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Tribuna:La guerra económica euro-norteamericana no ha hecho más que empezar
Tribuna
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El porqué de un embargo

Es importante que los europeos comprendan el porqué de la oposición de Estados Unidos al gasoducto siberiano y de las sanciones que han impuesto para tratar de detener -o al menos aplazar- su construcción. De las muchas conversaciones que he mantenido en Francia, se me ha hecho evidente que la justificación estratégica de nuestra postura no acaba de comprenderse en amplios círculos y quiero aprovechar esta oportunidad para explicar nuestra actuación al respecto.El trasfondo es el siguiente: la economía soviética atraviesa dificultades. Aparte de la naturaleza misma del sistema soviético, hay unos problemas concretos. Uno de ellos es la grave escasez de divisas en comparación con la magnitud de los ambiciosos planes quinquenal¿s. Los rusos se han'propuesto realizar una expansión rápida sobre la base de una corriente de ingresos en divisas que no ha llegado a materializarse.

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La Unión Soviética ha procedido a la expansión en un mal momento del ciclo económico. Su tesorería está débil por la caída en los precios del petróleo y de otros bienes exportados en bruto, como el oro y los diamantes.

Las precarias cosechas, los problemas económicos de Polonia y Europa oriental, más el coste de sus aventuras de Cuba y Afganistán, han agravado la situación y, consecuentemente, el nivel de crédito de la Unión Soviética se encuentra bajo rigurosa observación. En efecto, es improbable qtie pudiera negociarse actualmente un préstamo normal de balanza de pagos basado en el crédito de la Unión Soviética.

La significación del gasoducto para el éxito económico de la Unión Soviética se sobrestima tal vez, pero la explotación del gas natural soviético constituye sin duda una contribución de extraordinaria importancia para la economía soviética, comparable a la implantación del ferrocarril en Rusia a finales del siglo pasado.

A fin de construir esta red de conducciones, la Unión Soviética necesita importar algunos materiales de importancia clave, como tubos de gran diámetro y grandes compresores del gas. Los rusos tienen pensado importar elementos y piezas de compresor fabricados por General Electric, una compañía norteamericana, y que solamente podrán adquirir a través de firmas que trabajan con licencia de la General Electric o de esta misma. Al vetarles la adquisición de esos elementos, nuestras sanciones obligarán a la Unión Soviética a desarrollar un esfuerzo mayor, como el de diseñar ese mismo material o reorganizar su limitada capacidad de ingeniería, lo que necesariamente provocará demoras del proyecto.

Estando el sistema soviético ya sometido a aprietos por los problemas de liquidez y por el debilitamiento de su nivel de crédito, esas demoras podrían originar problemas especialmente difíciles.

Aunque la.s exportaciones de gas ya concertadas con Europa podrán seguramente realizarse aún cuando se demore la puesta en servicio idel gasoducto, sólo serán posibles a costa de restarle el gas a otras necesidades de la economía soviética, lo que añadirá una nueva dificultad a las existentes.

El gasoducto no es, en mi opinión, un problema de dependencia europea principalmente (a menos que un segundo gasoducto viniera a agravarlo). La cuestión principal es que los rusos pasan por dificultades económicas de las que ellos son responsables; dificultades que son consustanciales a su sistema. Estados Unidos tiene toda la justificación para rehusar activamente facilitar el que los soviéticos den un neto salto adelante sobre la base de una ampliación en el uso del gas.

Este planteamiento es la base fundamental de las medidas norteamericanas contra el gasoducto siberiano y es asimismo la razón por la que las sanciones se vinculan a una cuestión de tanta importancia como la agresión soviética sobre Polonia. No estamos librando una guerra económica contra la URSS. Hemos decidido no salvar a la URSS de sus actuales aprietos económicos, en unos momentos en que la agresividad militar soviética sigue presente en todo el mundo.

No queremos decir con esto que no vayamos a mantener intercambios comerciales con la Unión Soviética, sino que vamos a hacerlo desde nuestras propias condiciones y no desde las suyas, y de una manera además que no signifique erosión de la seguridad occidental.

Evan G. Galbraith es embajador de Estados Unidos en Francia.

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