Imaginación y fantasía de la alta costura
En todo buen desfile de modas suele haber un pase paralelo tan interesante como el primero. Porque la moda y todo lo que la rodea en un grandioso espectáculo. Hace tiempo que terminó el aburrido paseo de una modelo detrás de otra; altivas, el paso decidido, medidamente profesional. Ahora tienen que bailar y, si es menester, arrastrarse por los suelos. La música sigue el compás de la falda en movimiento y el público está de fiesta. Y así era exactamente El Renacimiento, la presentación de la moda otoño-invierno 82/83 de Elena Benaroch y Josette Nahmias, un grandioso espectáculo que, además del maquillaje, la peluquería, la zapatería y el perfume, necesita un guión, una dirección artística, un sonido, una coreografía y una iluminación especial. De esto último, además de Giorgio Aresu y Luis Oliveira, se encargó fundamentalmente Josette.Elena puso las pieles. Más de treinta modelos, cuatro bailarines y algunos extras pusieron en escena cuadros típicos de la época renacentista. Un derroche de imaginación. Con la excusa de mostrar lujosos abrigos, chaquetones y chalecos de visón, lince o zorro, se iban sucediendo en el escenario de la discoteca Joy Eslava, cuadros vivientes inspirados en la época: los halconeros, los trovadores, los mendigos, los mercaderes de Venecia, Romeo y Julieta y hasta el mismísimo lienzo del El Greco, El entierro del conde de Orgaz. Y para demostrar que, efectivamente, una presentación de moda no tiene límites, también vale la actuación de Al Bano y de Mocedades, con el consiguiente júbilo por parte del público que está dispuesto a no perderse detalle. Y entre un número y otro, se repiten los codazos: allí delante está Victoria Vera y Cari Lapique y el Duque de Cádiz, y Tesa de Baviera ... Y es motivo de comentario que las hermanas Dominguín estén también en escena. Muchos espectadores, por su parte, pasean los más atrevidos modelos y fotógrafos y famosos se buscan mutuamente. En clara complicidad, los primeros disparan su flashes porque los segundos se hacen notar; y luego se pregunta: "bueno, dime algo para poner en el pié de foto".
No se cabía en el Joy Eslava -2,000 personas; barra libre- y el espectáculo seguía su marcha, de sorpresa en sorpresa. Fue éste un desfile muy especial predispuesto a ser original. Los abrigos de pieles para la nueva mujer de hoy, joven y desenfadada. Porque desenfadada era la imagen de las modelos luciendo unos abrigos en los que los animales conservan sus patas, sus cabezas y sus colas. Casi llegó a ser una escena desconsolada y patética, en la que las mendigas, desde el suelo, miraban suplicantes. Muy creíble todo si no hubiera sido por el pequeño detalle, en la mente de todos, de que cada abrigo cuesta entre 500.000 y un millón de pesetas.
En definitiva, un original montaje que costó más de 3.000.000 de pesetas, según Elena Benarroch, para presentar un nuevo estilo no menos original. Predominio del negro y el gris, en los colores, y del visón y el astrakán, en las pieles. Largos por encima de la rodilla en faldas, vestidos, bombachos o pololos. Las telas corrientes, relegadas para dar paso al cuero o la napa que, como se demostró en el desfile, da mucho juego. Y, por último, una fantástica superposición de piezas para lograr un estilo recargado y armónico.
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