Trabajar menos y vivir mejor
En estos momentos el mundo está sumido en una grave crisis económica, que arroja la cifra de alrededor de treinta millones de parados para los países de la OCDE (España está a punto de superar, si no ha superado ya, los dos millones de parados y tiene, junto a Grecia, el mayor índice de paro de estos países en relación con la población activa; en Estados Unidos el umbral de parados ha franqueado ya os diez millones, la cifra mayor lespués de 1941; el Reino Unido cuenta ya con tres millones de parados, e Italia, Francia y Alemania, por su parte, entre dos y más millones).Al mismo tiempo se está librando una fuerte batalla económica entre las grandes potencias -Japón, EE UU, Francia y Alemania- para conseguir el cerebro electrónico de la quinta dimensión y los avances tecnológicos que les permitan hacerse con el mercado de la información, de las transforrnaciones bioquímicas, etcétera. Para 1990 se ha calculado que el 20% de la producción de masa será realizado por máquinas autornáticas, reduciéndose drásticamente el número de empleos si antes no se han realizado algunas mutaciones en la organización del tiempo y del trabajo, en la gestión de las relaciones industriales y de la producción.
Las tasas de crecimiento en los países industriales han pasado, en el período 1968-1970, desde el 10% en Japón y el 5% o 6% en Francia, España, etcétera, hasta el crecimiento cero en la actualidad. El crecimiento de los veinticuatro países de la OCDE ha caído, desde 1981 hasta 1982, desde el 1,25% hasta el 0%. El petróleo, por su parte, ha pasado en este mismo intervalo de tiempo (1968 -1970) desde valer dos dólares el barril hasta treinta dólares en la actualidad. Sin embargo, al disminuir drásticamente el consumo de petróleo en estos momentos, las dificultades de los países exporta dores de petróleo, como México, Venezuela, etcétera (véase el muy esclarecedor cuadro I), fuertemente endeudados, conduce a los mismos a reducir sus importaciones, lo que repercute muy negativamente en el mercado internacional, aumentando la recesión. Estamos, pues, ante una realidad compleja, contradictoria e incierta que exige dosis de decisión, imaginación e innovación por parte de los agentes sociales y, especialmente, de los dirigentes y responsables de las áreas económicas, culturales, políticas y sociales. En la cumbre de las siete grandes potencias industriales (EE UU, Japón, Canadá, Francia, Alemania, Italia y Reino Unido), que se ha celebrado en Versalles (junio de 1982), François Mitterrand, frente a esta grave crisis, ha presentado a sus partenaires el informe Tecnología, empleo y crecimiento, en el que se propone un desarrollo concertado de la economía mundial centrado en tres bloques, de proposiciones, agrupadas
1. Lanzar un programa concertado de crecimiento para la tecnología.
2. Poner la tecnología al servicio del empleo y de las condiciones de trabajo.
3. Favorecer conjuntamente la expansión y apertura de las culturas.
Al mismo tiempo, Mitterrand ha animado a los dirigentes de las grandes potencias a "explorar los amplios campos abiertos por nuestros esfuerzos con la ayuda de la ciencia y tecnología", y ha hecho mención especial de las biotecnologías, la electrónica, las energías nuevas, las exploraciones oceanográficas y espaciales y las nuevas tecnologías de la comunicación. Frangois Mitterrand ha constatado en su informe que el progreso a medio plazo tiene siempre que crear muchos más empleos que los que destruye, y que la debilidad de las inversiones, provócada por la actual recesión económica, debe combatirse con la revolución, industrial resultante de las nuevas aplicaciones científicas, y que deberán permitir la realización de una movilización sin precedentes del capital y de un esfuerzo inmenso en la formación" que favorezca el dinamismo industrial, reduzca el desequilibrio Norte-Sur, genere empleo, mejore las condiciones de trabajo y abra nuevas vías de inversion y riqueza, en aras a construir una nueva civilización, luchando contra "el cada uno para sí", que puede dar al traste con la cultura y el desarrollo alcanzados.
Salarios e investigación
¿Cuáles son, pues, las formas para combatir esta crisis, para aumentar el empleo y para mejorar las condiciones de vida y trabajo de los agentes sociales? Japón, a pesar de que este país no posee energía ni materias primas, es el que ha conseguido mejores resultados frente al paro y al desempleo.
Y lo ha conseguido actuando, entre otras medidas, sobre la duración media del tiempo de trabajo, sobre la organización del trabajo y, consecuentemente con ello, moderando los salarios -una de las pocas opciones posibles que se pueden adoptar frente a un crecimiento económico débil y una población activa en aumento-, lo que permitirá mejorar la inversión, aumentar la productividad y, por tanto, generar más riqueza y empleo. Lo han conseguido fundamentalmente también aumentando los recursos destinados a la investigación.
La revolución tecnológica, junto a la distribución, escasez y necesidad de las materias primas, está poniendo en cuestión los fundamentos en los que se había basado el consenso sócial en estos últimos años: la división social e internacional del trabajo, y especialmente el traba o entendido como un fin en sí mismo que generaba el culto al esfuerzo, la rentabilidad, competitividad, etcétera, en tomo al cual se definía todo lo demás, y, particularmente, el tiempo libre. Con la revolución tecnológica nos encontramos ante un cambio de sociedad, dado que la misma permite reducir el tiempo de trabajo manteniendo la misma productividad y aumentando la satisfacción en el mismo; es decir, se puede trabajar menos, en mejores condiciones, y producir más. Por tanto, con la revolución tecnológica se puede vivir mejor. Sin embargo, una parte de dirigentes y empresarios no se aviene a admitir estas nuevas perspectivas que ofrece la revolución tecnológica y, con el apoyo de la reaganomía, lo que están haciendo es dejar a gran número de trabajadores en paro.
Estamos, pues, ante la, disyuntiva de consolidar una sociedad de parados, que se enfrentaría a los avances tecnológicos, o, por el contrario, una sociedad de tiempo libre, que se beneficiaríade la utilización de dichos avances, repartiendo el trabajo, reduciendo y posibilitando su realización en mejores condiciones. No se trata de oponer trabajo y tiempo libre, porque esta distinción es ideológicamente interesada. De lo que se trata es de integrar el trabajo en el proceso de desarrollo integral de la persona y -no en mantenerlo como hasta ahora, bajo la referencia de alienación, fatiga, aburrimiento, uniformización..., aniquilamiento de la personalidad.
Está surgiendo, sin embargo, en el mundo una amplia corriente social que se opone al trabajo entendido como carga y al principio que establece el tiempo libre como tiempo de reposo, de recuperación de la fuerza de trabajo, en el que generalmente no sabe uno qué hacer, a no ser lo que establece la programación consumista y alienante, que reproduce y legitima unas relaciones sociales violentas, supercompetitivas, uniformadoras, rustrantes y aislacionistas; y que postula, con base en el avance tecnológico, una nueva concepción del desarrollo y del progreso basada en otra organización de las relaciones sociales, consistente en establecer una nueva relación con el trabajo, con el tiempo, con los objetos, con la naturaleza y entre las personas. En esta nueva organización de las relaciones sociales, la profesión sería una actividad más junto a las otras, que proporcionaría y revitalizaría una nueva concepción del trabajo, una nueva organización del mismo.
Se está abriendo paso, pues, frente a la alienación y progreso salvaje, frente al sentimiento trágico de la vida que entiende que a este mundo, valle de lágrimas, se viene a sufrir y a redimir nuestras culpas por el abnegado y esforzado trabajo, una concepción que, partiendo de que la técnica está al servicio del hombre y no al revés, permita gozar de la naturaleza y del cuerpo, trabajar menos y vivir mejor. En definitiva, setrata, como acaba de establecer en su última obra Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicacional (primer tomo, Por una crítica de la razón funcionalista; segundo tomo, Racionalidad de la acción y racionalización social, Ediciones Suhrkamp, Francfort, 1982), de reconciliar la técnica con la racionalidad moral y los valores estéticos, lo que en otra perspectiva, utilizando las palabras de Jean Lacouture, supondría: "Reconciliar la política y la cultura, e incluso hacer de la política la forma suprema de cultura".
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