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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'eje París-Bonn'

LA RECONCILIACION de Francia y Alemania Occidental, tras su larguísima historia de guerras mutuas, fue un hecho histórico decisivo para Europa; lo ha sido, después, el desarrollo de esa reconciliación en forma de una cooperación creciente que ha permitido, entre otras cosas, una política común con respecto a la Unión Soviética y el conjunto -cada vez menos bloque, por la resistencia dentro de lo posible de sus países a la dependencia- del Pacto de Varsovia y el Comecon; pero también para establecer una línea de firmeza cuando Estados Unidos ha pasado por encima de intereses netamente europeos o ha querido imponer un concepto de Occidente que no ha coincidido con ellos. Los dos grandes cambios de Gobierno, con un año de diferencia, en París y en Bonn-, a pesar de sus signos doctrinales teóricamente opuestos -socialismo en Francia, derechismo en la RFA-, no sólo no han quebrado esa línea, sino que parecen refor zarla. Por razones biográficas y de sucesión de sus res pectivos partidos, Mitterrand y Helmut Kohl resultan más distantes de la URSS, más otanistas incluso, que sus predecesores. Mitterrand y el partido socialista francés no están en absoluto ligados a la decisión de De Gaulle de sacar las bases de la OTAN de Francia y de reducir su participación militar en el pacto; y la democracia cristiana de Kohl fue siempre reticente a la apertura al Este de los socialdemócratas. La velocidad con que Kofil se trasladó a París recién nombrado canciller federal indicaba el deseo de explotar esas identidades y de demostrar que las ideologías internas no entenebrecen la amistad y la cooperación. Las actuales conversaciones de Borin en las que Kohl y Mitterrand están rodeados de un gran aparato gubernamental, en el que destacan especialmente sus ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa, parecen superar todo lo anterior: se habla ya de un Eje Paris-Bonn y de la posibilidad de una cooperación militar.El tema empieza a ser peligroso. Aclarada ya la necesidad de reconciliación y amistad para que Europa pueda tener personalidad propia, y la razonable buena fe con que la mayoría de los países del continente se ha sumado a esa construcción, puede ahora inquietar que un Eje París-Bonn termine siendo una hegemonía continental, que pudiera ir, a la larga, en detrimento de otros países europeos. Uno de los temas más delicados entre los que se están tratando es el militar. Mitterrand tiene hoy un contacto fácil con los militares franceses en el sentido del desarrollo de la defensa nacional mediante las armas nucleares propias: se dice que en ese desarrollo está comprendida la fabricación de la bomba de neutrones. Un arma que, según parece, no es ya ningún secreto para los científicos, pero que necesita grandes sumas de dinero para ser fabricada de una manera operativa. Alemania Occidental, por sus compromisos internacionales, no puede producir armas atómicas; pero podría preferir las de Francia, consideradas como disuasorias, con un vocablo bastante real (es decir, que no son suficientes para inquietar a la URSS con su inmenso arsenal ante la posibilidad de un ataque francés, pero sí para hacerla temer la respuesta a una agresión propia), a los euromisiles de Estados Unidos, que podrían servir, en una hipótesis determinada, para una guerra que no fuese conveniente para la RFA. Francia, a su vez, ha visto siempre en Alemania Occidental una amplia y fuerte zona interpuesta entre su territorio y el soviético. Un acuerdo militar entre los dos países tendría el múltiple interés de ofrecer una defensa inicial convencional frente a la URSS, el de diferenciar una guerra de Europa de una guerra de Estados Unidos, y el de por ello, permitir una política europea diferente y propia, con respecto a la URSS, a Estados Unidos y al Tercer Mundo. No sin destrozos dentro de la OTAN y en la alianza con Estados Unidos; y, de momento, no insatisfactoria para la URSS.

Es una hipótesis larga, naturalmente dudosa, pero muy interesante en estos momentos. El problema, como queda dicho, está en una posible Europa que llegase a estar dominada por la capacidad industrial, económica y militar de lo que podría ser, más que un entendimiento, una colisión entre esos dos países, de su monopolización de las relaciones con la URSS, de su administración del Mercado Común, de su diálogo directo y exclusivo con los países productores de petróleo y otras materias primas. Muchos otros países de Europa han elegido un camino neutral, y va creciendo en ellos un pacifismo determinado; otros -como el Reino Unido, horrorizado siempre en la historia por las alianzas continentales- podrían elegir una inclinación mayor hacia Estados Unidos. Lo que desde hace años está apareciendo como la positiva formación de una Europa coherente consigo misma, con sus características de civilización y con sus intereses materiales independientes, podría llegar a convertirse en una Europa dividida de nuevo en alianzas discordantes.

No es, por el momento, más que una suspicacia, que además de en Washington y Londres, preocupa seriamente en otras capitales europeas. La historia dernuestra que muchas suspicacias terminan convirtiéndose en desdichadas realidades.

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