Gutiérrez Aragón estrena en Madrid 'Demonios en el jardín', "historia entre dos amores"
Demonios en el jardín, que se estrena esta noche en Madrid, viene precedida de la polvareda que despiertan siempre los festivales de cine y los premios: concretamente, el de la Crítica en San Sebastián. Demonios en el jardín es, además, una película rara para su director, Manuel Gutiérrez Aragón, y es rara, precisamente por ser, según él, "un relato lineal, quizá demasiado lineal, que sorprende a los que querían encasillar mi cine en una vena fantástica".
"Me ha salido una película muy española", dice Gutiérrez Aragón. "Y no porque yo lo haya querido, pero es que en cuanto manejas dos o tres temas, como la religión, las consecuencias de la guerra civil, el tema de la familia y algo del hambre, la película queda enseguida muy española". "La verdad es que, cuando la he hecho, no tenía yo ninguna conciencia de película de época. Tampoco he querido una película testimonial: lo del testimonio es un problema de decoradores. Yo he querido simplemente contar la historia de un niño entre dos amores, un niño que finge".A la vista de algún reportaje anterior, la historia del "niño entre dos amores" estaba desde el principio en la idea de esta película de la que el público ha ido teniendo noticia desde el primer momento pero sólo eso: la película ha ido cambiando. Esta tarde Manolo Gutiérrez Aragón, viendo el sol oblicuo que se cuela entre las plantas del salón de su casa, esta tarde de gripe y agua tónica, hace un poco de humor, sólo suavemente intelectual, y explica su historia. "Están Angela Molina y Ana Belén. Hablamos con ellas antes, no fuera a haber líos, y escribimos, Luis Megino y yo, la historia para ellas... Bueno, han estado distantes, pero no ha habido ningún problerna". Al niño lo encontró en el barrio.
Como un niño
Gutiérrez Aragón encuentra casi siempre un niño, o alguien que es como un niño. "Yo pienso que los niños son unos testigos tremendos de la vida, de la realidad de lo que pasa. También he contado mujeres en mis películas, porque con ellas pasa un poco lo mismo: son más móviles. Los adultos varones tienen unas vidas más de terminadas, y también las ideas y las opiniones. Quizá es la marginación, los niños aún más marginados que las mujeres, marginados de muchas más cosas, hasta de su propia libertad"."El problema de contar niños en cine es que suelen ser demasiado pasivos", dice Manuel Gutiérrez Aragón. "La única posibilidad es que el niño sea distinto al principio y al final: entonces no queda pasivo: tiene que cambiar". Ese, dice, es el secreto de sus niños, de Maravillas y de este chico de la baja posguerra, de los años cincuenta que oscuramente pudo ser él mismo. "Después de Freud nadie pue de creer en la inocencia de los niños. Son seres salvajes hasta que se les domestica...".
Dicho todo esto con infinita ter nura, Gutiérrez Aragón se parece al lado tierno de sus películas más que a ese otro malo, perverso, nada ingenuo, que también tienen Los niños de Gutiérrez Aragón este niño de sueños y pequeña lesión pulmonar de Demonios en el jardín, cambian para ser enseguida lo que tienen que ser, niños sin moraleja. "Soy un apasionado de la ambigüedad moral. Los personajes ambiguos tienen más resortes para modificar la realidad que los... unidimensionales. Un héroe no modifica nada. En cambio, untraidor suele modificar muchísimo".
Además, dice, "trabajar con niños es muy fácil. No con pequeños, genios, claro, sino con niños normales. Los niños son personas no muy determinadas que sobre todo juegan a muchas cosas: pueden jugar a ser mayores, al mal, a ser ellos mismos... Alvaro -Alvaro Sánchez Prieto- se ha tomado esta película como un juego desde el principio".
A Manolo Gutiérrez Aragón, en esta tarde de pequeño sol invernal y aspirinas, le preocupan -aunque él dice que no le preocupan nada- dos temas suscitados des de el estreno festivalero de la película, desde los entusiasmos y la competición internacional de San. Sebastián: a ver si Demonios en el jardín es o no un melodrama, y el tema del estilo: a ver si se sale o no del estilo de Manuel Gutiérrez Aragón esta sexta película larga, nacida despues de Habla, mudita; Camada negra, Sonámbulos, El corazón del bosque y Maravillas. "A mí me gustan mucho los melodramas", dice, "pero esta película no lo es".
"Yo creo que esta es una discusión exclusivamente académica, me da lo mismo si Demonios en el jardín resulta ser un melodrama. Los italianos son verdaderos maestros del género, pero en España no tiene tradición. Los españoles tenernos mucha dificultad para expresar los sentimientos: aquí los hombres no lloran, pero estamos cansados de ver a Marcelo Mastroianni a todo llorar, o a los personajes de Tolstoi o de Chejov. Por eso pienso que es muy difícil para los españoles hacer melodrama. Yo creo que esta es una película de... de disgustos familiares, y que la sangre no llega al río, porque en este pais, cuando llega la sangre al río, es que han fusilado a un millón de personas".
"Una prueba de que no es un melodrama es que los personajes no se tocan, y cuando se tocan da casi vergüenza. Hay una escena que estuve a punto de quitar: cuando se abrazan Ana y Angela. Se abrazan porque hay unas leyes del cine -y yo me las salto casi siempre- que exigían ese contacto, pero sé que, en la realidad, nunca se hubieran abrazado".
"Hay dos reacciones que me han hecho gracia", dice. "Un amigo me dijo: nos hemos reído mucho, pero también hemos llorado. Y otro la encontró un poco demasiado realista y se me quejó: ahora que nos empezábamos a acostumbrar a tus cosas, nos das una película normal. Bueno, pues sí. Me gusta que la gente ría y llore un poco en mis películas, y ésta es, efectivamente, más bien realista. Por lo menos, parte del realismo, aunque seguramente no acaba en él. Lo que sí hace es desconcertar a los habituales de mi cine. Es más popular, bueno, no exactamente, más... para gente normal", y se mesa la barba, dudando un momento, "no sé que se dice ahora para decir pueblo".
"Yo no quiero ser un autor", dice Manuel Gutiérrez Aragón. "No quiero vender siempre el mismo tipo de cine, el mismo estilo, etcétera. Yo no quiero que pase conmigo lo que con algún cineasia perfectamente respetable, como Bergman por ejemplo, que pagas en taquilla y sabes que te compras un Bergman. Yo quiero contar historias, un poco como los grandes narradores del siglo XIX. Es terrible tener que soportar un estilo monocorde -lo que ocurre con cierta novela española- porque son más fieles a un tipo de autoría que a contar una historia". "Yo digo en broma que, para un autor, el estilo son sus errores".
Ya, claro, pero la realidad es que en las películas de Manuel Gutiérrez Aragón se ve la mano de Gutiérrez Aragón. Una mano hecha, según él y como en todos los autores, con los "dos o tres temas que les apasionan: por culpa de ellos escriben o filman. En mi caso, el tema del fingimiento, el tema de la traición y, una y otra vez, la paradoja. Por intentar, entre paradoja y paradoja, ver cuál es la realidad de las cosas". Y termina: "Pero no me gusta mucho reflexionar sobre mi propio cine. Prefiero mantenerme en un estado de (falsa) inocencia -la única verdadera es la fingida-, porque si tú entras en la tumultuosa causalidad de la propia obra, a lo mejor se acaba la sorpresa".
Babelia
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