La antigua paradoja
Anouilh hizo siempre un teatro de calidad: una elevación de temas, unas inquietudes sociales, un brote de paradoja; todo ello en un molde comercial, con formas de teatro de bulevar. Los intelectuales le despreciaron, la vanguardia le insultó (aunque él, ya instalado, contribuyera a prestigiarla, como hizo con un famoso artículo de Le Figaro en favor de lonesco). La salvaje es su cuarta obra: la montó Georges Pitoeff en 1938. Estaba ya en ella un tipo de muchacha que repetiría a lo largo de la obra: la pureza en el fango, la azucena de la miseria y el pecado. Frases de de melodrama. Anouilh daba una cierta vuelta literaria al melodrama... Y hacía su pirueta, su paradoja. Aprendida de G. B. Shaw. Hay mucho de Pigmalión (1913): la muchacha montaraz que se eleva a la clase superior, el padre pintoresco y desvergonzado, la sátira de la alta sociedad. Con menos riqueza, con menos brillo que Shaw, pero con un paso adelante en la negación del conformismo.Quizá tiene todavía algo que decir esta Salvaje a un público español, a los 44 años de su estreno en París, a los casi cuarenta de su estreno en España. Todavía hay estremecimientos de inquietud en el público al oír que la heroína se acostó con el amante de su madre (más tarde, el propio Anouilh, cuidadoso con su público, lo desmiente en un inciso); todavía hay gestos de repulsa ante el relato de un aborto provocado. Otras cosas han pasado ya. El trabajo en la mujer ha dejado de ser un sport de las chicas bien, la redención de una clase humillada por su ingreso en la superior ha dejado de buscarse: hay más crítica del pobre al rico por su cursilería que por su supuesta elevación espiritual (en esta obra los decorados y el vestuario de Cudrón contribuyen, no creo que deliberadamente, a definir la clase alta como cursi, aunque el texto no vaya por esa vía). Probablemente, un cierto público que paga el alto precio de las entradas no ha evolucionado tanto, y encuentra en La salvaje una actualidad. Es una obra muy estimable, muy inteligente, muy teatral. A la antigua usanza. Pero si aquí no se ha depurado, si no se ha superado esa forma antigua, su validez y su moraleja sigue estando en pie. Para un cierto público estancado, es el paso siguiente al teatro de Benavente, que realizaba esa crítica desde supuestos mucho más burgueses y con todas las reservas y caminos de regreso abiertos.
La salvaje, de Jean Anouilh, versión de José Osuna
Intérpretes, Eva León, Carmen Maura, Ismael Merlo, Francisco Merino, Margot Cottens, Avelino Cánovas, Manuel Tejada, Joaquín Molina, Maribel Romero, Meri Leiva, Yolanda Ríos, Josefina de la Torre, Macu Tejera. Decorado y figurines, Juan A. Cidrón. Dirección, José Osuna. Reposición, teatro Lara, 1-10-82.
La versión de José Osuna -en castellano bastante aproximado al francés-, y su dirección, se ciñen al tiempo pasado. Y la inter pretación. Carmen Maura ha ga nado una popularidad intensa con la televisión: regresa al punto de partida, recoge el teatro donde lo dejó. Tiene claridad más que inter pretación, brío más que intensidad trágica, conocimiento teatral más que presencia escénica. Da credi bilidad al personaje, gana simpatía para él. Como Ismael Merlo, lleno de la antigua sabiduría teatral de "hacer un tipo" y colocar las frases; eficaz, humorístico. Manuel Tejada y Francisco Merino tienen personajes difíciles, desairados: los sacan adelante, como el resto del reparto. Todo ello -texto, versión, interpretación, escenografía, dirección-, dentro de un concepto del teatro que nos parecería muy antiguo si tuviéramos una referencia de teatro moderno suficientemente válida o triunfante -en España- para compararlo. Dado que el público de este teatro es también muy antiguo, la resurrección conserva su interés; se trata de un teatro inteligente: y los aplausos son suficientes para demostrar que ese interés existe.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.