El regimen jurídico del mercado latinoamericano
El viaje del presidente del Gobierno a Ecuador, Colombia y Perú constituye, sin duda, un buen pretexto para reactualizar la posición de España en el área latinoamericana.Una visión simplificadora ha conducido nuestra vinculación con aquellas tierras, en ocasiones, a un sentimentalismo vacío, que ahora pudiera prolongarse diciendo -lo que es cierto- que a partir de la guerra de las Malvinas ya nada será igual para los países de aquel continente (en sus relaciones con el coloso norteamericano y con Europa). Pero no hay que olvidar que en determinados e influyentes sectores, con diferencias de unos países a otros, se sigue recordando que la independencia nacional la lograron luchando contra España, como tampoco el juego de intereses existente, puesto de manifiesto en la posición de Colombia (al lado del Reino Unido y Estados Unidos) en el reciente conflicto de las Malvinas.
La difícil organización de los Estados
Interesa además recordar como posible limitación a un mercado latinoamericano las controversias que mantienen algunos pueblos entre sí. En efecto, con la batalla de Ayacucho se puso fin a la guerra entre españoles europeos y los españoles e indígenas americanos. Bajo la mano de Bolívar, Sucre y San Martín, nuevos pueblos alcanzaban la independencia.
El proceso de organización de algunos Estados no parece, sin embargo, enteramente acabado. De ese modo, cuestiones que en Europa hace décadas que han dejado de constituir problema diario resultan actuales en aquellos países. Lo acreditan no sólo las reivindicaciones hacia el exterior (fundamentalmente frente al Reino Unido), sino también de los países latinoamericanos entre sí, Así, Ecuador reclama a Perú un territorio que supone más de la mitad del que hoy posee, lo que todavía en enero-febrero de 1981 dio lugar a conflictos armados en la cordillera del Cóndor, y, este año, a cambios en el Ministerio de Defensa del primer país. Bolivia busca una salida al Pacífico, para lo que debe lograr el acuerdo de Chile y Perú; mientras, también tiene problemas para dar salida por Paraguay (con la mirada expectante del Brasil, se dice) a la grandiosa reserva de hierro de El Mutun. Chile y Argentina mantienen la disputa sobre el canal de Beagle y, en ocasiones, también afloran entre Colombia y Venezuela discrepancias sobre la soberanía sobre parte del golfo de Venezuela y Los Monjes.
En el plano de la organización política, bien conocido es que junto a sistemas democráticos (Colombia, Ecuador, Venezuela) se dan sistemas autoritarios (de influencia militar, Bolivia, Argentina, Chile y Uruguay; estos dos últimos antaño ejemplos de democracia en el continente).
En fin, subsiste la sensibilidad de estos Estados hacia un nuevo orden económico internacional que pasa por la defensa de sus recursos naturales (recuérdese el papel de Perú en la ampliación a las doscientas millas; la de otros países en la nacionalización del petróleo); la consecución de un código de conducta para las empresas multinacionales, a las que en ocasiones se acusa de intervenir en los asuntos políticos internos y de no acatar las leyes del país en que actúan; la aprobación de un Código Internacional de Conducta para la transferencia de tecnología; y la definición de normas y principios que regulen las prácticas comerciales restrictivas, actividades estas en curso en él seno de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). La sensibilidad se extiende a la acusación de la falta de garantía de productos potencialmente peligrosos que, en ocasiones, se les suministran sin indicación de esa potencial peligrosidad.
Las limitaciones que tal clima puede suponer para la inversión extranjera son indudables. Mas sus inconvenientes deben ser contrastados con el potencial que supone la necesidad de desarrollo de aquellos países y el peso de una tradición y común voluntad de entendimiento que a todos obliga. Mucho es pues lo que cabe hacer en el plano de las concretas realizaciones económicas y culturales.
A explorar las posibilidades en el campo económico, mostrando la organización del mercado, se dirigen las líneas que siguen, que parten de la convicción de que las relaciones comerciales (aunque influenciadas por distintos factores como los aludidos) tienen su propia dinámica.
Movimientos de integración económica
Los anteriores problemas pendientes no han constituido obstáculo a un movimiento de ampliación de los respectivos mercados nacionales, instrumentados hoy' fundamentalmente, a través de la ALADI y el Pacto Andino.
La Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI, que sustituyó a la ALALC, Asociación Latinoamericana de Libre Comercio), se instrumenta mediante el Tratado de Montevideo de 1980 y se halla integrada por Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay; los cinco países integrantes del Pacto Andino y México.
Esta asociación hoy actúa como una zona de preferencias comerciales y aspira a desembocar en una integración. En ella se han logrado 32 acuerdos bilaterales, conteniendo preferencias comerciales (uno entre los no andinos entre sí; y 31 entre andinos y no andinos) y veintitrés acuerdos de complementación por sectores industriales que contienen preferencias no extensivas y que han venido utilizando especialmente las empresas multinacionales, en los que prácticamente en su totalidad son parte Argentina, Brasil y México.
Más ambicioso en su planteamiento es el Grupo Andino, nacido el 26 de mayo de 1969, en que Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú suscribieron el Acuerdo de Cartagena. Venezuela se incorporó en 1973 y Chile se retiró en 1976. Lo integran hoy cinco países: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
En el sentir de estos países estaba el hecho de que la independencia política no les había supuesto la soberanía sobre los recursos naturales, por cuanto durante décadas sus producciones tradicionales o eran explotadas por extranjeros o salían sin transformación al exterior. Por otro lado, habían detectado que tan pronto sus ventas a su principal cliente (Estados Unidos) alcanzaban un importante dinamismo, se les cerraban las puertas o se les dificultaba el crecimiento mediante la imposición de cuotas, la aplicación de reglamentos pararancelarios o la retirada de concesiones previamente negociadas. Además, sus posibilidades de exportación a Europa no resultaban fáciles por el trato diferenciado que algunos países dan en favor de ex colonias africanas y asiáticas.
De aquí, la búsqueda de la integración subregional como medio de lograr una independencia económica mediante la cual se promueva el desarrollo equilibrado y armónico de los países miembros, acelere su crecimiento mediante la integración económica, facilite su participación en el proceso de integración previsto en el Tratado de Montevideo y establezca condiciones favorables para la conversión de la ALALC en un mercado común, todo ello con la finalidad de procurar un mejoramiento persiste en el nivel de vida de los habitantes de la subregión.
El mercado en cuestión se halla hoy formado por cinco países que. en 1980 tenían una población de 73 millones de habitantes, una extensión territorial de 9,7 millones de kilómetros cuadrados; un producto interno bruto para dicho año (a precio de mercado, dólares 1973) que alcanzaba a 83,549 millones de dólares y una población económicamente activa de 21,6 millones de personas.
Los logros ofrecen ya un cierto interés y es significativa la Decisión 24, sobre régimen común de tratamiento a los capitales extranjeros y sobre marcas, patentes, licencias y regalías.
Con todo, la dificultad de plasmar en la realidad el Acuerdo de Cartagena resulta manifiesta. No sólo cada país sigue su propia política monetaria y cambiaria, sino que las 169 decisiones han tenido una aplicación desigual y el Arancel Externo Común que debía ser aplicado a más tardar el 31 de diciembre de 1983 parece abandonado y sustituido en nuestros días por la búsqueda de una franja arancelaria que señale gravámenes dentro de una banda. Tampoco el proceso de industrialización subregional y la ejecución de Programas Sectoriales de Desarrollo Industrial alcanzó logros notables (el programa automovilístico terminó en fracaso y, hoy, Ecuador se plantea si tiene sentido poner en marcha las plantas de ensamblaje cuando Venezuela tiene cinco factorías), excepción hecha, quizá, de la industrialización venezolana en materia petrolífera. Sólo el Programa de Liberalización del Comercio, que tenía por objeto eliminar los gravámenes y restricciones de todo orden que incidan sobre la importación de productos originarios del territorio de cualquier país miembro, ha tenido éxito y se ha cumplido en un 80% (pero el comercio entre los países miembros no llega al 10%).
El mismo Derecho de la Integración ofrece hoy la dificultad de que falta un medio de publicidad de las normas; en Venezuela se cuestiona la aplicación directa de éstas, sin necesidad de incorporación expresa al Derecho interno y falta un órgano de control, dado que el convenio por el que se debe crear la Corte de Justicia Andina se halla pendiente de aprobación y con ello se carece de una autoridad judicial que sancione los incumplimientos y obligue a respetar los compromisos. No puede sorprender por ello que incluso en estos países miembros del Pacto Andino se den atisbos de vientos liberalizadores para la inversión extranjera (con desmentidos normalmente a nivel oficial y con la mirada puesta en los resultados de las experiencias argentina, chilena y uruguaya), que ya fueron plasmados en la modificación de la Decisión 24 y, en concreto, en el tema tan importante de la repatriación de beneficios y que habrá que seguir de cerca.
El interés de España
Los datos que anteceden no son, sin duda, los únicos a tener en cuenta para la inversión exterior o para arriesgar los costes que siempre comporta la búsqueda de nuevos mercados. Así, no faltará quien advierta el fuerte endeudamiento externo de algunos países, mientras, a la inversa, tampoco faltará quien destaque la potencial capacidad de consumo interno de los respectivos mercados nacionales o sus posibilidades de expansión dentro de las respectivas áreas geográficas, como lo muestran las vías que los países que miran al Pacífico pretenden abrir hacia Canadá, Japón y otras naciones asiáticas.
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