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El duque de Alba vuelve a Flandes, "sin pica, pero con palma académica"

Soledad Gallego-Díaz

El duque de Alba volvió ayer a Flandes, "esta vez sin pica, con palmas académicas", cuatro siglos después de que el Gran Duque de Alba estableciera allí, entre 1567 y 1573, una represión y unas obligaciones que los habitantes de los Países Bajos recuerdan como un episodio capital y dramático de su larga historia. El discurso del actual duque fue sobre el perfil humanista de su antecesor.

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Jesús Aguirre, el duque de Alba actual, intelectual español, traductor de grandes pensadores europeos y buen conocedor él mismo de esa historia, acudió, tantos siglos después, invitado oficialmente por la Administración holandesa y pronunció ayer un discurso en La Haya. Su conferencia tuvo como tema el de los Perfiles humanistas del Gran Duque de Alba.El duque de Alba considera que este regreso a Flandes ("esta vez sin pica, pero llevando la palma académica"), convocado oficialmente por un departamento del Gobierno holandés "debe inscribirse en la corriente de comunicación que une a Europa con España y que tiene en el área de la cultura un elemento esencial de comprensión y de entendimiento".

La presencia del duque de Alba en La Haya despertó una gran expectación. Su discurso de ayer, que fue pronunciado en alemán, idioma del que Jesús Aguirre ha hecho diversas traducciones, fue reproducido íntegramente por un rotativo holandés. Hizo el duque de Alba un recorrido histórico por la biografía del Gran Duque traspasada por el interés de éste por el mundo de la cultura y el arte.

Recordó Jesús Aguirre que Vives quiso ser preceptor del Gran Duque, puesto que ocupará Boscán. Según el duque actual, la in fluencia italianizante de Boscán explica la preferencia del Gran Duque por el arte italiano, y así son italianos los artistas que decoran el Castillo de Alba de Tormes en la provincia de Salamanca, y el jardín de La Abadía, entre Plasencia y Béjar, es uno de los primero ensayos de jardín renacentista en España; a él dedica Lope de Vega que fue secretario del quinto duque de Alba, las famosas octavas reales. De La Abadía, recordó también el duque de Alba, partió hacia Alba de Tormes en 1556 el cortejo de sabios que fueron invitados por el Gran Duque para celebrar discusiones neoplatónicas, un hecho del que hace referencia amplia Cristóbal de Villalón en su Escolástico.

Reivindicar la figura del duque de Alba en los Países Bajos viene a ser como mentar a Lucifer en el Vaticano. Los holandeses, orgullosos, con razón, de su historia, aprenden todavía hoy en la escuela una canción patriótica que describe los horrores sufridos por este pueblo hasta independizarse del imperio español y el saqueo, a sangre y fuego, a que fue sometido por los famosos tercios de Flandes a las órdenes, precisamente, del duque negro.

Han pasado muchos siglos, pero todavía hace falta valor para entrar en la boca del lobo, presentarse como descendiente de aquel militar aristócrata y pretender, además, defender la imagen de una Casa de Alba humanista y abierta al progreso cultural y científico. Eso es lo que hizo ayer en La Haya Jesús Aguirre. El duque de Alba acudió tranquilamente al Ministerio de Finanzas para participar en la presentación de un libro -El impuesto del diezmo en la época del duque de Alba- escrito por un ex ministro de Finanzas holandés, el profesor Graperhaus, y sin que le temblara la voz explicó, en alemán, los aspectos positivos de una figura histórica que durante siglos ha estado rodeada en los Países Bajos de la más negra leyenda negra.

Bien es cierto que el actual duque de Alba no ha sido el primero en promover el deshielo histórico entre España y los Países Bajos. El rey don Juan Carlos le precedió en 1980 con un gesto que conmovió a los holandeses: Depositó una corona de flores ante la tumba del antiguo rebelde, Guillermo de Orange, El taciturno, fundador de la dinastía, asesinado, dicen algunos historiadores, por orden de Felipe II.

La reina Juliana, que acompañaba a don Juan Carlos, no cabía en sí de gozo.

Hechas las paces entre Felipe II y Guillermo de Orange faltaba "poner una pica en Flandes" e intentar al menos atenuar la imagen, fabricada con hechos reales y leyendas, de otra figura histórica que, para bien o para mal, dejó una huella profunda más allá de nuestras fronteras.

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