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TRIBUNALES

El fiscal pide seis años y un día para la mujer que se apoderó de un niño en una clínica de Barcelona

Tanto el Ministerio fiscal como la defensa mantuvieron la calificación de "delito de sustracción de menor" en el juicio celebrado ayer en la audiencia provincial de Barcelona contra Aurelia Rodríguez, la "secuestradora de Lloret", una mujer obsesionada por la maternidad que hace poco más de un año se apoderó de un recién nacido haciéndose pasar por enfermera en una clínica barcelonesa.

El 16 de julio, cuando los funcionarios policiales llegados a Lloret de Mar penetraron en el piso de Aurelia Rodríguez, lo último que esperaban era encontrar un rostro manso que les espetaba: "Ya sé a lo que vienen. Les esperaba. Pero no hagan ruido, porque la niña está durmiendo".La breve carrera delictiva de Auri, como la conocen cariñosamente sus vecinos, había tocado a su fin. El inicio se remontaba a tres días antes, el 13 de julio, cuando Aurelia Rodríguez tomó el autobús de línea para desplazarse hasta Barcelona. Regresó a las pocas horas tras haber visitado la clínica ginecológica de El Pilar y un establecimiento de confecciones. En el primer lugar analizó in situ las posibilidades de llevar a cabo la operación que tenía en mente desde hacía semanas. En el segundo, adquirió una bata blanca de enfermera que le procurara un tránsito anónimo por la instalación hospitalaria.

La mañana siguiente repitió el trayecto, esta vez decidida a culminar su empresa. Eligió al azar una habitación que resultaría ser la ocupada por Isabel Domínguez y su hija recién nacida, Carmen Vila.

Con aplomo, manifestó a la madre que tenía que llevarse a la criatura por orden del médico "para ponerle unas gotas". Isabel Domínguez, aún convaleciente del parto, estaba acompañada de su hermano en esos momentos y opuso unos tenues reparos a las pretensiones de la falsa enfermera. La bata blanca suele actuar en estos casos como supremo argumento de autoridad capaz de vencer la resistencias de la madre más amorosa.

Aurelia tomó un taxi, el mismo que permitiría a la policía reconstruir ese lineal itinerario que el abogado defensor, Marc Palmés, comparó con el camino cuajado de miguitas de pan que Pulgarcito dejó en pos de sí. Salia así al paso de los encendidos elogios dedicados por el fiscal a la eficacia de las fuerzas de orden público.

Del taxi, Aurelia Rodríguez descendió en la estación de Francia, de donde parten los trenes de cercanías que mueren a unas decenas de kilómetros. Se diría que Aurelia hizo todo lo posible por no pasar desapercibida. Sus vecinos de cola supieron de su alegría por el reciente natalicio, de sus años de espera infructuosa, de su maternidad largo tiempo frustrada. Dejó pasar el primer convoy hasta Mataró "porque iba demasiado lleno y no quería que la hija padeciera apreturas". De Mataró hasta Lloret de Mar, Aurelia y la cría, Carmen Vila, viajaron en taxi. La última miguita quedó ante el domicilio de la procesada.

Una personalidad neurótica e histérica

Auri lleva ya ocho meses en libertad provisional, tras haber cumplido medio año de prisión preventiva. Ayer compareció ante el tribunal vestida con sencillez y con un maquillaje discreto. Parecía extrañada del rótulo que presidía la entrada de la sala: "Sección segunda de lo criminal".El rostro de Aurelia Rodríguez justifica las aprensiones de quienes vieron arrebatada la custodia de la criatura. No inspira paz la larga cabellera teñida de rubio, el gesto contraído, que aparenta estar siempre próximo a estallar en llanto o a contraerse en carantoña infantil.

Los dos psiquiatras que declararon ayer en el proceso caracterizaron a Aurelia como persona "aquejada de neurosis histérica con fuertes rasgos mitómanos". Es una calificacion severa que favorece una tesis penal blanda. El fiscal dijo no compartirla por cuanto podría suponer una disminución sustancial de la responsabilidad de la procesada, en la que los facultativos apuntaron una "alteraciónde las facultades volitivas".

Respondiendo a preguntas de su abogado, Maric Palmés, Aurelia Rodríguez reconstruyó con voz entrecortada su periplo vital. Casada entre 1956 y 1969 hasta que su marido emigró y "dejó de portarse bien", según expresó Aurelia, mantuvo sucesivas relaciones con "personas" y quedó embarazada en una ocasión hacia 1973, perdiendo el feto meses después; tentativa de suicidio; pérdida de su padre; nueva relación coronada por el fracaso; pérdida de su madre; última relación con otra "persona" cuyo nombre Aurelia se niega obstinadamente a revelar a su propio abogado por entender que es "ajeno a su delito", y nueva esperanza de embarazo hacia finales de 1980.

En la primeravera de 1981, su postrer compañero dejó a Auri "en seco", sin previo aviso. Los síntomas del embarazo, el volumen abdominal, la interrupción de la menstruación, desaparecieron subitamente y en el espacio de pocas semanas algo en el interior de Aurelia Rodríguez tuvo que elegir, según los psiquiatras, entre una solución fabulada, delirante, o una realidad más insoportable que cuantas había conocido.

Ella, aseguraron los médicos entre gestos de desaprobación del fiscal, "creyó que ese hijo era suyo simplemente porque lo deseaba, lo necesitaba".

Las argumentaciones implacables del fiscal y las alegaciones del defensor Palmés chocaron con insistencia en un punto. El ministerio fiscal no parecía dispuesto a aceptar la tesis apuntalada por los peritos de una neurosis histérica "tan profunda como para provocar un embarazo histérico".

Y el fiscal, amante, a lo que se vió, de la enumeración y la taxonomía, tras solicitar de los doctores el recitado de las clases de neurosis, insistió en demandar de la procesada una explicación convincente de la cesación repentina de su embarazo; un embarazo cuya existencia fue corroborada por dos testigos independientes que vieron a Aurelia en bañador premamá a la altura del mes de mayo. La acusada respondió impotente: "Se deshinchó, y yo seguía teniendo muchas ganas de tener un hijo sin importarme que fuera niño o niña, quiería un hijo".

En rectificación de sus conclusiones provisionales, el ministerio fiscal retiró la agravente de astucia con que había cualificado el delito de sustracción de menor y solicitó para la procesada una pena de seis años y un día de prisión mayor.

La defensa, suscribiendo la calificación jurídica del fiscal, solicitó del tribunal que se apreciera una eximente incompleta en atención a "la perturbación del campo de la conciencia de la que, en su criterio, está aquejada su cliente". De prosperar esta tesis, Aurelia Rodríguez, Auri para sus vecinos, "la secuestradora de Lloret" sería condenada a una pena que iría de seis meses y un día a seis años de prisión menor.

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