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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La derecha alemana vuelve al poder

LO QUE SUCEDIO ayer en la República Federal de Alemania, dentro de la más absoluta legalidad constitucional, es sin embargo uno de los percances contra los cuales el sistema democrático no está preparado suficientemente. Una minoría exigua, con trazos de convertirse en inexistente en las próximas elecciones generales, ha decidido lo que con alguna facilidad de lenguaje puede denominarse un "cambio histórico": la caída de la socialdemocracia, que gobernaba desde hace trece años, y su sustitución por el partido radicalmente opuesto, la coalición CDU-CSU, sin que en ello intervenga la voluntad o la soberanía'populár. Ni siquiera ha sido todo el partido liberal el que, al invertir su alianza, ha cambiado el sistema, pues no todos los diputados de ese partido estuvieron presentes en el Bundestag. Schmidt ha atacado duramente la falta de moral de los dirigentes liberales, tan a la vista por el hecho de que su jefe, Genscher, ha sido ministro de Asuntos Exteriores en la coalición con los socialdemócratas y va a seguir siéndolo con los democristianos, de los que se espera una política internacional bastante distinta. Probablemente la cuestión venía de antes: de cómo un partido con 53 diputados, obtenidos en las últimas elecciones, cantidad mínima con respecto a los 226 de la CDU-CSU y los 216 de la SPD, ha podido mantener la situación de poder y equilibrio por su capacidad para hacer el peso en la balanza. Pero la coalición líberal-socialdernócrata duraba años, y no fue el fruto apresurado de un resultado electoral, sino la estrategia consciente que unos yotros llevaron a los últimos comícios. Por eso resulta tan atípico, y tan dudosamente respetuoso con la voluntad de los propios electores liberales, este viraje.La socialdemocracia alemana se marcha del poder con un buen balance a su favor. Brandt, luego Schmidt, han conseguido un país con una moneda todavía sana, un índice de crecimiento superior al de la Comunidad Europea y un índice de paro bastante inferior. Ha aportado al mundo la Ostpolitik, la apertura a las negociaciones con la Unión Soviética, los países del Pacto de Varsovia y, naturalmente, con la República Democrática de Alemania: una apertura que la CDU quiso bloquear y sin la cual algunas de las bases de la coexistencia hubieran sido imposibles; quizá la nueva coalición no intente ahora cambiar bruscamente esa política global, pero apenas existen dudas de las simpatías por el modelo Reagan que los nuevos gobernantes de Bonn tienen. En el pasivo de Schmidt puede apuntarse un excesivo alejamiento de las tesis pacifistas y de los verdes -que van creciendo en la opinión pública- con erosión considerable entre las propias bases de su partido. Curiosamente esta estrategia, o parte de ella, podría atribuirse al miedo de perder lo que finalmente ha perdido: los votos parlamentarios de los liberales.

El partido saliente tiene que hacer ahora un esfuerzo de reconversión con vistas a las elecciones. La salida normal de esta crisis, la que hubiera aclarado suficientemonte si el cambio radical en el poder obedece a una modificación de la opinión pública, estaría en unas elecciones anticipadas inmediatas. Es la salida que ha evitado la nueva coalición, temiendo un resultado diferente al que ayer obtuvieron. De todas formas, la fecha fijada para las elecciones está prevista para marzo. En este tiempo los liberales de Genscher tendrán que rehacer la imagen de su partido, amenazado por la ruptura después de tan tremenda pirueta como acaban de dar. La democracia cristiana y los cristianos sociales de Strauss tratarán de utilizar mientras tanto los resortes del poder para mejorar posiciones electorales. Desde hace trece años permanecían en la oposiciónm, y sus opciones como gobernantes van a ser ahora puestas a prueba. Sería insensato que volviesen a gobernar con las premisas de dureza con que lo hicieron antes de perder las elecciones de 1979, en las que se dejaron dominar por la figura de Strauss.

Desde un punto de vista legal, nada hay que oponer al ,cambio de Gobierno en la República Federal de Alemania: la SPD ha perdido la mayoría, y es evidente que no puede gobernar. Pero, un análisis más profundo, y con mayor perspectiva de la historia, permite preguntarse si el censo de la RFA -que ha demostrado sus movimientos de conciencia en las elecciones de Hesse- no hará pagar caro a los nuevos alíados esta maniobra. A condición de que Schmidt, o quien le sustituya, sepa fortalecer su imagen, vigorizar su partido y asumir al menos algunos de los principios de la nueva izquierda emergente en la RFA.

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