_
_
_
_
Tribuna:Franquismo y salazarismo / 1
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tan amigos como eramos

El contraste se dio en el plano estético porque sus raíces eran más profundas y se nutrían en planteamientos sociológicos, ideológicos y doctrinarios.Naturalmente, este fue el resultado de diversas componentes socioeconómicas y geoeconómicas: del grado de desarrollo industrial y de proletarización, de la geografía de ese desarrollo, de las características determinadas, por ejemplo, por la tensión entre el centro y la periferia, decisiva en el caso español y diluida o inexistente en el caso protugués.

El contraste también resultó el desfase entre la cronología de los dos regímenes: el franquismo se instaló doce o trece años después del golpe militar del 28 de mayo de 1926, a partir del cual se había asentado el salazarismo.

Mientras que el franquismo se opuso a una república en cierto sentido moderna, agitada por una dinámica transformadora y revolucionaria, el salazarismo lo hizo a una república decimonónica.

Si bien el franquismo fue el producto de una guerra civil, el salazarismo surgió tras una rápida intervención del Ejército portugués, para superar una crisis interpretada de forma confusa y contradictoria, aunque todos los militares coincidían en afirmar que el núcleo del problema era claramante financiero.

Mientras que el franquismo tuvo que manejar el doble proceso de la guerra civil y de la construcción del Estado e hizo coincidir fuerzas con personalidad ideológica definida y ambiciones y proyectos contrapuestos (la Falange, el fascismo católico de Acción Española, el tradicionalismo, etcétera), el salazarismo, expresión de alianzas socioeconómicas definidas, formulación jurídico-constitucional y proceso de designación del equipo dirigente, fue una construcción solitaria, de laboratorio, lenta, cuidadosa, hecha dentro del propio aparato del Estado casi individualmente y sin que nadie asumiese el menor esbozo de representatividad parapartidista.

Si bien el franquismo partió de una colaboración militar y política de las fuerzas que quisieron abrirse camino con la victoria y fue siempre un conglomerado de composición variable, el salazarismo no tuvo que pagar ese precio: rechazó las presiones monárquico integristas de tipo maurrasiano o fascistoide, desechó el nacionalsocialismo de Rolao Preto y no propició la institucionalización, como fuerza política, del propio punto de partida logístico y organizativo del creador del régimen, el área ligado al CADC (Centro Académico de Democracia Cristá) y al Centro Católico Portugués. Más que bloquear a un sector, el régimen de Salazar los inutilizó políticamente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Un régimen propio

Si bien el franquismo fue un régimen de estructura castrense hasta en lo psicológico, que se apoyó en la verticalidad, la fidelidad y el mando conjunto, el salazarismo fue una gestión unificada y personalista, pero teorizada y exhaustivamente reglamentada. Si se quiere, es la diferencia entre el cesarismo pretoriano y el catedralismo. El franquismo fue un régimen militar en el que los civiles tuvieron importancia; el salazarismo fue un régimen civil en el que los militares tuvieron importancia.

Mientras que el franquismo se propuso reconstruir el Estado desde arriba y fundar un régimen propio, el salazarismo no suprimió la institución republicana, por mucho que variase sus bases teóricas.

Aunque la estructura ideológica es inevitablemente igual de cerrada en uno y otro régimen, la base doctrinaria, y sobre todo jurídica y constitucional, fue todavía menos laxa en el caso portugués, como también lo fue la justificación y el uso de la autoridad y su personalización. Los carismas y la forma de emplazarlos fueron diferentes, lo que ahonda la distancia entre la teoría del caudillaje y lo que el sucesor de Salazar definió técnicamente como "presidencialismo de presidente del Consejo".

En un plano más directamente cultural, en intensidad, en profundidad de raíz histórica, o por lo menos de razón histórica, también son diferentes las crisis nacionales que el franquismo y el salazarismo se propusieron superar, así como las síntesis que uno y otro trataron de elaborar.

En su retórica, el franquismo asumió un ajuste de cuentas político y cultural con parte del espíritu nacional y con Europa y polarizó una de las dos Españas míticas; volvió al imperio, a la doble y sucesiva herencia de la Roma imperial y de la Roma católica, a la contrarreforma, a la reacción contra la Ilustración, al antienciclopedismo, al neotomismo y al tradicionalismo, y creó la necesidad de un espacio histórico vital.

El salazarismo no fue tan lejos ni reivindicó una genealogía tan remota y pomposa. Sin embargo, también sufrió Portugal el impacto militar napoleónico y pasó por su romanticismo político y por su guerra civil entre el liberalismo y el absolutismo. Tuvo también su crisis de fin de siglo, nada menospreciable, y su gran generación finisecular, la generación del 70, que es una fecha dramática para Europa y no, como el 98 para España, un momento trágico para el país. Portugal también sufrió la ruptura del constitucionalismo ante los golpes de una crisis financiera que llevó al país al borde de la bancarrota; soportó el golpe moral del ultimátum inglés, que puso término al dorado sueño de unir Angola con Mozambique, y pasó por la tensión de la creciente presión propagandística republicana y de los movimientos obreros. Esa dinámica acabó por producir la dictadura de Joao Franco; el reinado, rápido y último, de don Manuel II, y, en 1910, la República. Pero no es explícitamente en esa crisis, y mucho menos en el derrumbamiento del antiguo régimen o en el enfrentamiento con una Europa ilustrada, afrancesada y corrupta, en lo que el salazarismo halló su justificación.

Una cultura más abierta

Si bien Portugal tuvo sus teóricos de la decadencia, tentados por un regeneracionismo por la autoridad a la prusiana, desde el vértice a la base, como Oliveira Martins; aunque tuvo sus suicidios místicos (Camilo, Antero, Mouzinho) y su regicidio, y a pesar de que más tarde sus modernistas-futuristas protestaban contra la saudade portuguesa, por ser la nostalgia enfermiza de los temperamentos agotados y dolientes y reclamaban que la República, diecisiete años después de comenzado el siglo XX, crease la patria portuguesa del siglo XX, los portugueses no vivieron obsesiva y dramáticamente -como España vivió su problema España- un problema Portugal, Como país fuertemente costero, muy comprometido con Brasil, con Africa y con el internacionalismo propio de su dependencia de Inglaterra, la suya es una cultura litoral y más abierta.

Para justificar los muertos y el Estado de derecho que derrocó, el franquismo recurrió a esa retórica imperial, tridentina, antiilustrada y antieuropea. Con su política atlántica, africana, dependiente en relación con Inglaterra, el salazarismo se construyó con materiales también conservadores y contrarrevolucionarios, pero más diluidos y modernos, más civilistas y más laicos: potenció el socialcristianismo de León XIII y de Benito XV, el antidemoliberalismo y el autoritarismo maurrasianos, el corporativismo en que convergen la línea medievalizante de la Action Frangaise y la línea superestatizante del fascismo mussoliniano. El catolicismo de Salazar no se unió al Estado ni, como catolicismo, se fascistizó. Por recatado, rural y coimbrano que sea su conservadurismo, y probablemente por eso mismo, su provincianismo fue del todo europeo.

Por todo esto, y naturalmente por mucho más, las afinidades ideológicas y las convergencias tácticas de los dos regímenes esconden diferencias considerables y, en algunos casos, drásticas. Fueron las que prepararon y condicionaron las diferencias entre las concepciones estéticas del franquismo y del salazarismo.

Arthur Portela es investigador científico, escritor y periodista portugués.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_