La 'mayoría natural' en Alemania
DESDE HACE años la coalición gobernante en la República Federal de Alemania se sostenía en un equilibrio inestable. Acaba de romperse. Bastó para ello con la dimisión de los cuatro ministros liberales. La causa principal de lo que ya parece el fin de la era Schmidt es la crisis económica, que, aunque en menor medida que al resto de los países europeos, también ha acabado agarrotando a la RFA. La socialdemocracia, que gobierna en coalición en Bonn desde hace casi trece años, marchó viento en popa cuando actuaba como buena gestora y distribuidora del milagro económico. Pero la época de la prosperidad que permitía repartir generosamente comenzó a declinar a partir de 1980. Ya no hay presupuestos sobrados para hacer una política socialdemócrata, sobre todo cuando, como le pasaba a Schmidt, se depende en el parlamento de un partido, el FDP, liberal, de Genscher, que tiene un recetario burgués clásico -bastante parecido al de Thatcher o Reagan- para hacer frente a la crisis. El tema más concreto de la ruptura de la coalición es el de la Seguridad Social: los liberales sostienen la necesidad de recortar sus gastos como parte esencial de una austeridad mayor en la hacienda pública, y los socialdemócratas se oponen. Siendo la más importante la cuestión del reparto de una riqueza más bien escasa, no es más que un aspecto de una oposición general que puede clasificarse ampliamente en el encuentro de izquierda -socialdemócrata- y derecha -liberal-, en la que se incluyen temas como la nuclearización de la RDA, el tema de los euromisiles, la adopción de algunas reivindicaciones de los grupos ecologistas y de los pacifistas, la fiscalidad, etcétera. Si se añade que cada uno de los dos partidos tiene, además, un ala izquierda y un ala derecha, se comprende la delicadeza de una situación que se ha prolongado porque cada uno de los dos partidos trataba de evitar la pérdida de poder, pero que ha ido desnaturalizando, a base de concesiones, a cada uno de ellos. El FDP -liberales- tenía hasta ahora una posición gubernamental superior al porcentaje de sus votos y de sus escaños, pero a la socialdemocracia le resultaba imprescindible para mantener la mayoría parlamentaria. El canciller Schmidt ha ido haciendo concesiones sucesivas, pero al mismo tiempo ha ido perdiendo votos en las elecciones de los Estados. Para finales de este mes estaba cantada su derrota en el land de Hesse.Desde el viernes, el canciller Schmidt gobierna en minoría y sus días están contados. En una maniobra de última ahora intentó en el Bundestag la posibilidad de presentar una moción de confianza, con el compromiso de los partidos de una convocatoria inmediata de elecciones generales -la actual legislatura agotaría normalmente su plazo en 1984-. Esto le hubiera permitido ir a los comicios desde la jefatura del Gobierno con las lógicas rentas que dicha posición reporta. Pero la oposición democristiana no quiere de momento las urnas y prefiere llegar al palacio de la Cancillería por la vía de una votación parlamentaria. Es dudoso que su líder, Helmut Kohl, tenga el peso político y el carisma necesarios para ganar claramente unos comicios, incluso a un gastado Schmidt. A los liberales tampoco les interesan ahora unas elecciones precipitadas; su cambio de chaqueta abandonando al SPD no tendría tampoco una fácil venta en el electorado. El FDP va a buscar ahora una coalición con la CDU -democracia cristiana- que pueda darle las mismas condiciones arbitrales en la cámara y, por tanto, las mismas -por lo menos- posiciones gubernamentales que ha tenido hasta ahora con los socialistas.
Si esta maniobra resulta, la derecha alemana reuniría el extremo del polémico líder bávaro Jossef Strauss, alguna vez calificado del Fraga alemán, con el centro-derecha de Kohl y la derecha moderada de Genscher, pero hay miembros en el partido liberal que exigen que Strauss desaparezca del horizonte. Esta sería en cualquier caso una especie de mayoría natural a la alemana.
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