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El duque cambia de tercio

El regreso del duque de Alba a los Países Bajos ya no provoca el consternado pavor que tan bien satiriza el belga Jacques Feyder en La kermesse heroïque, pero en la Holanda contemporánea se recordará siempre que la identidad nacional se forjó en la lucha contra la dominación española.Las Provincias Unidas, como se llamaba la confederación protestante que optó por la vía de la insurrección contra Felipe II en 1580, se unieron, precisamente, por su oposición a la idea de la Monarchia universal española. La rebeldía neerlandesa fue la del nacimiento en la Europa continental de la patria burguesa, recubierta a modo de ideología por la disidencia calvinista.

De entre aquellas provincias confederadas, la mayor y más rica, Holanda -una especie de Castilla a la que le salieron bien las cosas-, aglutinó a su alrededor una nación luchando por el fin de las trabas medievales a la actividad económica y una libertad de conciencia que en su caso se convertía en persecución del papismo.

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La rebelión de Lutero medio siglo antes había dado la cobertura necesaria a un movimiento que hacía rodar la bola del primer capitalismo moderno. Que hoy un duque de Alba, tan español como el que mandaba lo tercios hace cuatrocientos años para no dejar a los holandeses que lo fueran, se dirija a una distinguida audiencia en La Haya es un signo de que en Europa no ha de haber nunca más una guerra civil.

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