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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Una nueva política hidráulica

Diseñar en la España de fines del siglo XX una nueva política hidráulica puede parecer un empeño no de nuestro tiempo. Retomar ideas que provienen ya del regeneracionismo de Costa, apelar a solidaridades democráticas que ya se contemplaban en las viejas ordenanzas de las comunidades de regantes, no es sino admitir que el agua, como bien otorgado por el arbitrio de una naturaleza siempre cambiante, ha poseído desde antiguo una peculiar economía. Basta leer, a mero titulode ejemplo, el Mercado del agua para riego en la huerta de Alicante y en otras localidades de la Península y Canarias, de Rafael Altamira -reeditado ahora, por cierto, dentro de los tomos que componen el Derecho consuetudinario y economía popular de España, de Joaquín Costa, bajo la supervisión de los profesores Cheyne, Delgado, Gil Novales, Lacruz y Martín Retortillo-, para comprobar cómo lo que Altamira llama "oposición entre el agua vieja y la nueva" se conformaba como "un capítulo palpitante y dramático de la historia económica de la huerta". El reencuentro del hombre con sus necesidades primarias, la constatación de que lo. antes abundante puede convertirse en escaso transforma, por tanto, y ahora como siempre, esos elementos naturales que han compartido -y sustentado- la vida humana, en verdadero objeto de una política económica.Pero además de escasa -el mundo tendrá que enfrentarse en el año 2000 a una verdadera carencia de recursos hidráulicos-, el agua está en España irregularmente repartida, ofreciendo así el doble reto de la buena administración y la actuación solidaria. Los problemas reales de las cuencas hidrográficas del sur de España son bien distintos a los de las cuencas del norte o a los de Canarias, y piden soluciones adecuadas a su fisonomía diversa. El mapa autonómico va a exigir, por su propio carácter propiciador de responsabilidades inutuamente asumidas, una coordinación en la gestión del agua que pasa, necesariamente, por lasolidaridad. Un río, por ejemplo, es una unidad hidrográfica desde su nacimiento a su desembocadura, y cualquier acción en un lugar de su curso afecta necesariamente a los demás. La cuenca surge así, de modo lógico, como organismo más peculiar para la administración de los caudales; reuniendo en sí a los poderes del Estado y de las Comunidades Autónomas.

Esta misma relación nos lleva a considerar cualquier replanteamiento hidrológico como íntimamente ligado a los problemas de la ordenación del territorio. Alguien dijo que, en el fondo, toda acción hecha sobre la geografía, por pequeña que fuera e independientemente de quien la llevara a cabo, pertenecía al ámbito de la ordenación del territorio. Cuestiones tan importantes en cualquier política hidráulica como la construcción de presas, los desvíos de cauces o la realización de trasvases afectan, de modo muy directo, a la fisonomía territorial.

Como en cualquier economía, una buena planificación hidrológica deberá considerar dos aspectos básicos: el conocimiento real de sus recursos y la posibilidad cierta de incrementarlos. El ingente trabajo que supone el Plan Hidrológico Nacional es, en el primero de los casos, una buena muestra de lo que debe hacerse si queremos conocer con exactitud disposiciones y necesidades. La investigación de nuevos sistemas, de métodos no convencionales de prospección o potabilización es, por otra parte, uno de los retos que con mayor.decisión deberá asumir la obra hidráulica española.

Las obras de todos

Como tantos y tantos elementos primarios que conforman nuestra naturaleza, que componen el propio origen de la vida, el agua sufre un continuo proceso de degradación que la liga, inexorablemente, a la problemática, tan acuciante, de la conservación del equilibrio ecológico a través de la mejora del medio ambiente. Barry Commoner -quizá el hombre de ciencia que mejor ha relacionado la economía con el medio ambiente y con la energía- recordaba ya en 1977 cómo las iniciativas que trataran de mejorar la calidad del agua fracasarían siempre que se enfrentaran a los síntomas sin corregir la causa. La relación continua entre agua y agricultura, entre agua e industria, entre agua y ordenación del territorio, deberá concretarse, por tanto, en una verdadera acción coordinada que no se limite a contemplar los vehículos de esa interdependencia necesaria, sino que atienda con prioridad a los orígenes de esa misma colaboración y fije unos resultados tan concretos como efectivamente viables.

Ortega definía la técnica como aquello capaz de conseguir la adaptación del medio al sujeto frente a la sumisión del sujeto al medio. Nada más meridiano para comprender la esencia de la obra hidráulica. Habría, quizá, que añadir la consideración de que esa adaptación del medio al sujeto pasa, necesariamente, por el respeto escrupuloso de los propios caracteres de ése medio, de lo que le hace ser como es, a la vez que nos otorga a nosotros la peculiar¡dad de ser de donde somos y no de otra parte. Recordaba José Antonio Fernández Ordóñez, en un magnífico estudio -Presas, embalses y paisaje. Una reflexión estética-, los admirables trabajos realizados en España para la salvación de obras de arte que iban a ser inundadas por diversos embalses de construcción puntualmente necesaria. El traslado piedra a piedra de la iglesia prerrománica de San Pedro de la Nave, de las ruinas de Talavera la Vieja, de la iglesia de Portomarín, del puente romano de Guijo de Granadilla o la construcción -más cara en coste, pero incalculablemente más rentable en la conservación de nuestro pasado- de la presa de Alcántara aguas arriba del magnífico puente romano, son ejemplos de lo que es una verdadera relación entre el hombre y su medio a través de una técnica controlada y asumida por la razón y por la cultura. El inicio próximo del embalse de Retuerta y el traslado de las ruinas históricas del monasterio de San Pedro de Arlanza no tiene otro sentido sino ése: procurar el bienestar de quienes han de beneficiarse de la técnica salvando, a la vez, lo que, en este caso, representa un aspecto crucial en las señas de identidad de un pueblo.

Frente a la contingencia de los avatares políticos, la responsabilidad de la obra pública exige, por sí misma, una óptica de períodos necesariamente amplios. Y la historia de este siglo es prolíja en realizaciones planeadas y ejecutadas por equipos de gobierno dispares o incluso antagónicos ideológicamente. Porque, a fin de cuentas, e independientemente de la utilización política que en cada momento del proceso se le haya querido dar, obras como el travase Tajo-Segura o el denominado "abrazo de Tardienta" se han hecho realidad a pesar de todo ello. Lo importante, lo serio, lo honesto, estriba en que quienes planifiquen lo hagan atendiendo a necesidades tan rea.les que no puedan ser revocadas por decisiones exclusivamente políticas. .

Ese es el punto de partida de todo un plan de política hidráulica que si algo tiene de nuevo es la actualización de tales principios y su sistemática aplicación para un dilatado futuro. Porque parece claro que la cartera de Obras Públicas lleva implícita la tarea de dar fin a lo que otros concibieron y proyectar lo que, seguramente mucho más tarde, otros deberán concluir.

Luis Ortiz González es ministro de Obras Públicas y Urbanismo.

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