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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La información del golpe

SERIA ABSURDO no reconocer la perplejidad que envuelve a la opinión pública ante las noticias, escasas y confusas, que se publican sobre la última intentona de golpe de Estado, conocida con las siglas de MN y que ha dado con los huesos en la cárcel de dos coroneles y un teniente coronel. Una reconstrucción objetiva de los hechos nos lleva a entender que la conspiración deshecha -o aparentemente deshecha, pues ahora se dice que sólo se ha descubierto parte del plan- era la más seria y grave de cuantas se han intentado. Pensaban los golpistas operar en todas las capitanías generales, tomar Madrid, neutralizar la Zarzuela y la Moncloa, y si el ministro del Interior dice bien, no se descartaban acciones sangrientas. El dramatismo con el que se toman las primeras decisiones -reuniones con el presidente del Gobierno durante toda la noche, detenciones policiales de mañana- coincide con los anuncios que desde el principio se hacen: habrá más detenidos, arrestos y destituciones en el Ejército. Y eso se hace público por miembros del Gobierno, que destacan lo mismo la habilidad de los servicios de información que la. gravedad de la conspiración.Algunas reacciones, sin embargo, comienzan a chocar. El presidente de la JUJEM viaja a Estados Unidos, y el del Gobierno pasa el fin de semana en Galicia, donde es objeto de un homenaje. La sensación de tensión es así mínima y las autoridades no se comportan preocupadamente en público. No se refuerza la vigilancia de los edificios objetivo de los golpistas, no se reúne aún la Diputación Permanente del Congreso, no se detiene a nadie más, no se destituye a ninguno... Y sin embargo cuentan que el golpe necesitaba más de doscientos implicados para llevarse a cabo, que tenía fecha y hora de ejecución y que las listas de conspirados y de víctimas estaban ya elaboradas.

El lunes pasado pedíamos desde estas mismas páginas información. Hoy nos gustaría poder exigirla. La opinión pública tiene derecho a saber que las diferentes versiones sobre lo sucedido proceden todas de fuentes oficiales, en su mayor parte de miembros del Gobierno con responsabilidades en la desarticulación del golpe. Lo que el Gobierno ha filtrado de los documentos incautados al coronel Muñoz no sólo no aclara las cosas, sino que las hace aún más oscuras. No se deduce de los documentos que el cabecilla fuera Milans, pero Milans es trasladado con toda urgencia. Se prometen más detenciones, pero las detenciones no llegan. A los procesados se les perseguía desde hace meses; pero no se dice cuántos. No se explica qué pruebas de culpabilidad se han esgrimido contra los hermanos Crespo, en cuyas casas no se intervino papel alguno. Y todo se mueve en una vaporosa nube de amenazas que permite desplazar a segundo término las preocupaciones de la campaña electoral y tenernos a todos el alma en vilo con la fe suficiente en que la gracia sacramental del Gobierno nos salvará también esta vez.

Los indicios son de que una conspiración enormemente vasta y dura se estaba preparando contra el régimen. Es probable que esa conspiración se haya urdido desde las celdas de los condenados por rebelión militar en el juicio del 23-F. Lo peligroso de la benignidad de trato concedida a estos reos no le ha podido sorprender al Gobierno. Y no podemos ni imaginar que éste piense que con la detención de tres jefes y la aireación de sus planes los núcleos centrales de la conspiración hayan sido desarticulados. Lo que tenemos que preguntarnos entonces es si de ahora en adelante nuestra fe debe ser ciega o tenemos los españoles derecho a conocer nuestros propios peligros y a defendernos de ellos.

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