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Silencio en Moscú ante los últimos acontecimientos en Polonia

La Unión Soviética ha sido uno de los pocos países que no ha comentado la disolución de los sindicatos en Polonia, después de haber multiplicado durante dos años los ataques contra Solidaridad, según destacan los observadores en Moscú.Ni los diarios, ni la radio, ni la televisión se detuvieron en comentar la nueva ley sindical polaca, anunciada en unas pocas líneas de texto por el diario Pravda, órgano del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Esta discreción tiene, según los observadores occidentales, una doble significación.

En primer lugar, resulta difícil para Moscú explicar al pueblo soviético la suspensión de sindicatos en países socialistas. Ello supondría, sin duda, un precedente insólito del desenganche polaco y una confesión de la fuerza del sindicato Solidaridad. En segundo término, la URSS no quiere, en ningún caso, ser acusada o aparecer como sospechosa de injerencia en los asuntos internos de Polonia.

El silencio soviético significa, en la óptica del Kremlin, que el asunto de los sindicatos es exclusivamente polaco y que es únicamente responsabilidad del general Jaruzelski.

Es significativo al respecto apreciar con qué rapidez la agencia oficial Tass reaccionó el sábado ante las sanciones norteamericanas contra el régimen de Varsovia.

Tass aseguró que Ronald Reagan, privando a Polonia de la cláusula de nación más favorecida tras la disolución de Solidaridad, se apresta a realizar un verdadero chantaje sobre un país socialista soberano. Por su silencio, Moscú tiende, por el contrario, a probar que no intervino en la crisis.

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Esta prudencia caracteriza la actitud soviética desde la instauración del estado de sitio en Varsovia, "solución exclusivamente nacional", según los medios oficiales soviéticos.

Moscú quiere de esta manera dar la impresión de que el asunto está zanjado y expresa implícitamente su apoyo al general Wojciech Jaruzelski, que "ha logrado su normalización", según un analista soviético.

Los observadores destacan efectivamente que el marco ansiado por el Kremlin para el encauzamiento de la crisis económica polaca se logra poco a poco: frenazo a la contestación abierta gracias al estado de excepción, vuelta al trabajo con la prohibición de las huelgas, disolución de Solidaridad; la próxima fase deberá incluir el relanzamiento económico y la reconstrucción del partido obrero, POUP.

Los medios oficiales soviéticos admiten que esta normalización definitiva durará años. Pero la inquietud de las horas tensas ha dado paso a una cierta confianza, que no es aún la hora de un optimismo real.

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