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Represión militar en Polonia

El régimen militar polaco ha cancelado la posibilidad de un entendimiento nacional con las fuerzas sociales

Una oleada de huelgas y manifestaciones incontraladas ha saludado en Polonia la nueva ley sindical aprobada hace una semana por las autoridades polacas, que sanciona la disolución del sindicato independiente Solidaridad. Este nuevo choque frontal ha cancelado la posibilidad de un entendimiento nacional entre el poder y las fuerzas sociales y cerrado la puerta al diálogo.En Gdansk, en los astilleros del Báltico, se ha reanudado el trabajo gracias al decreto de militarización y los despidos masivos. Sin embargo, la tensión es grande en las principales ciudades del país y la situación parece haber desbordado incluso a los dirigentes de Solidaridad en la clandestinidad.

Especialmente grave es la situación en el enorme complejo siderúrgico de Nowa Huta, cerca de Cracovia, donde ayer reinaba virtualmente el estado de sitio. Fue aquí donde resultó muerto un obrero de veinte años, Bogdan WIosik, abatido de un disparo, el miércoles, por un miliciano vestido de civil.

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Los polacos no se rinden

Centenares de zomos (unidades antimanifestaciones de la milicia) patrullan constantemente la ciudad, efectúan controles de identidad e interpelan a los sospechosos.

Estas medidas de vigilancia son aún más severas en el centro de Cracovia, en la plaza de Lenin, donde el viernes millares de manifestantes lanzaron pintura blanca contra la estatua del líder de la revolución soviética, que ayer amaneció rodeada por una valla.

Otro punto caliente de la ciudad es la iglesia de Nowa Huta, frente a la cual resultó muerto Bogdan Wlosik. Los zomos se mostraban ayer muy nerviosos y prodigaban los controles de identidad y en el aire permanecían aún gases lacrimógenos lanzados el viernes por la tarde contra los manifestantes que trataban de concentrarse en el lugar para depositar coronas de flores.

Según informaciones recogidas ayer por la agencia. francesa AFP, la muerte del joven obrero se produjo cuando éste se encontraba, junto a millares de personas, ante la iglesia mencionada. De pronto llegó un automóvil sin distintivo alguno y de él descendió un hombre vestido de civil. Bogdan Wlosik gritó entonces: "¡Atención, es un miliciano!". Este, al ver que se aproximaba la multitud, disparó primero contra el suelo y luego contra el joven obrero que le reconoció.

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