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Tribuna:GENTE DE LA CALLE
Tribuna
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El tocón

El español toca mucho y, a menudo, violentamente... "¿qué sensación no debería producirme una horrible palmada que una gran mano pegada (a lo que entonces entendí) a un grandísimo brazo vino a descargar sobre uno de mis hombros?" Ante la forma de presentarse de "el castellano viejo" Larra está a punto de soltar una interjección, pero se contiene al recordar... "que semejantes maneras de anunciarse en sí algo exageradas, suelen ser las inocentes muestras de afectos o franqueza de este país de exabruptos".Sin tanta animosidad sigue hoy la moda impresionando a los extranjeros. Especialmente la fórmula del abrazo, que siempre se remata con una palmadas rítmicas sobre lo homóplatos -nunca menos de dos, nunca más de cuatro- con que dos amigos quieren certificar la alegría que les proporciona verse de nuevo.

Pero ese es contacto esporádico y, por tanto, aceptable. Lo malo es el profesional del roce físico, lo malo es el español que lo hace continuamente, el tocón en fin.

Todos conocernos a alguno. Es quien no sabe hablar sin añadir el lenguaje de las manos al de la boca, el que necesita subrayar con el tacto lo que bastaría que llegase con la voz.

El personaje: es todavía más antiguo que el "castellano viejo" y cuando Gracián Dantisco escribió en el XVI el Galateo español, adaptación de la obra italiana maestra de buenas maneras, no dejó de censurar su actividad. Así advierte que cuando se habla con alguien no le ha de estar dando con el codo o con la mano, como muchos suelen hacer a cada palabra diciendo "¿,Qué digo?, ¿no es verdad señor Fulano?" y todavía les están sacudiendo con las manos en los pechos y asiéndolos de los botones. Y yo ví a uno que tenía tal maña en esto, que desabrochaba a cuantos hablaba".

Yo no conozco a ninguno que llegue tan lejos, pero sí a varios que se aproximan peligrosamente a ello. Los tocones se dividen en dos clases; los que usan del dedo y los que emplean la palma. El dedo es, por regla general, el índice y actúa como un puñal apuntando al estómago (si está enfrente) o al costado, brazo incluido, si la víctima está situada de perfil.

El tocón a base de mano abierta se encuentra más a menudo, probablemente porque esa especialidad permite alcanzar mayor número de objetivos en el cuerpo del interlocutor. La palma se puede aplicar al brazo o al antebrazo cuando ambos están en pie, y sobre el muslo o rodilla cuando la posición es la sentada.

Todos estos gestos están obviamente inspirados en el temor de que no se le escuche. El pinchar, el palmear, el agarrar son intentos de sujetar simbólicamente al individuo para que no se escape, para que no desvía a otra parte una atención que el tocón quiere absolutamente para él. El que lo hace es un hombre que, a pesar de su agresividad aparente, está inseguro de su capacidad para mantener al otro en permanente trance. Por ello le pincha o le palmea ¿para despertarle? o le agarra a riesgo de dañarle para que siga en su órbita.

La actividad del tocón es clara, abierta y tan fácil de recordar por quien ha pasado por la experiencia, que en las reuniones todos procuran evitarle; es inútil. Siempre cae al lado de uno. El hiperestésico está convencido de que sólo se acerca a él para angustiarle, pero la verdad es que todos hemos sufrido un día u otro esa profusión de tentáculos -el tocón parece tener mucho más de dos manos- que acarician, rozan, picotean, estrujan y golpean. Lo que no puede imaginar nunca el atormentador es que al auditor esté mucho más pendiente de esas manos (¿dónde pegará ahora? ¿cuánto rato va a durar?) que de las palabras que de su boca salen.

Si alguien lo bastante audaz o lo bastante amigo se lo dijera quizá, sólo por ello, cesará de atormentar nuestra piel por fuera y nuestra sensibilidad por dentro.

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