeros setenta, en España, de cara al futuro, no cabe pensar en crecimientos del 7% anual acumulativo, polarizados además en la industria y concentrados en el espacio geográfico del cuadrante noreste que definen los centros neurálgicos de Bilbao - Barcelona - Valencia-Madrid. Ha de prestarse mayor atención a temas como los ya mencionados de la agricultura y la conservación del medio ambiente; como habría que buscar la erradicación de las bolsas de pobreza, el desarrollo de las energías alternativas al petróleo y a la nuclear, la cobertura gradual de tantos déficits de equipamientos sociales, el acceso a la vivienda sin más sobreinversiones estériles, la mejora del nivel educativo y cultural (sin olvidar la asignatura pendiente del civismo). Esa sería la senda de un desarrollo al servicio de la comunidad, del que se habla más bien poco en la campaña electoral.

Por supuesto, hay muchos problemas urgentes que no admiten espera: un sistema financiero en crisis y ortopédicamente sostenido; una Renfe tal vez sin soluciones; un CSIC que no funciona; un INI a la deriva; un INH ya con pérdidas también importantes; unas empresas privadas con endeudamientos insoportables; una reconversión industrial que no pasa de ser un método de desindustrialización, etcétera. Todos esos problemas -y otros muchos, como el déficit publico, la reforma de la Administración, las autonomías, las Fuerzas Armadas, el terrorismo, el golpismo, las relaciones exteriores, etcétera- están ahí pendientes del nuevo Gobierno. Pero sinceramente creo que si el nuevo Gobierno no aborda la situación con realismo, con una ética regeneracionista, planteándose convertir en realidad la democracia avanzada a que se alude en el preámbulo de nuestra Constitución, y con un espíritu innovador en sus concepciones, muy pocas cosas van a cambiar.

En línea con lo apuntado, también hemos de reflexionar sobre el tema del modelo económico. Se habla muchas veces de defender la economía de mercado, cuando en realidad lo que se hace es proteger intereses de grupo y restricciones de la competencia.

El mercado como escenario social

El tema requiere ampliar la zona de visión, porque en la España de hoy, como en tantos otros países capitalistas de economía mixta que se ven seriamente dañados por la segunda gran depresión del siglo XX (ésta que ahora vivimos, sin que muchos logren enterarse de ello), resulta preciso percatarse de que el mercado -lo apunté alguna vez en otros escritos míos en este mismo rotativo- es un amplio escenario de protagonistas sociales: patronal, grupos de presión institucionalizados o no, multinacionales, empresas del Estado, pyme, sindicatos, terratenientes, pequeños y medianos agricultores, y sólo en mucha menor medida los movimientos cooperativistas, de defensa de los consumidores y de los ecologistas. Ese amplio escenario que es el mercado de hoy necesita de nuevas reglas de juego. En los siglos XVIII (al final) y XIX, la burguesía, a medida que configuraba la economía de un mercado regida por la ley de la oferta y la demanda -con su paradigma en la economía manchesteriana- fue creando el mercado político a base de parlamentos elegidos para dirimir en ellos sus conflictos. Hoy día, las transformaciones experimentadas en el mercado están obligando no al respeto de una ley de la oferta y la demanda pretendidamente sacrosanta -cuando casi siempre están manipuladas por grupos poderosos-, sino a una nueva formulación de la propia idea del mercado, como centro de díscusión entre los protagonistas sociales. Eso es precisamente lo que puede lograrse con una mezcla imaginativa de mercado y planificación, considerando esta última como discusión transparente de los problemas para, a la postre, coordinar medidas, reducir incertidumbres y posibilitar el progreso a base de un mejor uso de los recursos materiales, en alta proporción hoy ociosos, de los recursos financieros mal empleados y de los recursos humanos que alimentan los contingentes del paro forzoso. Las elecciones están ahí: el 28 de octubre. Después viene un ínterim que debería ser lo más breve posible (por los muchos peligros que hay en la escena) para dar paso al nuevo Gobierno. Un Gobierno que, desde el poder, ha de impulsar los intereses generales, reajustando toda la irtáquina del Estado -en su más amplio sentido-, a fin de ponerla al servicio de una sociedad canibiante que en los últimos años no ha encontrado en el ámbito público sino inercias, rigideces e inepcias. Ese es el gran reto, al. que ha de responderse, reconociendo que, hoy por hoy, todavía existe entre nosotros todo un inventario semiperdido de problemas y un repertorio serniolvidado de innovaciones a realizar.

es catedrático de Estructura Económica de la Universidad Autónoma de Madrid.

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