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Polonia conmemora los acuerdos de Gdansk

El clero polaco se muestra mucho más radical que la jerarquía eclesiástica católica

Varsovia, barrio de Zoliborz, en la capital de un país en estado de guerra, el pasado domingo, a las ocho de la noche. Una luna casi llena iluminaba la calle repleta de gente, que no pudo entrar en la iglesia de San Estanislao de Kostka, abarrotada hasta los topes. Desde los altavoces de la iglesia llega a la calle la voz de un cantante, que repite con la guitarra el estribillo "¡A las armas!". Unas 3.000 personas se han reunido para asistir a la misa por el sindicato independiente Solidaridad. En la iglesia cuelga una pancarta con las letras rojas Solidarnosc.

A las siete empieza la misa, cuando se pone el sol y el cielo se vuelve rojo. Los asistentes cantan Queremos a Dios, una canción religiosa que los niños polacos aprenden en las clases de catecismo en las iglesias: "Queremos a Dios en la familia, en los sueños de los niños, en los libros y la escuela", y "queremos a Dios en nuestro país, bajo los viejos techos polacos".

El sacerdote habla abiertamente de Solidaridad en su homilía y dice que "no se puede matar lo que es inmortal, no se puede matar la esperanza". Luego explica que "Solidaridad es un árbol que creció entre nosotros"; "Señor, tú dejas que la semilla permanezca bajo la tierra, la dejas crecer y luego dar fruto. Solidaridad es un árbol que creció entre nosotros y sigue siendo la esperanza de millones de polacos. Aunque le corten las ramas, siempre nacen nuevos retoños. Aunque le hayan cortado la copa, crecerá más fuerte, porque sus raíces están firmes bajo la tierra".

"Señor, escucha"

El sacerdote habla de casos de internados y presos que han sido maltratados y después repite las condiciones fijadas por el primado Glemp en Jasna Gora para la reanudación del diálogo. Cuando el sacerdote dice: "Libertad para Lech Walesa", los asistentes rompen en aplausos.

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Luego siguen las peticiones, a las que la masa responde con un "Señor, escucha nuestra oración". El sacerdote pide "para que los internados y los inocentes encarcelados sean puestos en libertad", "para que nadie se vea obligado a abandonar la patria", "para que los actores y actrices tengan fuerza para conservar la, dignidad en el ejercicio de su profesión", "para que los gobernantes vean sus faltas", para que los gobernantes comprendan que gobernar es aplicar la justicia", "para que la escuela, la radio, la televisión y la Prensa transmitan toda la verdad", "para que Lech Walesa y los otros dirigentes de Solidaridad sean liberados y puedan asumir las funciones que les confirió la sociedad" y "por la victoria final de Solidaridad".

"Señor, escucha nuestra oración".

Cuando cantan una canción -"Ayúdanos, Señor, no abandonaremos la tierra de donde venimos, no dejaremos que entierren nuestra fe. Somos la nación polaca, Somos el pueblo polaco"-, toda la muchedumbre levanta el brazo derecho y hace con dos dedos la V de la victoria. En la verja de la iglesia y en una caseta de madera hay unos niños encaramados que también hacen el signo de la victoria.

La consagración coincide con la puesta del sol.

Llegan a la calle las palabras del sacerdote, a las 2.000 personas arrodilladas en el suelo. Se oye el ruido lejano de tranvías que pasan y algún niño que llora.

Actores y cantantes

Después, una actriz lee un poema: "Hijos, no esperéis que ahora mismo pueda hacer versos. De nuestros huesos tiene que nacer un árbol de libertad, que dará sombra a toda el mundo".

En medio de la misa, actores y cantantes se turnan con la lectura de poemas y la interpretación de canciones. Uno de los poemas procede de los días de la rebelión de noviembre de 1831 contra la Rusia zarista. Eran los tiempos de la división de Polonia; cuando ya no existía en el mapa de Europa. El actor declama los versos: "No entregaremos las armas de nuestros antepasados hasta que hayamos recuperado nuestras libertades".

Otro, poema habla de otros países "donde la patria y la libertad marchan bajo la misma bandera". Nueva canción de lucha y nuevos poemas, "pase lo que pase, yo sólo sé que la justicia triunfará y Polonia resucitará", y "levántate, pueblo mío, ya es de día. Resiste, que luego serás poderoso". El sacerdote toma de nuevo la palabra para advertir que "no nos dejemos provocar" y luego lee sólo los tres párrafos finales de la carta pastoral del Episcopado. Concluye con un "marchad en paz".

Mayor firmeza

Antes de dispersarse, tranquilamente y en silencio, la muchedumbre canta el himno patriótico religioso: "Ante tu altar presentamos nuestra oración: devuélvenos, Señor, la patria libre". Los brazos están de nuevo levantados con la V de victoria. La misa de la iglesia de San Estanislao de Kostka es algo más que un hecho aislado hoy día en Polonia, un país del llamado socialismo real, bajo un régimen de estado de guerra. La misa es uno de muchos indicios que marcan las diferencias entre el clero polaco y la cumbre de la jerarquía episcopal, concretamente el primado Glemp.

El mismo domingo, en una iglesia de un pueblo, a cien kilómetros de Varsovia, a donde Glemp había ido a impartir la confirmación, el párroco comentó a periodistas extranjeros que la gente exige afirmaciones más concretas y más claras de la jerarquía católica.

En su discurso de Jasna Gora, Glemp formuló claramente cinco propuestas para la reanudación del diálogo con el poder estatal, pero llama la atención que no mencionara por su nombre ni una sola vez a Solidaridad.

En la carta pastoral de los obispos se habla ya de Solidaridad expresamente y se va más allá de la postura cautelosa delprimado, que recuerda en muchos puntos a su antecesor, el cardenal Stcfan Wylzynski.

Hace dos años, en el sermón del 26 de agosto en Jasna Gora, Wyszynski pidió la vuelta al tra bajo en el momento culmínante de la huelga del Báltico, que concluyó con los acuerdas de Gdansk. El anciano cardenal quedó desbordado por los acon tecimientos, pero se le aceptaba con la frase "está ya viejo" y por que su personalidad histórica era indiscutida. Actualmente, el arzobispo Glempes puesto en tela de juicio por muchos secto res de Solidaridad y también del clero, que consideran su postura como excesivamente moderad a con el régimen.

Un médico de la oposición radical al régimen califica despectivamente la posición de estos viejos intelectuales con la expresión targowica, la palabra que recuerda la capitulación de los nobles polacos, que a fines del siglo XIX pidieron ayuda a la Rusia zarista contra la Polonia que acaba de aprobar la primera constitución democrática. El secretario general del Pen Club polaco, el historiador Wladyslaw Bartoszewski, se lamenta de que los jóvenes no hayan aprendido la lección de la resistencia de Polonia frente a los nazis. Bartoszewski dice que la comisión más adecuada para el 31 de agosto sería "irse todos a casa y dejar las ciudades desiertas, para que sólo los zomos (unidad antidisturbios de la policía) estuviesen por las calles".

Ni los jóvenes, ni los sindicalistas de Solidaridad, ni buena parte del clero bajo están dispuestos a aceptar las consi as de moderación que parten de la jerarquía católica. Nadie se atreve a pronosticar lo que puede ocurrir hoy en Polonia.

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