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Las relaciones entre EE UU y Filipinas giran sobre la ayuda económica y la democratización del país

Rodeado de gran pompa y extremas medidas de seguridad, el presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos, inició su visita oficial a Estados Unidos para tratar de conseguir mejores condiciones económicas como contrapartida a las bases militares norteamericanas instaladas en Filipinas. Por su parte, Washington, preocupado por sus intereses a largo plazo en el archipiélago, recordará a Marcos, la necesidad de iniciar una apertura para la democratización de su régimen. Reagan se entrevistará hoy con su homólogo filipino.

La oposición a la dictadura de Marcos, particularmente activa en Estados Unidos, ha convoca do una serie de manifestaciones a lo largo de los trece días de la visita del dirigente asiático mientras el presidente Marcos hable en el National Press Club durante el mediodía de mañana, viernes, los líderes de la oposición -representados por los ex senadores Raúl Manglapus y Benigno Aquino- explicarán su puntos de vista en un local contiguo.Marcos se entrevistará con el presidente Reagan; el secretario de Estado, Georges Shultz; el de Defensa, Caspar Weinberger, y líderes del Congreso.

Las relaciones entre Filipinas y Estados Unidos se articulan en primer lugar, en función de los intereses estratégicos norteamericanos en la zona del sureste asiático. EE UU cuenta en Filipinas con las bases militares más importantes ubicadas fuera del territorio estadounidense. La base aérea de Clark y la marítima de Subic son consideradas como vitales para los analistas del Pentágono.

Ferdinand Marcos, en múltiples entrevistas facilitadas a la Prensa estadounidense previas a su llegada a Washington, no ocultó su deseo de revisar el actual acuerdo militar, en vigor desde 1979 y que garantiza la presencia norteamericana en Filipinas hasta 1991, con revisiones cada cinco años. Estado Unidos concede ayuda económica a Filipinas por valor de quinientos millones de dólares, cifra considerada baja por Manila que desearía elevarla hasta un total de 2.000 millones.

El recuerdo del sha de Irán -al que el presidente Carter presionó para que liberalizase el país cuando el fenómeno de la revolución islámica demostraba que ya era demasiado tarde- está presente en la mente de muchos observadores de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Filipinas. La Prensa norteamericana señala que los diarios progubernamentales de Manila no dudan en calificar de Jomeini, en un país con cuarenta millones de católicos, al arzobispo de Manila, Jaime Cardinal Sin, que mantiene posturas opuestas al régimen autoritario -según la denominación de Washington- del presidente Ferdinand Marcos.

¿Cómo salvaguardar los intereses de EE UU a largo plazo, ante la oposición a Marcos, de 65 años de edad y, al parecer, con serios' problemas de salud? Tal incógnita constituye la principal preocupación de la Administración Reagan. La estancia de Marcos en Washington, que será seguida de una visita privada a Nueva York, debería contribuir a clarificar la actual situación.

Pero, mientras el presidente Marcos busca apoyo político y dólares suplementarios para potenciar su régimen, la oposición filipina espera un gesto que pueda inducir a Marcos a emprender una liberalización del régimen.

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