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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El FACA, su selección y asuntos de aviación

Ya antes de que el Consejo de Ministros decidiera la adquisición del F-18 estalló la polémica, en base a la filtración del informe previo preparado por la comisión Ministerio de Defensa-Ejército del Aire, centrada fundamentalmente en discutir, por un lado, si el avión seleccionado era el adecuado y, por otro, si el volumen de compensaciones obtenido era suficiente o podría haberse obtenido mayor con una negociación mejor planteada. Sin entrar, por el momento, en esta polémica creo que un aspecto interesante a discutir es hasta qué punto el planteamiento mismo del programa FACA y el método seguido en la selección del avión son los adecuados a la situación general del país y a las misiones constitucionalmente asignado a las Fuerzas Armadas.Habida cuenta de la taxativa asignación de misiones que el artículo 8º de la Constitución española asigna a las Fuerzas Armadas -que no son otras que las de "garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional"-, éstas se configuran básicamente con un carácter defensivo. Su organización, medios y material deben, por tanto, adaptarse a esta misión.

Desde esta perspectiva, la polivalencia buscada en la definición del FACA trata de cubrir los dos frentes básicos de amenaza potencial sobre España, esto es: el ataque contra objetivos terrestres de fuerzas invasoras o que constituyen amenaza inmediata, que se produciría en territorio español y áreas cincundantes, y, por otro lado, la defensa aérea y el mantenimiento de la superioridad aérea en el mismo escenario contra la fuerza aérea del invasor.

Ante esta hipotética guerra en España cabe ahora preguntarse si el tipo de avión seleccionado y su número son los adecuados para el cumplimiento de esta doble misión. Para ello habría que partir de la situación anterior, esto es, por un lado, de la comparación entre el avión que se adquiere y aquellos que se trata de sustituir y, por otro, de la evolución de las amenazas potenciales.

Respecto al tema de las amenazas potenciales nada indica que éstas hayan aumentado en el próximo pasado o vayan a hacerlo en el futuro; es más, con la instauración en España del sistema democrático, la posible amenaza proveniente de las democracias occidentales sin duda ha disminuido sustancialmente. La incorporación a la OTAN incluye a España en otro orden de amenaza, la de una nueva guerra mundial, que sin duda degeneraría rápidamente en guerra nuclear limitada o generaliza da frente a la que tendríamos muy poco que decir con este u otro tipo de armamento.

En un plano completamente diferente cabe analizar la actuación seguida por el Gobierno, y en particular por el ministro de Defensa, en el proceso de selección del nuevo avión.

Partiendo del hecho de que desde el principio se hurtó a la discusión del Parlamento el Plan Estratégico Conjunto alegando su carácter meramente ¡técnico!, no es sorprendente que el Parlamento no haya discutido el alcance, objetivos y contenido del programa FACA. Es claro que no es el Parlamento quien debe determinar el avión idóneo para cumplir una determinada misión, ya que esto eliminaría la capacidad de negociación con los fabricantes en cuanto a precios, contrapartidas, financiación y capacidad de incorporación de modificaciones, pero sí es el Parlamento quien debe definir los objetivos de la defensa nacional y los programas de adquisición de material para cumplirlos. La práctica seguida en este caso contrasta con la normal en todos los países democráticos. Como ejemplo, no por anecdótico menos sangrante, podríamos recordar que recientemente el Parlamento indio debatió las necesidades de sus fuerzas armadas de dotarse de un avión de transporte ligero e incluso de los rasgos más relevantes que debería reunir la especificación del citado avión.

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La institucionalización de este tipo de prácticas tiende a reforzar la idea que quizá anida en un sector de las Fuerzas Armadas, pero que es incompatible con un sistema democrático, de la autonomía del Ejército con respecto a la sociedad civil. Pero, con todo, lo más grave es que el ministro de Defensa avale y defienda este tipo de métodos como idóneos para el suministro de material a las Fuerzas Armadas. Si el ministro de Defensa no es capaz de defender la supremacía de la sociedad civil, y no es el primer caso en que manifiesta esta incapacidad, debe marcharse y dejar el puesto a otro con mayor voluntad política para que lo desempeñe. Diferente sería la valoración, en un plano meramente técnico, del trabajo realizado por la comisión encargada de elaborar el informe que sirvió de base a la selección del avión. Si el resultado obtenido, esto es, el avión seleccionado, puede ser criticable se debe en gran parte a que por la ausencia de discusión política del programa completo esta comisión inició su trabajo probablemente desde presupuestos equivocados.

Así, por ejemplo, como se trataba de sustituir fundamentalmente dos aviones de procedencia norteamericana (el F-4 Phantom y el F-5) y se trataba de mantener una política de diversificación de los suministros, desde el principio se asumió que el nuevo avión debería ser de procedencia norteamericana.

La opción política que hubiera representado un avión europeo como el Tornado (de proyecto y fabricación británico, alemán occidental e italiano), que hubiera servido de engarce entre nuestra estrategia política europeísta y las necesidades de nuestras Fuerzas Armadas, debería haber sido producto de ese debate político del programa que nunca se produjo y del que no puede responsabilizarse a la citada comisión, sino al propio Gobierno. Si el Tornado fue incluido en algún momento en la lista fue prácticamente fuera de concurso, y si mis informaciones son correctas, ni siquiera fue sometido a vuelos de evaluación por los pilotos del Ejército del Aire.

Por la misma razón, aparte de otras de carácter técnico, fue eliminado el Mirage 2000, si bien en este caso, tratándose de un suministrador normal del Ejército del Aire, fue evaluado en vuelo, aunque probablemente sólo como deferencia hacia el fabricante.

Reducido el margen de selección a los aviones norteamericanos y eliminado el F-14 y F-15 por su elevado precio, quedaban como única opción el F-16 y F-18, siendo la elección del F-18 técnicamente acertada, ya que se trata de un avión con mayor capacidad para el ataque a tierra, por poder llevar más carga militar, y mejor dotado para el combate aéreo, fundamentalmente por la incorporación de misiles guiados por radar.

Por todo ello no puede objetarse el trabajo de la comisión encargada de la selección. Si algo puede achacársele a esta comisión es la exasperante lentitud con que se ha llegado a la solución final; acusarla de premura y de falta de reflexión en la elección es confundir las limitaciones de fondo con las que operaba con aspectos de forma relativos a falta de estudio suficiente.

Las contrapartidas

Cuando el españolito de a pie conoce la noticia de que España va a gastarse 300.000 millones en aviones de combate se le abren las carnes, y más de uno pensará que por ese camino es por donde va a irse el dinero del Estado.

Frente a esta lógica reacción surge en seguida el antídoto de las contrapartidas y/o compensaciones. Cuando ese mismo españolito oye hablar de que el volumen de contrapartidas alcanzará el 100% o el 110%, si es suficientemente crédulo puede acabar pensando que además de equipar nuestro Ejército del Aire con modernos aviones vamos a salir ganando dinero. La realidad es que no existe un paquete de compensaciones definido, delimitado y con todas las bendiciones legales y formales para poder ser cuantificado. La realidad es que las únicas compensaciones conocidas, las contenidas en la oferta comercial pública del fabricante, eran totalmente raquíticas e incluso partían de asignar a la industria española una posición vergonzosamente tercermundista. La realidad es que los paquetes de compensaciones más o menos delimitados de las que son directamente computables (aquellas que representan valor añadido a introducir en los aviones por trabajos realizados en España) deberán ser aprobadas por el Congreso de Estados Unidos, donde pueden ser recortados de forma importante alegando que se trata de tecnología no transferible, mientras que el Parlamento español carecerá de probabilidades de rescindir el contrato si éstas no se materializan.

En resumen, de lo que se ha afirmado acerca de la importancia económica de las contrapartidas nada está todavía claro. En todo caso, su importancia real, que, sin duda, en términos de valor añadido computable será inferior a las cifras que se han barajado, sólo podrá estimarse una vez claramente definidos los paquetes concretos en que estas contrapartidas se materialicen.

La defensa aérea con el F-18

Cabe ahora preguntarse si la situación en la que quedará nuestro Ejército del Aire una vez incorporados los F-18 será la idónea para cumplir las misiones que tiene asignadas o si dejará importantes lagunas por cubrir. Esto es, si la misma definición del programa FACA en base a un único modelo de avión era la adecuada o debería haberse planteado en base a más de un único tipo de avión.

En mi opinión, la respuesta es claramente que el F-18 no cubre una parte de los objetivos que supuestamente debería cubrir, y en particular no cubre la mayor parte de las misiones asignadas al Mando Aéreo Táctico (Matac). Esto no se debe a que el avión no sea el adecuado, sino simplemente a que es inadecuada la idea de cubrir las misiones que la aviación táctica y la de combate tienen con un único modelo de avión.

¿Qué avión se va a encargar de atacar despliegues de columnas blindadas? ¿De unidades de infantería? ¿De baterías de artillería? ¿Convoyes de suministro? A mi juicio, este importante conjunto de misiones está actualmente sin cubrir (o muy pobremente con el F-5), y seguirá sin cubrirse en el futuro con el F-18, que no puede considerarse como el avión adecuado para ellas.

Estas misiones, cubiertas por aviones como el A-10 en EE UU, el Alfajet alemán o el Jaguar franco-británico, hubiesen requerido, a mi juicio, un avión subsónico, sencillo, con armamento específico para cubrirlas (cañones de veintisiete o treinta milímetros de alta penetración, lanzadores de granadas de carga hueca, lanzacohetes, etcétera), con baja emisión de infrarrojos y diseñado para supervivencia (blindaje, redundancia estructural, etcétera), capaz de transportar de 3.000 a 4.000 kilos de cargas exteriores. Este avión, derivado o no del C-101, pero reteniendo parte de su filosofía principalmente en sistemas, sería totalmente desarrollable por la industria nacional e incluso tendría un importante potencial de exportación. En mi opinión, el programa FACA debería haberse limitado a un numero menor de aviones (48), con la misión de complementar al Mirage F-1 en el combate aéreo y para algunas misiones específicas de ataque, y a la vez haberse iniciado otro programa para la adquisición de una cantidad de 72-96 aviones específicamente de ataque del tipo antes indicado.

Este programa, cuyo coste total hubiese sido con seguridad inferior al del programa FACA actual, permitiría una mejor cobertura de las misiones asignadas al Mando Aéreo Táctico. Seguramente las contrapartidas obtenibles en el FACA serían menores al reducir el número de aviones, pero la fabricación por la industria nacional del avión de ataque permitiría la creación de varios miles de puestos de trabajo y apoyaría su consolidación en los mercados internacionales. Al tiempo ahorraría al Ejército del Aire costos en el entrenamiento de pilotos con los nuevos sistemas de armas.

Conclusión

Ciertamente es difícil asumir que en una situación de crisis como la que vive España se pueda dedicar una cantidad tan grande de los fondos públicos en un material que posiblemente, y ojalá sea así, pasará a ser chatarra inservible dentro de veinte años sin haber sido usado. La lógica militar dirá entonces que el haber dispuesto de ese tipo de material ha sido lo que ha evitado la necesidad de usarlo. Es la lógica de la disuasión. Y quizá tengan razón.

Frente a esta lógica sólo un potente movimiento mundial por la paz, el desarme y la libertad puede hacer innecesarias compras futuras de este tipo y poner esos ingentes recursos en la aeronáutica o en otras áreas al servicio del progreso de los pueblos. Ese día llegará.

Rafael Acedo Acedo es ingeniero aeronáutico, trabajador de CASA (Getafe) y miembro del comité de empresa por CC OO, afiliado a la ARI.

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