La moderación
Ayer he hecho campaña electoral por Miguel Hernández en Aluche. Miguel Hernández era poeta miliciano, murió hace muchos años dentro de un pulmón de acero, en calidad de prisionero (además de muerto estaba preso) y, frente al revolucionar¡ sino industrial y proletario de nuestra guerra civil, él vivía el sueño arcádico de un pasado anacreóntico, pastoril y oriolano.Luego me voy al Hotel Castellana a hacer campaña por "la arruga es bella", pues me parece que Adolfo Domínguez, que pasaba allí su colección, ha conseguido la moda moderada, natural, de ir vestido de nada o de nadie, frente al estilo ejecutivo, agresivo de corbatas, tirante de solapas y violento de novedad/vulgaridad.
Finalmente, ya en la noche, el genial José María Rodero nos estrena la obra mayor de su vida, el Calígula de Albert Camus, en el Alcázar.
Calígula, que ha quedado en la historia como loco, asesino, arbitrista sangriento, incestuoso y ladrón, era un moderado de la muerte. Creía o quería llegar por la muerte a la moderación política y social, lo cual le convertiría en un prefascista, en un Hitler/Mussolini en latín, si no hubiera decidido, según Camus, que en el programa de Gobierno entraba su propia muerte.
"No se modera el crimen con el crimen", viene a decirle un personaje, el intelectual. Pero en el estreno no estaban los políticos que hacen campaña por la pena de muerte "en caso excepcional y grave". Pues bueno fuera que la reivindicasen sobre el que roba un huevo en la huevería.
Almuerzo con Felipe González en la presentación del libro que sobre él ha escrito, con su natural agilidad de prosa, Víctor Márquez. Cuando Pilar Urbano le pregunta por los problemas de conciencia que pueda plantearle el ser socialista (algo así como que los socialistas van al infierno, o sólo van al cielo como los angelitos negros de Machín), Felipe González, en las respuestas, nos reparte a todos la eucaristía de la moderación, mejor que el postre de Mayte.
Cuando el colectivo Urbano/ Oneto/ Pi /etcétera le plantea a Felipe (desde la derecha), viéndole tan moderado, cuál va a ser su cambio, el líder socialista sigue vendiendo moderación, que se traduce en votos y subidas de Bolsa. Lo cual que el socialismo/PSOE tiene, por el origen andaluz y agrario de sus líderes, algo del premarxismo roussoniano de Miguel Hernández, que era un "buen salvaje" que se subía a las acacias madrileñas para evocar Orihuela.
Ellos renunciaron a Marx, en doliente Congreso, pero no pueden renunciar a Rousseau, aunque no esté en sus textos sagrados, y esa moderación campesina, ese tirón agrario, arcádico, virgiliano, es lo que les diferencia del revolucionarismo proletario e industrial y les acerca al español medio, que siempre es de pueblo.
Alguien dijo que "los campesinos son los ausentes de la Historia".
Con el PSOE, los campesinos vuelven a estar presentes, y actuantes, en la Historia. En una España eternamente crispada de tiranteces obrero/empres ario, clerical/anticlerical, militar/civil, caballo/peatonal, intelectual/"muera la inteligencia", la revolución moderantista es la revolución que todo el mundo apetece ya, porque nos den un respiro.
Si el moderantismo se convierte, una vez en el Poder, en entreguismo, se pondrá en pie la reserva espiritual. El PSOE perdería sus bases y volveríamos a una cruda decantación derecha/izquierda. Tengo escrito aquí que la paz y la moderación socialista es una amenaza que la ultranza no puede soportar.
Dice Carmen Platero, a propósito de "la arruga es bella", que "a todos nos han salido arrugas en las arrugas". Arruguémonos en paz, moderadamente.
Lo que late hoy en España es la contrarrevolución de cierta derecha. Los partidos progresistas han encontrado su arma secreta para aterrorizar al integrismo: la moderación.
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