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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El giro copernicano de Reagan

No CORREN buenos vientos para el monetarisnio en el mundo. A la quiebra de los ejemplos existentes en países periféricos (Argentina, Chile, Turquía ... ) que han intentado aplicar de modo más o menos puro las teorías monetaristas como política oficial de sus regímenes, se le une en los últimos tiempos la marcha de las economías británica y norteamericana, también basadas en lo esencial en el monetarismo, que no acaban de perfeccionar el modelo para salir de la recesión y conseguir un ritmo de desarrollo adecuado para corregir la tendencia ascendente del desempleo y el deterioro del nivel de vida.El último caso es el americano. La llamada reaganeconomía acaba de dar un giro copernicano en sus tesis con la petición del presidente Ronald Reagan a la opinión pública, y en última instancia al Congreso, para que apoyen un sustancial incremento de los impuestos (98.000 millones de dólares, más de 10 billones de pesetas) como única fórmula posible de paliar el gigantesco déficit presupuestario que amenaza con profundizar la recesión que se inició hace ahora aproximadamente doce meses.

Se trata de un cambio radical en la plataforma que defendió Reagan para llegar a la presidencia de los Estados Unidos, pese a que una vez alcanzado su objetivo haya intentado suavizar el volteface declarando que se trata sólo de un parche y no de un cambio de rumbo. Y se produce esta distorsión en dicha política poco tiempo antes de las elecciones legislativas de noviembre cuando será renovada la totalidad de la Cámara de representantes y un tercio del Senado.

La nueva ley tributaria que se trata de aprobar contiene dos tipos de. medidas para reducir el déficit presupuestario que puede llegar a 150.000 millones de dólares en el ejercicio en curso y progresar hasta 200.000 millones en 1983: un aumento de impuestos durante tres años por valor de 98.900 millones de dólares; y una nueva reducción de 15.200 millones de dólares, sobre todo en ayuda médica, mediante la eliminación de algunas exenciones. Los mas afectados serán los fumadores, los usuarios del servicio telefónico, los ciudadanos que dependan de las propinas, las personas que viajen en avión y al extranjero, los que reciban intereses devengados por cuentas de ahorros o dividendos bursátiles ... ; en definitiva, las capas medias de la población.

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Reagan intentó vender estas medidas a través de la televisión, -su medio natural-, a la hora de mayor audíencia, intentando hacer compatible su impopularidad con el sentimiento de "ser buenas para América". Al darse a conocer, la Bolsa de Nueva York experimentaba su mayor subida desde hace tres años y medio. Los expertos han afirmado que la relación entre ambas situaciones no es directa: la Bolsa reaccionó ante las expectativas crecientes de una tendencia a la baja de los tipos de interés que en estos momentos yugulan la financiación de las empresas americanas, e inducidamente, la salud económica de todo el mundo occidental.

Lo que si es cierto es que de conjugarse la aprobación del incremento impositivo, lá reducción del gasto público y la baja de los tipos de interés, se cumplirán las tres premisas establecidas pof el presídente americano para acabar con el ciclo depresivo de la economía, tendiendo hacia un presupuesto equilibrado y potenciando la creación de puestos de trabajo.

Es curioso recordar ahora como hasta hace muy poco tiempo, para los niismos fines, Ronald Reagan afirmaba, casi dogmáticamente, que sería preciso recortar los impuestos y potenciar la demanda intema. Es más, el presidente propugnó el pasado año la mayor reducción de impuestos en la historia de los Estados Unidos, que fue aprobada por el Congreso a duras penas. Para vender este cambio de filosofía ante un electorado cada vez menos receptivo a sus ideas, Reagan ha llegado a decir ante las cámaras de televísión que el incremento de impuestos corregiría cuarenta años de irresponsabilidad fiscal.

El pragmatismo con que ha reaccionado el mundo del dinero a través de la Bolsa ante la posibilidad de un cam bío de signo en la economía, contrasta con la mala cara puesta por los defensores académicos de la nueva economía que ven ceder uno a uno los presupuestos con los que se pusieron de moda cuando el grupo de californianos que rodeaba a Reagan tomó la Casa Blanca.

Todos estos cambios de tercio del liberalismo económico norteamericano, ponen una vez más de manifiesto la necesidad de nuevos presupuestos que revistan de eficacia una política económica instalada casi permanentemente en la crisis.

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